Es difícil escapar de nuestros pensamientos. Están en nuestra mente. Martillan. Vuelven a la carga una y otra vez. Nos preocupan. Generan ansiedad y depresión. Nos estresan y acorralan. Su persistencia es tal, que no es difícil que terminemos cediendo a lo que nos dicen. Así terminamos respondiendo a ese diálogo interno, en vez de prestar atención a la realidad.
Los 2 trucos psicológicos que usan los pensamientos para confundirnos
Cada día, lidiamos con miles de pensamientos. Muchos son fugaces, pero otros nacen con vocación de perseverar, sobre todo los de naturaleza negativa. De hecho, no prestamos la misma atención a todas las ideas que cruzan por nuestra mente, sino tan solo a aquellas que activan una respuesta emocional o que, por alguna razón, consideramos relevantes – aunque no lo sean.
La pregunta es: ¿cómo determinamos qué pensamientos son válidos y vale la pena considerar, y cuáles simplemente debemos dejar ir? ¿Cómo algunos pensamientos se convierten en «hechos»?
- El impacto emocional. Muchos pensamientos derivan de eventos, de manera que parecen ser ciertos, sobre todo cuando desencadenan determinados estados afectivos. Usamos las emociones como brújula, olvidando que no son un indicador fiable de lo que es verdadero o falso, sino tan solo de nuestra reacción ante lo que ocurre.
- La frecuencia. Cuando un pensamiento aparece una y otra vez, suele afianzarse en la mente, transmitiendo la sensación de que es real. Creencias como “soy un fracaso” le parecen muy reales las personas con baja autoestima o pensamientos como “va a pasar algo terrible” a las personas con ansiedad. Sin embargo, la frecuencia con que aparece una idea no significa que sea cierta.
La principal estrategia de los pensamientos es que son autorreferenciales. Creemos que pensar que estamos en peligro, significa que lo estamos. Y si creemos que no somos lo suficientemente buenos, asumimos que es cierto.
Lo que hace que un pensamiento parezca tan real como una silla o un árbol, es la atención que le prestamos. Convertimos un pensamiento en un “objeto sólido” cuando nos enfocamos en esa idea y le damos una importancia desmesurada, como si fuera un hecho del mundo tangible.
Así se crea un bucle. Cuando prestamos demasiada atención a los pensamientos y actuamos como si fueran ciertos, comenzamos a sentirnos ansiosos y molestos, lo que hace que esos pensamientos surjan con más frecuencia. Alimentados por esas emociones, nos hacen creer que esas ideas no solo son importantes, sino que reflejan fielmente la realidad.
La atención desapegada, una técnica para coexistir con los pensamientos
Los pensamientos no son, de ninguna manera, la realidad, sino nuestra interpretación de ella. El hecho de que pensemos algo tampoco convierte automáticamente esa idea en un hecho ni le confiere una importancia especial.
Los pensamientos no existen en ningún lugar fuera de nosotros mismos. Por tanto, su contenido no afecta directamente los eventos – a menos que actuemos movidos por esas ideas. El pensamiento aparece y existe solo en nuestro interior, por lo que es más realista verlo como lo que es: una interpretación de la realidad.
Eso nos permitirá establecer una distancia psicológica que nos ayude a adoptar una perspectiva más equilibrada y objetiva. Nuestros pensamientos nos indican nuestra reacción ante los hechos, pero no son la realidad en sí misma.
En muchos casos, prestarles menos atención, en especial cuando se trata de pensamientos intrusivos que generan malestar, también nos ayudará a desarrollar una relación más distendida con nosotros mismos, restando angustia, tensión y ansiedad a nuestro día a día.
En la terapia metacognitiva existe una técnica llamada mindfulness desapegado que te permitirá relacionarte con tus pensamientos de una forma diferente y más relajada. Cabe aclarar que “desapegado” no significa ignorar los pensamientos, sino coexistir con ellos, dándoles su justa importancia – ni más ni menos.
Para aplicar atención desapegada a un pensamiento negativo, debes permitir que esa idea esté en tu mente y observarla pasivamente, sin rechazarla ni juzgarla, pero tampoco aferrándote. Es posible que descubras que ese pensamiento simplemente se transforma en otro. La clave radica en no darle vueltas, porque de esa forma creas una bola de nieve de preocupaciones y pensamientos catastróficos que crece a medida que rueda cuesta abajo.
Para hacer ese ejercicio, te ayudará imaginar que tus pensamientos son un sonido de fondo que escuchas, pero a los que no prestas demasiada atención, como el sonido de las campanas de una iglesia o de los coches que pasan por la calle mientras trabajas. Es probable que al inicio notes ese ruido y que incluso te moleste un poco, distrayéndote de lo que estás haciendo, pero al cabo de un rato te acostumbrarás y podrás volver a concentrarte, olvidándote prácticamente de su existencia.
Los pensamientos son como sonidos fugaces que surgen espontáneamente en la mente. Pueden ser palabras o imágenes, pero si no te aferramos a ellos prestándoles demasiada atención, lo normal es que duren tan solo unos segundos y luego se desvanezcan tal como aparecieron.
¿Cuándo debes prestar atención a tus pensamientos?
Siempre.
Pero en su justa medida y siendo consciente de que no tienes que reaccionar siempre a su contenido.
Cuando permites que los pensamientos negativos se apoderen de tu mente, les otorgas poder y dejas que dicten tus decisiones y comportamientos. Cuando prestas demasiada atención a esos pensamientos y permites que te molesten, se refuerzan y pueden hacerte sentir peor.
En cambio, no responder a los pensamientos negativos puede mejorar considerablemente tu bienestar. Rompes el ciclo y les arrebatas el control sobre ti. Les impides moldear la realidad a su imagen y semejanza, por lo que ganas en objetividad y respondes de manera más adaptativa.
Al mismo tiempo, cuando dejas de aferrarte a las preocupaciones y pensamientos negativos, dejas entrar ideas más positivas, creativas y desarrolladoras que te harán sentir mejor, te ayudarán a ir más lejos o se alinearán con tus valores.
Sin embargo, eso no significa ignorar lo que te preocupa. Si un pensamiento vuelve una y otra vez, debes intentar entender su mensaje. Toma nota de lo que quiere decirte e intenta resolver el problema psicológico de base. La clave no es rechazarlos, sino permitirles existir sin tomarlos demasiado en serio como para que distorsionen tu mundo y te hagan sentir mal inútilmente.
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