La intransigencia de los sistemas de contabilidad del Royal Army Medical Corps durante la Primera Guerra Mundial impidieron que se reconociera la neurosis de guerra como una patología, a pesar de que a finales de 1914 ya afectaba al 10% de los oficiales británicos.
Según un estudio realizado en la Universidad de Sussex, la actitud intransigente de políticos, economistas y médicos de la época impidió tratar adecuadamente aquel problema, reforzar las unidades de atención a los soldados y, en última instancia, generó un enorme estigma social ya que aquel trastorno psicológico se asoció a la cobardía.
No cabe duda de que la intransigencia puede manifestarse en cualquier nivel y esfera de la vida. Es cierto que, en ocasiones, ser intransigente no solo es necesario sino incluso valioso. Pero no es menos cierto que la mayoría de las veces la intransigencia causa más problemas de los que soluciona.
¿Qué es la intransigencia?
La intransigencia es un concepto que implica no ceder. La persona intransigente está convencida de que su punto de vista es justo, razonable o verdadero. Y por eso no cede ni un milímetro. Desde esta perspectiva, se ha asociado con características positivas como la tenacidad, la persistencia y la perseverancia.
Sin embargo, el significado de la intransigencia también es lo opuesto a transigir, que proviene del latín transigĕre e indica ceder parcialmente con el objetivo de llegar a un acuerdo, buscar un punto en común y acabar con las diferencias.
Esta perspectiva revela el lado más oscuro de la intransigencia y la aleja de la sensatez. De hecho, a menudo la intransigencia roza la terquedad con matices de egoísmo, sustentada en la incapacidad para actuar con flexibilidad cuando las circunstancias cambian.
No obstante, un concepto de intransigencia más imparcial, despojado de las acepciones culturales se refiere a la misma como una resistencia al impulso de cambiar maleablemente de posiciones sólidas previamente establecidas.
¿Qué significa ser intransigente?
Todos podemos ser más o menos intransigentes en determinadas situaciones. No transigir en la defensa de nuestros derechos asertivos es positivo, por ejemplo. También podemos exigir que se nos trate con respeto y dignidad. O mantener una postura firme e inamovible contra la violencia. Sin embargo, debemos tener cuidado de no convertirnos en personas intransigentes.
En esos casos la intransigencia está vinculada a un deseo de no comprometerse con el otro. Es un parapetarse detrás de nuestra postura usando nuestras creencias e ideas como armas arrojadizas sin la menor intención de tender puentes. Como resultado, las personas intransigentes suelen desarrollar un patrón psicológico: se vuelven renuentes a adaptar su visión del mundo a la realidad.
De hecho, en muchos casos “la actitud intransigente es más indicativa de una incertidumbre interior que de una profunda convicción”, como explicó el filósofo Eric Hoffer. “La postura intransigente se dirige más contra la duda interior que contra el agresor exterior”.
A veces la intransigencia no surge de creencias sólidas y convicciones férreas, como nos gusta pensar, sino que es más bien la respuesta de un ego que se siente atacado y quiere defenderse. A fin de cuentas, a veces hay que tener más seguridad y confianza en uno mismo para abrirse al diálogo que para cortar la comunicación. Por eso, la intransigencia puede ser la expresión de un miedo a descubrir que nuestras creencias, valores e ideas no son tan sólidos como pensábamos.
De hecho, somos más resistentes al compromiso e intransigentes en algunos temas que otros. Un estudio realizado en la Universidad de Nebraska-Lincoln descubrió que en entornos de gran incertidumbre que son percibidos como una amenaza, las personas más conservadoras suelen mostrarse más intransigentes y menos dispuestas al cambio y el compromiso.
Desde esta perspectiva, la intransigencia puede ser una respuesta extrema a la incertidumbre porque aferrarnos a nuestras ideas, creencias y estereotipos nos brinda una sensación de seguridad. Esta actitud se convierte en una especie de tabla salvavidas y escudo para proteger un ego que se siente amenazado en un mundo que está cambiando.
Lo confirman psicólogos de la Universidad Stony Brook. En su estudio comprobaron que las personas que participaban en una negociación meramente económica eran relativamente generosas con una oferta media del 62%. Además, la mayoría de los participantes (84%) aceptaron al menos una división a favor de su oponente; es decir, permitiéndoles quedarse con el 60 o el 80% del dinero.
Sin embargo, la negociación cambió radicalmente cuando el juego se llevó al terreno político y entraron en juego los valores. Para casi todas las negociaciones políticas la oferta media se encontró muy por debajo del 60% y la mayoría de los participantes la rechazaron.
