“Los hombres no pueden ser más perfectos que el sol. El sol quema con la misma luz con que calienta. El sol tiene manchas. Los desagradecidos no hablan más que de las manchas. Los agradecidos hablan de la luz”, escribió hace muchos años el poeta José Martí.
Esta reflexión tiene un profundo trasfondo taoísta y se refiere a que en cada persona, en cada proyecto y en cada acción que emprendemos pueden coexistir dos partes: una más positiva y otra más negativa. Somos nosotros quienes elegimos en qué parte fijarnos.
Desgraciadamente, hay personas que solo han aprendido a ver las manchas del sol, obviando su luz y calor. Se trata de personas que se centran en los pequeños errores ajenos y pasan por alto las virtudes, cualidades y valores de los demás.
Estas personas tienen la costumbre de mirar a los demás con lupa, para detectar todos sus fallos, y no se dan cuenta de que antes necesitarían mirarse al espejo. El problema es que relacionarse con ese tipo de personas criticonas puede terminar causando profundos daños a nuestra autoestima ya que no solo nos hacen sentir mal por nuestras debilidades y equivocaciones, sino que incluso pueden hacer que creamos que no valemos nada.
¿Cómo detectar a las personas criticonas?
Estas personas siempre ponen el dedo en la llaga, asumen una actitud negativa con la cual minan tu moral. Podrás descubrirlas porque:
– Por mucho que hagas por ellas y les ayudes, siempre se acordarán de aquella vez que no estabas disponible.
– Aunque tengas razón en líneas generales, se empecinarán en resaltar pequeños detalles de tu discurso para generar discusión y no dar su brazo a torcer.
– Aunque logres cosas increíbles, seguirán recordándote tus fracasos. Seguirán mirando atrás, intentando que recuperes ese viejo «yo».
– Siempre encuentran mínimos errores en todo lo que haces, aunque al final las cosas salgan bien.
– Son capaces de ver la paja en el ojo ajeno, pero no se fijan en los errores que ellas mismas cometen. Incluso puede llegar a señalarte errores que ellas mismas han cometido, pero no lo reconocerán.
– Opinan desde una visión reduccionista, sesgada y simplista que no tiene en cuenta el cuadro global.
– Ven la vida en blanco y negro asumiendo un pensamiento de “todo o nada”, para estas personas o haces las cosas bien o te equivocas, no hay puntos intermedios.
– Tienen muy poca autocrítica, no les gusta sentirse juzgados de ninguna tarea y siempre que puedan, evadirán su responsabilidad.
– Aplican una vara de medir muy alta para los demás pero no utilizan esos estándares y criterios consigo mismas, porque probablemente no los pasarían.
Juzgar a los demás es un hábito común de las personas frustradas
Sin darnos cuenta, todos tendemos a replicar las formas de relacionarnos que aprendimos en el seno del hogar. Por eso, es probable que estas personas hayan crecido en un hogar donde los adultos solo se fijaban en sus errores. Si de pequeños solo recibieron atención por sus fallos, es comprensible que hayan desarrollado esta forma de relacionarse con los demás. En práctica, se trata de personas que no han aprendido a mantener interacciones positivas y asertivas.
No obstante, lo más común es que esas críticas provengan de una profunda frustración. Generalmente se trata de personas que no se sienten satisfechas con su vida, por lo que en vez de mirarse al espejo, algo que sería extremadamente doloroso porque tendrían que reconocer su fracaso o insatisfacción, prefieren fijarse en los errores de los demás. De cierta forma, es como si proyectaran sus propias sombras sobre los otros.
Estas personas no se sientan satisfechas con las decisiones que han tomado, quizá porque han sido impuestas por otros, y viven un profundo conflicto interior. Criticar a los demás les permite poner el foco de atención fuera de sí. De esta manera escapan de su escrutinio. Ya lo había dicho Antoine de Saint Exupéry: “Es mucho más difícil juzgarse a sí mismo que juzgar a los demás”.
En otros casos la tendencia a criticarlo todo es un mecanismo de defensa. En práctica, la persona necesita justificar su insatisfactoria trayectoria de vida desacreditando a los demás. Piensan “después de todo no estoy tan mal” o “a fin de cuentas, no soy tan malo”.
Por supuesto, esto significa que cualquiera de nosotros puede llegar a convertirse en una persona criticona. Por eso, antes de dirigir la lupa hacia los demás, debemos asegurarnos de que nos hemos mirado bien al espejo.
¿Cómo lidiar con las personas criticonas?
Si les entregas el poder, las personas criticonas pueden llegar a hacerte mucho daño. No solo pueden afectar tu reputación ante los demás sino que incluso, a fuerza de críticas destructivas, pueden dañar tu autoimagen haciéndote creer que no tienes ningún valor.
No te involucres en una discusión con estas personas porque normalmente reaccionan muy mal y no aceptarán tus razones. Si se sienten atacadas, responderán negativamente porque tus palabras están haciendo mella en el frágil escudo protector que han construido en torno a su ego.
Una buena estrategia para lidiar con las personas criticonas proviene de la Psicología Transpersonal, que ha aplicado uno de los principios del aikido, un arte marcial de origen japonés que tiene un objetivo meramente defensivo y que se basa en usar la fuerza del ataque del adversario, no para causarle daño sino tan solo para alejarlo o dejarlo fuera de combate.
¿Qué sucede cuando aplicamos este principio a los conflictos en las relaciones interpersonales? Que en vez de entrar en un torbellino de reactividad emocional, nos centramos en que esa crítica no nos afecte. De esta manera no asumimos el papel que la otra persona quiere otorgarnos, con lo cual no podrá dañarnos.
Por ejemplo, ante una crítica destructiva, puedes preguntarle a esa persona «¿Cómo crees que tu crítica puede ayudarme a mejorar?» o «¿Qué habrías hecho en mi lugar para obtener mejores resultados?» De esta forma no atacas a la persona pero le devuelves el golpe y la motivas a reflexionar sobre sus palabras. De hecho, con esta estrategia incluso es posible que logres un acercamiento constructivo, convirtiendo una situación cargada de negatividad en algo positivo.
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