¿Alguna vez te has preguntado por qué a veces tomas decisiones impulsivas? Esos momentos en los que actúas sin pensarlo dos veces para luego constatar que las consecuencias no son las esperadas. No eres el único. Todos tomamos decisiones impulsivas de vez en cuando, sobre todo cuando las emociones toman el mando y “desconectan” la parte más racional de nuestro cerebro.
Sin embargo, actuar por impulso puede terminar pasándote una gran factura, sobre todo porque algunas de esas elecciones pueden cambiar tu vida para siempre. Entender las razones de esa impulsividad te ayudará a tomar el control de tu vida, te evitará errores y te ahorrará muchos arrepentimientos.
Un paréntesis: autenticidad no es lo mismo que impulsividad
Muchas personas confunden la autenticidad con la impulsividad. Creen que decir lo primero que pasa por su mente o decidir sin pensar es ser auténtico. Nada más lejos de la realidad. Aunque la autenticidad y la impulsividad surgen desde un lugar muy profundo de tu interior, tienen características diferentes que conducen a resultados muy distintos.
Ser auténtico significa ser fiel a uno mismo, mostrando quién eres realmente y lo que valoras a través de tus acciones y palabras. Es un acto deliberado de congruencia a través del cual sintonizas tus pensamientos, emociones y comportamientos. La autenticidad es una brújula interna que te guía y permite conectar con los demás desde la honestidad.
En cambio, ser impulsivo significa actuar sin reflexionar, cediendo a los impulsos momentáneos sin valorar las consecuencias de los actos a largo plazo. Mientras que la autenticidad es una elección consciente, la impulsividad se rige por la emoción y el deseo inmediato. De hecho, la autenticidad implica ser coherente con tus valores y metas en la vida pero en muchos casos la impulsividad te empuja a tomar decisiones que no reflejan quién eres realmente, sobre todo cuando te dejes llevar por los demás o las circunstancias.
Por tanto, la autenticidad es un camino de autoconocimiento y autoexpresión mientras que la impulsividad es una reacción rápida y visceral. Obviamente, ambos conceptos coexisten, pero es fundamental comprender que mientras que la autenticidad conduce a la armonía contribuyendo a equilibrar la espontaneidad y la reflexión, las decisiones impulsivas suelen conducir por un camino incierto que muchas veces te aleja de ti mismo.
¿Por qué tomamos decisiones impulsivas?
Las decisiones impulsivas suelen gestarse en la parte más emocional de nuestro cerebro, fundamentalmente en la amígdala. Esta pequeña zona del cerebro actúa como una especie de interruptor del modo “lucha o huida”. Cuando te enfrentas a situaciones estresantes, la amígdala entra en acción y toma el control antes de que los lóbulos prefrontales – que es donde se concentra gran parte de la racionalidad y el autocontrol – puedan intervenir para sopesar lo que está sucediendo.
En práctica, la amígdala desencadena un secuestro emocional, de manera que antes de que tengas la oportunidad de pensar ¡zas! tomas esa decisión impulsiva sin ser plenamente consciente de lo que acaba de pasar. Ese secuestro emocional no se produce únicamente cuando nos sentimos sobrepasados emocionalmente, frustrados o muy enfadados.
Las emociones instantáneas positivas también pueden generar un estado de secuestro emocional. La euforia, por ejemplo, puede empujarte a tomar decisiones impulsivas de las que después te arrepientas. De hecho, es una de las emociones que se encuentra en la base de las compras por impulso. El deseo de amplificar las emociones positivas también puede empujarte a beber más de la cuenta o involucrarte en experiencias extremas.
Cuando se trata de decisiones impulsivas, las emociones pierden su valencia ya que tanto las positivas como las negativas pueden llevarte por senderos que no habrías elegido racionalmente.
Otro motivo que puede empujarte a actuar por impulso es desear resultados rápidos. La inmediatez de la sociedad actual ha premiado ese tipo de comportamientos, de manera que cada vez más personas quieren sentirse bien aquí y ahora sin pensar en las consecuencias a largo plazo. En algunos casos, es probable que la decisión impulsiva sea un intento de evitar emociones incómodas, como el estrés o la tristeza, de manera que en ese preciso momento te parece la solución perfecta, como cuando te refugias en la comida para sentirte mejor.
