En la acalculia existen diferentes funciones afectadas ya que en la capacidad matemática es posible discernir entre las diversas operaciones, ya que la alteración de éstas es distinta según el tipo de lesión existente.
De hecho, existen diferentes sistemas de procesamiento para las diversas aplicaciones matemáticas. Así, se han descrito personas que son capaces de sumar y restar pero no de multiplicar, en lesiones precentrales, y otros en los que únicamente se conserva la capacidad para restar y para reconocer los símbolos matemáticos, en lesiones parietotemporales.
La adición y la sustracción están relacionadas con la capacidad para manipular cantidades (tareas de cálculo), que parece quedar representada en la parte inferior del lóbulo parietal (algo que se ha demostrado con los estudios de resonancia magnética funcional). La multiplicación y división parecen relacionarse con el recuerdo de secuencias verbales y con el lenguaje.
El manejo de los números en forma verbal y no verbal parece estar estructurado de forma diferente. Se han descrito personas con mayor afectación de la forma verbal, lo cual podría tener más relación con alteraciones del lenguaje que del cálculo. De la misma forma, también se han comunicado casos de dificultad para la realización de determinadas operaciones matemáticas en la forma escrita aunque no en la verbal.
Se han realizado estudios con resonancia magnética funcional en individuos y se ha demostrado la existencia de zonas que se activan más durante la sustracción y otras más durante la multiplicación. Respecto a esta última, se produce una mayor activación de la región parietal izquierda, en probable relación con un mayor uso del lenguaje. Durante la comparación de números se produce una mayor activación del hemisferio derecho ya que requiere una cuantificación del sistema arábigo, pero no una trasformación al lenguaje verbal. La sustracción, por su parte, activa los dos lóbulos parietales.
Resulta curioso que hasta el momento no se han demostrado diferencias entre el formato arábigo y otros.
¿Cómo se diagnostica la acalculia?
Debido a estas diferencias, el diagnóstico de la acalculia debe iniciar con un profundo examen neuropsicológico. Esta prueba permitirá descartar la presencia de demencias, cuadros confusionales, afasia, alexia, agrafia… todo ello encaminado a desenmascarar una acalculia secundaria.
En este punto es importante resaltar que la acalculia aislada podría ser un primer síntoma de la enfermedad de Alzheimer y sería preciso un seguimiento adecuado del paciente. De la misma forma, es necesario repetir el estudio en el tiempo para descartar la existencia de causas paroxísticas como la epilepsia, migrañas o encefalopatía hepática.
Una vez descartada la presencia de causas secundarias de acalculia, deberían estudiarse las capacidades numéricas y de cálculo, siempre teniendo en cuenta las características socioculturales de la persona.
Dentro de las habilidades para el cálculo deben tenerse en cuenta diversos apartados: cuantificación, cambio de la forma oral a la escrita y viceversa, signos aritméticos, comparación de magnitudes, cálculo mental, cálculo aproximado, lectura y escritura de números, cálculo escrito, memorización de números, conocimiento general de cantidades numéricas (¿cuántos días hay en una semana?), estimación del tiempo y cálculos monetarios.
Es importante estudiar las diversas operaciones matemáticas, ya que se ha visto que las lesiones pueden afectar sólo a una operación concreta y respetar al resto. Como mínimo, se debería comprobar las capacidades de adición, sustracción, multiplicación y división. Otras operaciones deberían realizarse o no teniendo en cuenta el nivel sociocultural del paciente.
Para efectuar estos estudios se han propuesto varias baterías de pruebas. De entre ellas destaca el WAIS-III que es probablemente la más usada, aunque presenta limitaciones, como centrarse mucho en la solución de problemas aritméticos mentales y su difícil aplicación a pacientes con defectos del lenguaje o la memoria. Existen otros muchos tests para el estudio de las habilidades del cálculo, de entre los que destacan el EC301 o el propuesto por Ardila en el 2002.
Fuente:
Bermejo-Velasco, P. E. & Castillo-Moreno, L. (2006) Acalculia: clasificación, etiología y tratamiento clínico. Revista de Neurología; 43 (4): 223-227.
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