Muchas palabras del “diccionario psicológico” han pasado a formar parte de la cultura popular, de manera que no es extraño escuchar frases como “estoy estresado” o “tengo ansiedad”. A menudo incluso los médicos y otros profesionales de la salud utilizan indistintamente los términos estrés y ansiedad, aunque no son lo mismo.
El problema es que ambos estados causan los mismos síntomas, por lo que no siempre es fácil reconocer las diferencias entre el estrés y la ansiedad. De hecho, se trata de respuestas adaptativas ante el medio. El problema surge cuando estos estados se mantienen a lo largo del tiempo.
¿En qué se diferencia el estrés de la ansiedad?
1. La causa del estrés es fácilmente identificable, la de la ansiedad no. Como regla general, el estrés aparece en presencia de factores estresantes, como puede ser un exceso de trabajo, una ruptura de pareja, conflictos interpersonales o problemas de enfermedad. Al contrario, la ansiedad es un estado de carácter más difuso, que sigue estando presente aunque el factor estresante haya desaparecido. En práctica, sabemos de dónde proviene el estrés porque hay una o varias situaciones que nos preocupan, pero resulta más difícil determinar qué nos causa la ansiedad.
2. En la ansiedad prima el miedo, en el estrés la preocupación. Otra diferencia entre el estrés y la ansiedad radica en los sentimientos y sensaciones que ambos estados generan. Si bien a primera vista pueden parecer idénticos, lo cierto es que la ansiedad actúa como una bola de nieve y tiende a convertirse en un miedo de carácter generalizado, cuya máxima expresión son los ataques de pánico. Al contrario, cuando padecemos estrés lo que suele primar son las preocupaciones, que generalmente giran en torno a la situación desencadenante, así como una sensación de nerviosismo y frustración. En la ansiedad, esas preocupaciones tienen un carácter más vago y general.
3. La ansiedad es un exceso de futuro, el estrés un exceso de presente. Una de las diferencias entre el estrés y la ansiedad es su proyección en el tiempo. La ansiedad suele ser la respuesta ante la anticipación de situaciones, la idea de que algo malo pueda ocurrir, por lo que es más un mirar con miedo hacia el futuro, un temor por algo que aún no ha ocurrido. De hecho, el miedo a sentirse ansiosos es uno de los principales factores que dispara la ansiedad. Al contrario, el estrés suele ser un exceso de presente ya que normalmente se acompaña de la sensación de no poder lidiar con las situaciones que estamos atravesando, se dispara cuando creemos que no tenemos los recursos para hacerle frente a determinado evento. Un ejemplo muy sencillo para comprender la diferencia: la persona se estresa cuando va con retraso a una reunión importante y se le derrama el vaso de café justo al salir de casa, al contrario, padece ansiedad cuando piensa continuamente en que se le podría caer el vaso de café encima.
4. El estrés suele estar provocado por factores externos, la ansiedad se alimenta de factores internos. Aunque es difícil establecer una distinción entre los factores externos e internos, el estrés suele ser el resultado de eventos que nos resultan difíciles de gestionar. La situación que los causa suele escaparse de nuestro control. Al contrario, la ansiedad se alimenta más de los factores internos ya que implica una anticipación angustiosa de hechos que aún no han sucedido, es una expresión de pensamientos anticipatorios catastróficos. La diferencia entre los factores e internos y externos es importante ya que si conoces exactamente qué te preocupa y angustia, podrás emprender los pasos necesarios para lidiar con esa situación, ya se trate de un evento externo o un problema que alimentas en tu mente.
5. El estrés desaparece con la situación estresante, la ansiedad suele perdurar. Una de las principales diferencias entre el estrés y la ansiedad se refiere a su tiempo de duración. Lo usual es que cuando se soluciona la situación que nos preocupa, el estrés desaparezca o al menos disminuya. Por ejemplo, cuando finalmente terminamos el proyecto y lo entregamos, nos deshacemos del pesado fardo de tensión y agobio que cargábamos sobre nuestros hombros. Sin embargo, con la ansiedad no ocurre así ya que, al no estar causada por un hecho puntual, a veces es necesario recurrir a la terapia psicológica para aprender a lidiar con este estado y relajarse.
¿Cuándo hay que preocuparse?
Es importante saber que el eustrés, como se le llama al estrés positivo, no es dañino. Al contrario, nos da la dosis extra de energía que necesitamos para enfrentar la tarea que tenemos por delante. La ansiedad tampoco es negativa, ese estado de aprehensión que se desarrolla fundamentalmente cuando nos sentimos vulnerables también prepara nuestro cuerpo para la acción. Esa es la razón por la cual ambos estados generan un aumento de adrenalina, aumentan la frecuencia cardíaca y producen tensión muscular.
El problema comienza cuando estos estados, que deben ser transitorios, sientan casa. En este punto nuestro organismo se sobrecarga y los sistemas endocrino y nervioso comienzan a dar las primeras señales de saturación o incluso pueden llegar a colapsar.
Por eso, aunque se trata de respuestas normales ante ciertas situaciones, es importante ponerles freno cuanto antes. De hecho, en muchos casos, cuando el estrés se mantiene a lo largo del tiempo, puede convertirse en ansiedad, y esta puede terminar provocando ataques de pánico, los cuales limitan seriamente la vida de la persona.
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