La presión de los demás también puede llevarte a tomar decisiones impulsivas. Si eres una persona a la que le cuesta decir “no”, es probable que en las situaciones sociales tomes más decisiones impulsivas dejándote llevar por sentimientos como la vergüenza o la pena. Cuando el mundo nos presiona, hay que tener mucha fuerza y seguridad para ir contracorriente. En esos casos, la mayoría de la gente cede, simplemente porque es el camino más fácil. Sin embargo, no siempre es el más conveniente.
3 técnicas para dejar de actuar de manera impulsiva
La buena noticia es que puedes controlar esa impulsividad. Cuando reconoces qué desencadena las decisiones impulsivas, puedes mantenerte atento para detenerte antes de llegar al punto de no retorno.
1. Tómate un respiro
Cuando sientas que estás a punto de actuar impulsivamente, cierra los ojos, respira profundo y cuenta hasta diez. Sí, lo sé, parece un cliché, pero te sorprenderá cuán eficaz es esta técnica para darte ese pequeño espacio de tiempo que necesitas para recuperar el control y pensar antes de actuar. De hecho, la ciencia ha comprobado que una respiración profunda y pausada puede calmar la excitabilidad a nivel nervioso y generar la calma necesaria para tomar mejores decisiones. A veces, solo unos segundos de pausa pueden marcar la diferencia entre una decisión impulsiva y una acción meditada y reflexiva. Por tanto, antes de actuar, respira profundo y cuenta hasta diez.
2. Habla contigo mismo
Otro ejercicio muy sencillo para frenar las decisiones impulsivas es hablar contigo mismo. Vale, suena un poco raro, pero es una técnica muy poderosa. Antes de tomar una decisión, dirígete a ti mismo en voz alta y pregúntate: ¿realmente lo necesito? ¿Cuáles serán las consecuencias de esta decisión? ¿De verdad quiero hacer esto ahora? Escucharte en voz alta te permitirá ver las cosas desde una perspectiva diferente. Podrás asumir la distancia psicológica necesaria y le devolverás el control a la parte más racional de tu cerebro para que puedas sopesar tus opciones de manera más objetiva. De hecho, psicólogos de la Universidad de Wisconsin-Madison comprobaron que entre los beneficios de hablar solo se encuentra que el cerebro trabaja de manera más eficiente, lo cual significa que puedes expandir tu percepción y pensar con mayor claridad.
3. Utiliza un amuleto de la reflexión
Otra técnica psicológica muy fácil de aplicar para evitar actuar por impulso consiste en usar un “amuleto de la reflexión”. En realidad, puede ser un llavero, una pulsera o incluso una pequeña piedra que te guste pues lo verdaderamente importante es que establezcas un anclaje emocional que te genere calma y serenidad. Cada vez que sientas que la impulsividad está a punto de ganarte la batalla, toca ese amuleto y asúmelo como una señal de que necesitas parar y pensártelo dos veces. A veces, un pequeño recordatorio físico puede marcar la diferencia entre actuar impulsivamente y tomar una decisión más consciente.
Por último, recuerda que las emociones no son tus enemigas. A veces pueden darte pistas muy importantes del camino a seguir, pero es conveniente que las valides con la razón. Ser consciente de tus impulsos no significa eliminar la espontaneidad de tu vida, ¡sino asegurarte de que tus decisiones te llevan en la dirección correcta!
Referencias Bibliográficas:
Lupyan, G. & Swingley, D. (2011) Self-directed speech affects visual search performance. The Quarterly Journal of Experimental Psychology; 65(6): 1068-1085.
De Couck, M. et. Al. (2019) How breathing can help you make better decisions: Two studies on the effects of breathing patterns on heart rate variability and decision-making in business cases. Int J Psychophysiol; 139: 1-9.
SUSY DIAZ dice
Me encanto el articulo.
¡Gracias!