“En el frontispicio de nuestro siglo no se lee ya la máxima délfica ‘Conócete a ti mismo’ sino esta otra: ‘Explótate a ti mismo’”, escribió el filósofo Max Stirner a inicios del siglo XIX pero sus palabras se revisten de un halo profético y resuenan con el concepto de la sociedad del cansancio de Byung-Chul Han.
Interesantes y controvertidas a partes iguales, muchas de las ideas y frases de Max Stirner han quedado sepultadas en el olvido, en parte porque son demasiado incómodas y van en contra del status quo. Sin embargo, este filósofo ha exaltado como ningún otro el poder del “yo” y nos anima a luchar por la libertad personal, hasta el punto que muchas de sus palabras son dardos dirigidos directamente hacia el centro de nuestra conciencia: “Conózcanse a ustedes mismos […] Abandonen sus esfuerzos hipócritas, esa manía insensata, de ser otra cosa que lo que no es”.
Reflexiones de Max Stirner que nos guían hacia la imprescindible deconstrucción personal
1.La libertad no puede ser concedida graciosamente, tiene que ser conquistada gloriosamente.
Stirner creía que “la libertad pertenece al que la toma […] Quien no es nada más que lo que hacen de él las circunstancias o la voluntad de un tercero, posee solamente lo que ese tercero le concede”. Estaba convencido de que “lo que nos es dado, no nos pertenece como propio”. Por eso nos anima a luchar por lo que deseamos, a liberarnos de los grilletes sociales que en su momento nosotros mismos quizá ayudamos a construir. Nos anima a tomar las riendas de nuestra vida, sin esperar a que alguien más nos de permiso para hacerlo.
2. Toda libertad es esencialmente una autoliberación.
“Uno debe saber romper su propia fe y hasta su juramento si quiere determinarse”. Una de las ideas de Max Stirner que se refleja en toda su obra es que la auténtica libertad implica un acto de deconstrucción y rebeldía personal. Primero necesitamos darnos cuenta de todas las construcciones sociales que hemos interiorizado, como los principios, creencias y valores que no nos pertenecen y con los que no nos identificamos plenamente, y luego debemos ir un paso más allá construyendo nuestros propios valores y principios. Solo ese acto de introspección puede conducirnos a la libertad.
3. Cuanto más aprendemos a conocernos, más nos reímos de lo que considerábamos insuperable.
Sabemos que hemos superado un obstáculo o un problema cuando somos capaces de volver la vista atrás y reírnos de lo ocurrido o, al menos, verlo con una perspectiva tan desapegada que nos permita notar cuán inútil era preocuparnos por aquello. Si nuestro pasado sigue generando sentimientos como el odio y rencor, angustia o ansiedad, es porque todavía no lo hemos superado y seguimos siendo sus prisioneros.
4. ¿De qué servirá al hombre conquistar el universo, si con ello daña su alma?
Con esta frase, Max Stirner nos transmite la idea de que el camino a menudo es más importante que la meta, que la persona en quien nos hemos convertido a lo largo de ese trayecto es mucho más importante que el resultado que hemos alcanzado. También nos anima a preguntarnos cuánto estamos dispuestos a sacrificar para conseguir determinados objetivos. Puede que descubramos que el trueque no vale la pena.
5. Todo interés, por lo que sea, hace de mí, cuando no sé desprenderme de él, su esclavo.
En una sociedad consumista donde las personas no valen por lo que son sino por lo que tienen, esta idea gana protagonismo. Stirner nos alertaba de que todo aquello en lo que centremos de manera obsesiva nuestra atención termina convirtiéndonos en sus esclavos porque restringe nuestra atención, limita nuestro pensamiento crítico y nos arrebata nuestra capacidad para desear algo más. Este pensamiento de Max Stirner se aplica lo mismo a las posesiones materiales que a las relaciones interpersonales o incluso a las ideas. Todo aquello de lo que no seamos capaces de desprendernos, puede terminar convirtiéndose en nuestra cárcel.
6. Si permites que otro te dé la razón, debes consentir igualmente que te la quite.
Stirner consideraba que era improductivo discutir para tener la razón. Todas esas discusiones cotidianas en las que no buscamos un auténtico entendimiento sino tan solo la validación y aprobación última por parte de nuestro interlocutor, no implican una auténtica victoria sino el sometimiento a la voluntad del otro. Cuando estamos seguros de algo, no debemos supeditarlo a la aprobación externa, que a menudo es tal lábil como el viento, sino continuar adelante con esa idea o proyecto. Buscar la aprobación de los demás solo genera una dependencia.
7. Si estás encadenado a lo que hiciste en el pasado y tienes que parlotear por lo que hiciste ayer, no puedes transformarte a ti mismo en cada instante.
Stirner nos anima a liberarnos del yugo del pasado y la pesada carga emocional y moral que representa. Solo podemos deconstruirnos cuando abandonamos la necesidad de mirar atrás continuamente en la búsqueda de excusas para nuestros comportamientos y formas de pensar. El acto de transformación personal puede partir del pasado, para comprender por qué somos como somos, pero debe seguir mirando hacia el futuro. Caso contrario, se convierte en un acto de autoafirmación de las viejas creencias y lastres experienciales.
