Cuando la vida se tuerce, no siempre es fácil aceptar el descalabro, la derrota o la pérdida. A veces recurrimos a la negación como mecanismo de defensa para protegernos o evadirnos de una realidad que nos resulta demasiado agobiante o con la que no somos capaces de lidiar.
Los mecanismos de defensa, un término introducido por Freud en 1894, son “formaciones defensivas para hacerle frente a ideas y afectos que nos resultan dolorosos e insoportables”. Se trata de estrategias psicológicas que usamos de manera inconsciente para protegernos de la angustia que suelen generar determinados pensamientos, sentimientos y/o impulsos que nos resultan inaceptables. En práctica, son una estrategia para protegernos. Sin embargo, eso no significa que los mecanismos de defensa sean adaptativos, al menos a largo plazo.
¿Qué es la negación como mecanismo de defensa?
Anna Freud fue quien investigó con mayor profundidad el mecanismo de negación. Consideraba que se trataba de un mecanismo de defensa primitivo que pone en marcha la mente inmadura cuando entra en conflicto con la realidad o consigo misma. Al negar la realidad o sus impulsos, es como si no existieran. Sin embargo, la negación nos arrebata la capacidad de aprender de la realidad y desarrollar los recursos necesarios para lidiar de manera adaptativa con nuestro entorno.
En el caso de las mentes maduras, la negación como mecanismo de defensa suele activarse ante la muerte o cuando se sufren traumas particularmente impactantes. De hecho, la psiquiatra Elisabeth Kübler-Ross consideró que la negación es la primera de las cinco etapas por las que atraviesa un paciente en estadio terminal. También es una de las primeras etapas del duelo cuando perdemos a un ser querido.
¿Cómo funciona el mecanismo de negación?
Cuando ocurre un cambio no deseado, como un trauma, el primer impulso suele ser no dar crédito a lo ocurrido. En una mente madura, esa negación actúa como un mecanismo protector para darle el tiempo que necesita para reestructurar los recursos psicológicos necesarios para lidiar con el evento sin que se convierta en un trauma psicológico.
La negación convierte esas pulsiones en una presión subsconsciente. Se reprimen los recordatorios del hecho, las emociones o los pensamientos vinculados. Cuando estemos preparados, ese contenido emerge, lo aceptamos e integramos en nuestra historia vital o como parte de nuestro «yo». El problema comienza cuando esos contenidos no son resueltos, sino que se mantienen reprimidos, generando una tensión psicológica extra. Entonces entramos en un ciclo disfuncional.
Los signos más comunes que pueden indicar que has puesto en marcha un mecanismo de negación son:
- Te niegas a hablar del problema o conflicto, a pesar de que tiene un impacto significativo en tu vida.
- Buscas formas de justificar tu comportamiento o sentimientos que no son del todo ciertas.
- Culpas a otras personas del problema o recurres a factores externos para no asumir tu responsabilidad.
- Postergas la toma de decisiones para solucionar el conflicto sin un buen motivo, solo por miedo o incomodidad.
- Haces todo lo posible para no pensar en el problema, conflicto o evento estresante.
- Te sientes angustiado, tenso o triste, aunque no conoces exactamente el origen de esa sensación.
Los diferentes tipos de negación que ponemos en práctica
- Negación del hecho. En este caso la persona suele recurrir a la mentira para negar los hechos u omitir las partes que le resultan dolorosas o inaceptables. En una ruptura amorosa, por ejemplo, puede negarse a reconocer el hecho de que su pareja ya no le ama, inventando explicaciones alternativas a su comportamiento o alimentando falsas esperanzas.
- Negación de la responsabilidad. Hay personas que escapan de sus responsabilidades poniendo en práctica diferentes mecanismos de negación. Culpar a los demás es uno de los más habituales, pero también pueden recurrir a justificaciones más o menos aceptables que les permitan escapar de las consecuencias de sus actos, mezclando este mecanismo de defensa con la racionalización. En otros casos, el mecanismo elegido es la minimización, que consiste en intentar que sus acciones parezcan menos dañinas de lo que fueron en realidad, negando así parte de su responsabilidad.
- Negación del impacto. Muchas personas tienen problemas para gestionar sus emociones, por lo que no es inusual que las repriman. La negación del impacto se produce, por ejemplo, cuando una persona afronta una pérdida significativa y dolorosa diciendo que se encuentra bien. Intenta negar el impacto emocional de lo ocurrido para no tener que lidiar con ello. En práctica, intenta parecer más fuerte de lo que es negando las emociones que está experimentando.
- Negación de la conciencia. Se trata, probablemente, del mecanismo de negación más difícil de detectar y erradicar ya que la persona niega por completo el hecho o el impulso expulsándolo de su conciencia. No solo se produce una negación de los hechos sino también de su impacto y del nivel de responsabilidad. De hecho, se trata de un mecanismo habitual en las adicciones, de manera que la persona adicta se niega a reconocer que tiene un problema.
¿Por qué es importante deshacerse del mecanismo de negación?
La vida puede llegar a ser muy desafiante. Nos plantea problemas y conflictos difíciles de solucionar. Sin embargo, cuando partimos de una aceptación radical podemos afrontar las circunstancias de manera más adaptativa y aprender de ellas.
En cambio, negar lo que sucede no resolverá el problema, tan solo lo ocultará. En muchos casos esa negación hace que el problema siga creciendo, añadiendo más capas de dolor y nuevos conflictos. Cuando no procesamos lo ocurrido, ese contenido se mantendrá activo en una parte de nuestro subconsciente generando angustia, de manera que en realidad no podemos deshacernos por completo de su influjo.
Usar la negación como mecanismo de defensa es como esconder el polvo debajo de la alfombra. Puede ser una solución temporal, pero no es la mejor y, por supuesto, no es definitiva porque en algún momento tendremos que aspirar ese polvo.
Por eso, emplear este mecanismo de defensa implica inhabilitarnos. Es cierto que nos protegemos parcialmente del dolor, pero también nos arrebatamos el poder para aplicar los cambios necesarios que nos permitan salir de ese estado angustiante.
Eso no significa que debamos tener prisa por sanar ya que, en algunas ocasiones, la negación puede protegernos de un impacto emocional demasiado fuerte. Sin embargo, debemos asegurarnos de no pasar demasiado tiempo en esa fase de negación. Necesitamos tomar conciencia de lo que anda mal y preguntarnos qué podemos hacer para remediarlo.
Fuentes:
Dorpat, T.L. (1983) The cognitive arrest hypothesis of denial. The International Journal of Psychoanalysis; 64(1): 47–58.
Linn, L. (1953) The Role of Perception in the Mechanism of Denial.
Journal of the American Psychoanalytic Association; 1(4): 690-705.
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