Los psicólogos concluyeron que “las personas con convicciones morales más fuertes y actitudes más extremas sobre un tema en particular fueron más agresivas al negociar, lo cual contribuye a negociaciones fallidas”. Creen que “la convicción moral activa una mentalidad que dificulta ofrecer concesiones, haciendo incluso que las personas desprecien o sientan más antipatía por su oponente”.
Las ventajas y desventajas de la intransigencia
La intransigencia llevada al extremo, como casi todo en la vida, es dañina. Psicólogos de la Universidad Autónoma de Madrid comprobaron que cuando las personas logran distanciarse lo suficiente de una situación, suelen actuar de manera más intransigente rigiéndose por un razonamiento consecuencialista de medios y fines. Es decir, se convencen de que los medios justifican los fines y toman decisiones más extremas que a menudo causan daño a los demás.
El principal problema de la intransigencia es que a menudo dinamita los puentes del entendimiento. Cuando nadie está dispuesto a dar los pequeños pasos necesarios para acercar posturas dejando atrás la zona de confort en la que se encontraban, lo más probable es que la brecha se agrande. La principal consecuencia de esa actitud intransigente es la confrontación directa. Una batalla – literal o metafórica – en la que hay un vencedor y un vencido.
No obstante, tampoco se puede demonizar la intransigencia. Hay ocasiones en las que no debemos transigir. Pero también debemos ser conscientes de que las situaciones en las que debemos ser firmes no son tantas como nuestro ego nos hace creer.
En la vida cotidiana, suele ser mucho más inteligente y asertivo flexibilizar posturas y llegar a acuerdos. Generalmente es mejor enfocarnos en lo que nos une que en lo que nos diferencia. Como dijera el político Barney Frank, “la clave para entender los acuerdos es recordar que el hueso del tobillo está conectado al hueso del hombro. Cualquier cosa puede ser la base de un trato”.
¿Cómo lidiar con una persona intransigente?
- Nivela tus expectativas. Sylvia Plath afirmó: “si no esperas nada de nadie, nunca te sentirás decepcionado”. Aunque es muy difícil no albergar expectativas sobre el comportamiento de los demás y sobre cómo deben ir las cosas, lo cierto es que si esperamos que las personas intransigentes se pongan en nuestro lugar y nos comprendan, probablemente terminaremos terriblemente decepcionados y frustrados, Por ende, si sabemos que tenemos que lidiar con la intransigencia, será mejor que nivelemos nuestras expectativas y no le pidamos peras al olmo.
- Gestiona tus emociones y sentimientos. Las personas intransigentes pueden llegar a ponernos de los nervios. Es normal. Cuando intentamos ser empáticos o tenemos un problema y chocamos contra un muro de ladrillo, es comprensible que sobrevenga la frustración. Sin embargo, la tensión genera más tensión. Lo ideal es que respires profundamente. Te relajes. Asumas una distancia psicológica. Y solo entonces, decidas qué hacer.
- No te lo tomes como algo personal. Cuando dejamos que las emociones tomen el mando, es fácil llevarlo todo al terreno personal. Podemos pensar que esa persona tiene algo contra nosotros cuando es más probable que esa intransigencia sea una característica de personalidad que se ha ido formando con los años. En su lugar, nos será mucho más útil pensar que la vida no es justa y que a lo largo de nuestro camino tendremos que lidiar con muchas situaciones desagradables. No son un castigo del universo. No es nada personal. Es tan solo una experiencia más.
- Ve directo al punto. Cuando nos encontramos ante una persona intransigente, nuestra primera reacción suele ser intentar convencerle. Recurrimos a todas las razones habidas y por haber. Pero esa verborrea no suele vencer la intransigencia. Lo mejor es que te detengas un minuto para pensar en tus argumentos más fuertes y aquello que podrías tener en común con la persona que tienes delante. Céntrate en ello. Cuando brindamos muchas razones, nuestro interlocutor puede percibirlas como justificaciones creadas ex profeso para convencer. Por eso, lo mejor es mantener una comunicación clara y concisa.
- Haz notar el comportamiento intransigente. En algunas ocasiones hacerle notar a la otra persona que está comportándose de manera intransigente puede ser clave para penetrar su barrera. Para lograr que no se ponga a la defensiva, es importante favorecer la empatía y evitar las recriminaciones o cualquier atisbo de agresividad. Tan solo debes limitarte a hacer notar, sin ánimos de culpabilizar, cómo esa intransigencia te está afectando o explicar sus consecuencias futuras.
¿Cómo dejar de ser intransigente?