8. Aquel que está satisfecho con lo que es y con lo que tiene, no quiere cambiar el estado de las cosas.
El auténtico cambio surge de la insatisfacción. Aunque a menudo evitamos los conflictos porque representan un estado de incomodidad para el “yo”, son esas contradicciones e insatisfacciones las que nos empujan a cambiar el estado de las cosas. Por tanto, debemos comprender que conceptos revestidos socialmente de una impronta negativa, como la insatisfacción, los conflictos y los problemas, en realidad son la piedra angular para el cambio y la evolución, son el combustible que dinamiza nuestro “yo” y lo empuja a salir de su zona de confort.
9. El hombre maduro difiere del joven en que toma el mundo como es, sin ver por todas partes males que corregir, entuertos que enderezar, y sin pretender moldearlo a su ideal.
En el pensamiento de Max Stirner, la madurez psicológica equivale a una especie de aceptación radical. Esa aceptación no es una resignación pasiva, sino que implica comprender el mundo tal como es, de manera que este deja de convertirse en una fuente de malestar. La madurez implica no luchar contra molinos de viento, elegir sabiamente aquellas batallas que vale la pena luchar, aceptando todo aquello que no podemos cambiar, en vez de intentar moldear la realidad a nuestra idea de cómo deberían ser las cosas. Paradójicamente, ese acto de “aceptación” nos libera porque nos permite centrar nuestra atención y recursos en lo que realmente vale la pena.
10. La costumbre a la renuncia congela el ardor de los deseos.
Stirner pensaba que la educación a la que nos somete la sociedad es un proceso de renuncias constantes. Renunciamos a jugar, que es lo que realmente nos apetece, para pasar horas sentados en un pupitre. Renunciamos muchas veces a decir lo que pensamos para ser políticamente correctos. Y renunciamos muchas veces a nuestros valores y sueños para encajar en determinados grupos. El precio de esas renuncias es nuestra capacidad para desear. Cuando necesitamos acallar a nuestro “yo” para encajar en la sociedad, terminamos perdiendo el contacto con nuestros auténticos deseos, de manera que abrazamos los deseos de los demás, deseamos lo que tienen los demás, con la vana e inútil esperanza de que ello nos haga felices.
11. La gente, por lo general, no piensa más allá que lo que sus maestros han pensado.
Esta frase de Max Stirner nos alerta sobre la importancia del pensamiento libre porque, según sus palabras: “el Estado me da una educación y una instrucción adecuada a él y no a mí”. No podemos perder de vista que la educación es un proceso de preparación del individuo para que se inserte en la sociedad, generalmente a través de la transmisión de aquellos – y solo aquellos – conocimientos y habilidades que se consideran necesarios. Por desgracia, muchas personas se quedan atrapadas toda la vida en ese proceso educativo y no son capaces de desarrollar un pensamiento libre, autónomo y crítico.
12. Lo que no ve la inteligencia de los inteligentes, lo ve en su sencillez un alma de niño.
En sintonía con la idea anterior, Stirner nos alerta sobre los peligros de la supuesta “inteligencia”, una inteligencia que ha sido cuidadosamente moldeada en el proceso educativo y que a menudo no es capaz de traspasar sus fronteras. Para escapar de esos condicionamientos que limitan nuestro pensamiento necesitamos volver a ser niños, lo cual significa mirar con curiosidad al mundo, pero también ponerlo todo en duda, preguntándonos el por qué de las cosas, incluso de aquellas que siempre han sido así o que todos dan por sentado. Entonces se abre ante nuestros pies un camino completamente nuevo.
13. Más vale el hombre que se niega a todo y a todos, que aquel que consiente siempre.
“La influencia moral comienza donde comienza la humillación, bajo la cual el orgullo, forzado a doblarse o romperse, deja el puesto a la sumisión”, escribió Stirner. Y por eso pensaba que más vale la persona que se opone a todo porque demuestra que al menos tiene criterio propio, que aquella que siempre está de acuerdo con los demás ya que esta puede ser fácilmente manipulable.
14. Aquel cuya única inquietud es vivir, no puede pensar en gozar de la vida.
Esta frase de Max Stirner retoma una idea taoísta según la cual, no podemos encontrar la serenidad y la paz interior simplemente porque nuestra afanosa búsqueda nos lo impide. Si estamos demasiado precupados por aprovechar cada instante, por no perdernos nada, por apurar la vida al máximo, como le sucede a muchas personas en la actualidad, solo conseguimos sumirnos en una vorágine que nos impide gozar verdaderamente de la vida. Así, mientras más queremos aprovechar la vida, más la desaprovechamos cayendo en una espiral de compromisos y tareas contrarreloj.
15. Ante lo sagrado pierde uno todo su poder, se siente impotente y se humilla. Nada, sin embargo, es sagrado en sí mismo, yo solo lo consagro. Lo que canoniza es mi pensamiento, mi juicio, en una palabra, mi conciencia.
Esta frase de Max Stirner es central en su pensamiento filosófico porque nos anima a cuestionarnos las cosas más básicas, precisamente aquellas que consideramos sagradas. Nos recuerda que nada es sagrado de por sí, que somos nosotros quienes aceptamos y otorgamos a determinadas cosas el rol de “sagradas”. Y nos alerta de que una vez que hemos colocado por encima nuestro determinado ideal sagrado, este nos arrebata todo nuestro poder y domina.
Fuente:
Stirner, M. (1976) El único y su propiedad. Pablos Editor: México.
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