Existen pocas cosas peores que la invalidación emocional, sobre todo cuando proviene de las personas más cercanas, esas que supuestamente deberían entendernos y apoyarnos en los peores momentos. Sin embargo, a veces la empatía brilla por su ausencia y en su lugar encontramos un muro de incomprensión.
La invalidación emocional es el acto de descartar, ignorar o rechazar las emociones, sentimientos y estados afectivos de una persona. Muchas veces se realiza con la mejor de las intenciones, para intentar animarnos o restarnos preocupaciones, pero lo cierto es que esa actitud termina transmitiendo el mensaje de que lo que sentimos no importa, es inadecuado o está fuera de lugar. Eso, obviamente, no nos ayuda a sanar.
Frases comunes que esconden una invalidación emocional
1. “No es para tanto”
Todos, en algún momento de nuestra vida, hemos escuchado un “no es para tanto” o algunas de sus variantes, como “no te preocupes, es una tontería” o “estás exagerando”. A menudo, esas expresiones tienen como objetivo quitar hierro al asunto para que dejemos de preocuparnos o nos sintamos mejor. Pero generalmente consiguen el efecto opuesto.
Cuando alguien nos dice que no es para tanto, es como si nos dijera que no somos capaces de abordar las dificultades de la vida o, peor aún, que estamos haciendo una tormenta en un vaso de agua o creando dramas donde no existen. Esa frase minimiza nuestras reacciones emocionales, para intentar inhibirlas, aduciendo que son excesivas respecto al hecho que las desencadena.
En cambio, deberíamos tener presente que todos no tenemos los mismos valores y prioridades en la vida, por lo que nos preocupan cosas diferentes. Lo que para una persona puede ser un gran problema, para otra puede ser una molestia ínfima. Cada experiencia se vive de manera única y es importante respetar las emociones que genera.
2. “Tienes que ser fuerte”
Existen situaciones en la vida en las cuales, por muy resilientes que seamos, es difícil no desmoronarse. Cuando llevamos una racha encadenando un problema tras otro o nos golpea la adversidad sin previo aviso, que nos digan que tenemos que ser fuertes no es de gran ayuda.
Sentirnos abatidos, tristes o nostálgicos no implica ser débiles. Significa ser humanos. Significa que estamos heridos o nos sentimos dolidos. Significa que una situación nos ha sobrepasado. Y no hay nada de malo en ello. Como tampoco hay nada de malo en expresar ese malestar interior.
De hecho, la frase “tienes que ser fuerte” también puede transmitir una sensación de superioridad o incluso destilar desprecio. Es como si esa persona nos mirara por encima del hombro, de manera que en vez de empoderarnos puede hacernos sentir aún más pequeños, indefensos e incapaces de gestionar lo que nos ocurre.
3. Anímate/Relájate
Existen dos palabras que sientan particularmente mal: “anímate” a quien está deprimido y “relájate” a quien está ansioso. Dado que la depresión y la ansiedad no son estados elegidos voluntariamente y la persona no disfruta precisamente de ellos, las exhortaciones a cambiar su estado de ánimo no solo son banales sino a menudo también dañinas porque implican una invalidación emocional.
En el fondo, pedirle a alguien que se anime o se relaje suele nacer de la idea de que los trastornos psicológicos se pueden combatir únicamente con la fuerza de voluntad, de manera que, en cierta forma, también implica culpabilizarlos. Obviamente, la fuerza de voluntad es importante para afrontar estados como la ansiedad y la depresión, pero no suelen ser suficientes.
Además, el intento de seguir esos consejos suele ser infructuoso y a menudo genera una frustración adicional. Las personas deprimidas que se animan a ir a una celebración, por ejemplo, suelen sentirse peor cuando comparan su estado de ánimo con el de los demás. Las personas con un ataque de ansiedad que intentan respirar profundamente para relajarse pueden terminar hiperventilando. Cada quien tiene un ritmo de sanación que no conviene violentar.