Como ya se ha explicado, la intransigencia no siempre es mala. No debemos pensar que es, obligatoriamente, una característica de personalidad peyorativa o indeseable. Mantenerse firme a veces es bueno. Otras veces es malo. Todo depende de las circunstancias.
El problema de la persona intransigente, sin embargo, es que no tiene la flexibilidad mental necesaria para adaptarse a los cambios. Como resultado, puede obstinarse en defender posturas que terminen lastimándola o asume actitudes que dañan a los demás o afectan sus relaciones. Eso significa que para dejar de ser intransigente es necesario desarrollar cierta flexibilidad, tanto en el plano cognitivo como emocional.
- Dejar ir la necesidad de tener razón a toda costa. Las personas intransigentes suelen estar más interesadas en tener razón que en conocer las perspectivas de los demás o dialogar. En cambio, si quieres desarrollar una visión más amplia del mundo, debes escuchar lo que piensan los demás y hacer preguntas, en vez de realizar afirmaciones contundentes que cierran las puertas a la necesaria disensión.
- Enfócate en entender más que en imponer. La intransigencia suele surgir de la creencia de que tenemos la verdad absoluta. No prevé la existencia de diferentes posibilidades y puntos de vista. Por tanto, si quieres dejar de ser intransigente debes esforzarte más por comprender a los demás. De hecho, comprender no significa, necesariamente, estar de acuerdo, sino tan solo aceptar que existen otras maneras de ver el mundo.
- Deja que los demás hablen en vez de monopolizar la conversación. Las personas intransigentes a menudo están demasiado llenas de sí mismas y de sus ideas, por lo que suelen monopolizar la conversación para hacer valer sus puntos de vista. Sin embargo, de esa manera no aprenden nada ya que solo refuerzan su perspectiva. En cambio, dejar hablar a los demás, escucharlos y reflexionar sobre sus palabras puede ayudarte a abrir la mente.
- Abre la puerta a la contradicción. La intransigencia muchas veces es la expresión del miedo a la incertidumbre ya que permite aferrarse a ciertas ideas que generan la sensación de seguridad y estabilidad. De cierta forma, cuando las personas intransigentes encuentran una idea con la que se identifican y se sienten cómodas, cierran su mente alrededor de ella para impedir que otras ideas puedan “contaminarla” y alterar ese equilibrio. Por esa razón, las opiniones diferentes suelen ser percibidas como amenazas. No obstante, hasta que no asumas que el mundo es contradictorio no podrás desarrollar una mente más abierta en la que puedan coexistir ideas ambivalentes.
- Sé más humilde. Las personas intransigentes no suelen caracterizarse precisamente por su humildad. No solo desean tener la razón – con mayúsculas – sino que también quieren imponer su verdad a los demás. Por eso, para dejar de ser intransigente es esencial desarrollar una actitud más humilde. Reconoce tus errores y limitaciones. Acepta que no sabes todo y que cualquier persona en este mundo puede enseñarte algo, incluso quien menos esperas.
Fuentes:
Delton, A. W. et. Al. (2020) Moral Obstinacy in Political Negotiations. Political Psychology; 41(1): 3-20.
Miley, F. & Read, A. (2020) Soldiers don’t go mad: Shell shock and accounting intransigence in the British Army 1914-18. The British Accounting Review; 100956.
Haas, I. J. (2016) The Impact of Uncertainty, Threat, and Political Identity on Support for Political Compromise. Basic and Applied Social Psychology; 38(3): 137-152.
Aguilar, P. et. Al. (2013) Psychological distance increases uncompromising consequentialism. Journal of Experimental Social Psychology; 49(3): 449-452.
Artana dice
Cuando me encuentro en estas situaciones, creo que la mejor es la cinco.
hago ver a la persona como me siento y lo que esta pasando, al ser personas tienen sentimientos y aunque sea por poco tiempo les hago reflexionar la postura que aportan.
si el caso es un servicio publico… si no tienes "enchufe" o un renombre… creo que lo mejor es girarte e irte a casa, para intentarlo otro dia que haya cambiado de luna o que se yo.
Jennifer Delgado Suarez dice
Artana,
Hacer notar el comportamiento intransigente y explicarle a la persona cómo nos impacta es una buena estrategia.
Desgraciadamente, no siempre funciona.
Entonces no nos queda más que retirarnos y probar nuevamente otro día, como bien dices.
López Espejel Alejandra Mercedes dice
Muchas veces es la manera de pedir las cosas.
Victoria dice
Yo vivo con una persona intransigente y es insostenible la convivencia todo debe hacerse a su manera.