4. “No llores por esa tontería”
“No llores por eso, no merece la pena” o “¡¿Estás llorando otra vez por eso?!” son frases comunes que oímos bastante en nuestra infancia, pero es probable que sigamos escuchándolas en la adultez. Se trata de afirmaciones invalidantes que, supuestamente, tienen el objetivo de darnos ánimo pero que en realidad solo expresan una desconexión emocional.
El llanto suele ser una expresión de tristeza, dolor, frustración, nostalgia o decepción. Las lágrimas aparecen cuando lo que sentimos nos desborda. De hecho, tienen un enorme poder catártico y nos ayudan a calmarnos. Que alguien nos diga que estamos llorando inútilmente no nos hará sentir mejor.
Esa frase desestima completamente nuestra perspectiva y nos incita a esconder nuestras emociones pues percibimos que su expresión no es aceptable. Al final, nos empuja a aislarnos y mantener en secreto nuestros problemas porque percibimos que no hay un oído empático ni un hombro sobre el cual apoyarnos.
5. “He pasado por eso, podría ser peor”
En la vida, todo puede empeorar. Es cierto. Pero sumergirnos en imágenes dantescas y dar rienda suelta al pensamiento catastrófico no suele ser el camino más indicado para sentirnos mejor. Si a eso le añadimos el ingrediente narcisista de quien afirma que ya ha pasado por algo similar, la receta de la invalidación emocional está lista.
En realidad, nadie vive las mismas situaciones porque, aunque las circunstancias externas sean similares, la realidad afectiva de cada persona es única. Cuando alguien tiene que lidiar con una situación compleja emocionalmente, lo último que espera es que la persona a quien pide apoyo recurra al egocentrismo con frases que dejan entrever que su problema no es tan grande ni importante.
Aunque animar a alguien a ver el lado más negativo de la situación puede ayudarle a asumir perspectiva y serenarse, a menudo esas frases solo demuestran un desinterés por ponerse en el lugar del otro e implican un juicio comparativo. A fin de cuentas, el hecho de que la vida pueda depararnos dosis mayores de problemas no significa que la adversidad actual duela menos.
¿Cómo validar las emociones de manera asertiva y respetuosa?
Muchas de las frases invalidantes en realidad tienen como objetivo ayudar a la persona a asumir una distancia psicológica de su problema para que pueda verlo con otros ojos o con mayor serenidad. De hecho, suele tratarse de frases que hemos escuchado a lo largo de los años y que reproducimos sin pensar demasiado en sus implicaciones y significados.
Sin embargo, si realmente queremos ayudar a una persona debemos ser conscientes de que la manera de decir las cosas es tan importante como lo que se dice. Para evitar que el tiro salga por la culata, es importante respetar y validar sus emociones. Frases como “entiendo lo que sientes”, “lamento mucho que te sientas así” o “comprendo tu situación” facilitan la conexión emocional.
También es importante evitar la tendencia a dar consejos no solicitados. Sentirse mal no implica necesariamente no saber qué hacer. A veces solo necesitamos un poco de tiempo para recomponernos. Llorar la pérdida. Descansar. Recuperar fuerzas… En esos casos no necesitamos a alguien que nos diga qué debemos hacer o cómo debemos afrontar la situación. No necesitamos a alguien que nos apresure a sanar o que nos diga que estamos exagerando, sino simplemente un hombro amigo y un oído comprensivo.
Si nos preocupa el estado de esa persona, lo mejor es preguntarle qué podemos hacer para ayudarla. Un “me preocupo por ti, ¿cómo puedo ayudarte?” es mucho más respetuoso que un consejo indeseado que termine siendo iatrogénico.
En general, tenemos que empezar a sentirnos más cómodos hablando y expresando las emociones, en vez de intentar invalidarlas empujando a los demás a esconderlas simplemente porque no nos apetece realizar el esfuerzo que implica ponerse en su piel o nos sentimos incómodos con la tristeza, el llanto o la rabia.
Asumir una actitud más empática y receptiva es un primer paso muy importante hacia la validación emocional de los demás y la propia. Compartir nuestro universo afectivo es una experiencia increíble, pero necesitamos que haga resonancia en los demás. Si nuestras emociones rebotan contra el muro de la indiferencia, nos encerraremos cada vez más en nosotros mismos.
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