
Los consejos no solicitados son el pan nuestro de cada día. Están por doquier. Nos persiguen en la vida cotidiana y en Internet. Siempre hay “aconsejólogos” dispuestos a “regalarnos” su sabiduría, personas que dan consejos sin pedirlos hasta el punto de llegar a ser verdaderamente invasivas o incluso ofensivas.
De pedir consejo a recibir consejos no solicitados
En la vida cotidiana tenemos que tomar decisiones constantemente, desde las más pequeñas hasta aquellas vitales. Afortunadamente, podemos recurrir a otras personas en busca de consejos. Podemos preguntarle a un asesor financiero cómo invertir nuestros ahorros o pedirle al camarero que nos aconseje un postre. También podemos pedir consejos a nuestros amigos sobre un problema en el trabajo o un conflicto en la pareja.
Sin embargo, a veces esos consejos nos llueven del cielo. Entonces dejan de ser de ayuda y se convierten en una intromisión en nuestra intimidad. De cierta forma, el aconsejólogo invade nuestro espacio emocional al arrojarse el derecho de traspasar un límite psicológico.
De hecho, aunque los consejos no sean más que opiniones subjetivas que se transmiten a alguien con la intención de ayudarles a orientar su conducta, en el fondo también pueden ser percibidos como un juicio negativo pues indican que esa persona cree que no somos capaces de encontrar una solución o resolver el problema solos.
Un experimento muy interesante realizado en la Universidad de Harvard reveló una paradoja sobre los consejos: el consejo solicitado suele ser peor que el no solicitado, pero cuando las personas lo piden, prestan más atención, por lo que suelen ser más eficaces y conducen a un cambio en las decisiones con mayor frecuencia. En cambio, las personas se sienten más seguras y tienen más confianza cuando ofrecen consejos no solicitados.
De hecho, psicólogos de la Universidad de Singapur constataron que dar consejos nos hace sentir poderosos. Estos investigadores explican que aunque dar consejos puede parecer – y de hecho lo es en muchos casos – generoso y amable, también genera un desequilibrio de poder pues sugiere implícitamente que la persona que recibe el consejo necesita algo de quien se lo ofrece o que no está capacitada para resolver el problema. A veces, es cierto. No siempre podemos navegar solos por las complejidades de la vida. Pero otras veces es simplemente una suposición errónea.
Ni siquiera los terapeutas escapan a esta realidad. Otro estudio desarrollado en la Universidad de Maryland descubrió que cuando los terapeutas brindan consejos no solicitados, la colaboración y receptividad del cliente disminuye inmediatamente después. También reveló que las personas que dan consejos sin pedirlos suelen tener un estilo de apego ansioso, lo cual significa que suelen ser híper sensibles emocionalmente, se angustian en exceso y a menudo dramatizan las situaciones.
Acabar con los consejos no solicitados
Quien da consejos quiere ser útil. Y muchos de nosotros (yo incluida) a menudo ofrecemos orientación y sugerencias con la intención de ayudar. Sin embargo, la línea entre ayudar y entrometerse suele ser muy sutil.
Dar consejos no solicitados repetidamente puede terminar generando problemas en la relación. Pueden ser percibidos como una falta de respeto e incluso pueden transmitir un aire de superioridad pues asumimos que sabemos lo que es mejor para esa persona.
Por esa razón, a menudo los consejos no solicitados se perciben más como una crítica que como una ayuda. De hecho, incluso pueden socavar la capacidad de las personas para descubrir qué es lo mejor para ellas mismas y resolver los problemas activando sus recursos.
Dar consejos no solicitados también puede ser una experiencia muy frustrante para quien los da. Cuando nuestro consejo no es aceptado o apreciado, a menudo nos sentimos molestos, heridos o resentidos, por lo que termina siendo frustrante intentar “ayudar” al otro sin ver los frutos.
Por consiguiente, la próxima vez que nos brinden un consejo no solicitado, es conveniente que recordemos que probablemente esa persona solo intenta ayudarnos. En vez de reaccionar poniéndonos a la defensiva, es mejor agradecerle su preocupación y poner un límite dejando las cosas claras: “gracias por tu consejo, pero es un tema muy personal” o “te agradezco tu preocupación, pero no necesito un consejo”.
Por otra parte, antes de atrevernos a dar un consejo, debemos asegurarnos de haber entendido bien lo que esa persona necesita. Quizá solo necesite a alguien que la escuche. O un oído atento y un hombro comprensivo. Quizá tan solo necesite hacer catarsis para alcanzar un poco de claridad mental…
Por consiguiente, antes de precipitarnos a “solucionar” los problemas de alguien, deberíamos preguntarnos:
¿Por qué quiero dar un consejo en este preciso momento?
¿Sería empático y respetuoso?
¿Qué otra cosa puedo hacer que sea más útil?
¿Hay alguien más calificado que pueda ayudarle?
¿Tiene los recursos psicológicos necesarios para solucionar el problema solo/a?
Por supuesto, como muchas cosas en la vida, es más fácil decirlo que hacerlo, pero plantearnos esas preguntas antes de brindar un consejo no deseado podrá evitarnos muchos malentendidos y frustraciones.
¿Qué hacer si alguien nos pide consejo?
Por último, si una persona realmente nos pide consejo, es importante no sentirnos presionados y salir del paso con la primera frase hecha que acuda a nuestra mente – muchas veces tan rimbombante como carente de significado. Intenta ponerte en su lugar y comprender por lo que está pasando.
No asumas que lo que fue útil para ti también lo será para los demás. No pienses que la manera en que resolverías el problema también funcionará para los demás. En vez de dar consejos tajantes, es mejor prestar un oído empático e intentar empoderar al otro. En vez de aconsejar, puedes preguntar: ¿qué crees que puedes hacer?
De esta forma no supondrás lo que es mejor para ella/él y al mismo tiempo le ayudarás a buscar una solución que encaje realmente con su personalidad y se adapte a su situación. A fin de cuentas, no podemos suponer que nuestras experiencias son válidas para los demás o que nuestra perspectiva es la correcta y única posible.
Referencias Bibliográficas:
Prass, M. et. Al. (2020) Solicited and Unsolicited Therapist Advice inPsychodynamic Psychotherapy: Is it Advised? Counselling Psychology Quarterly; 34(2): 253-274.
Dillon, K. D. (2019) Don’t ask, don’t tell: The problems with soliciting advice. Tesis doctoral: Universidad de Harvard.
Schaerer, M. et. Al. (2018) Advice Giving: A Subtle Pathway to Power. Personality and Social Psychology Bulletin; 44(5): 10.1177.
Xavi Rodriguez dice
Muy buena información, es exactamente como es mi suegro. Tengo tiempo con este problema, siempre me está diciendo y aconsejando que arreglar en mi casa y aconsejando cosas que ni siquiera le pido. Muy estresante. Incluso llegan a la casa sin avisar, pero llegan con regalitos. Incluso hasta el me dice que va a arreglar en mi casa y los planes de como hacerlo. La verdad ya me esta afectando esa situación. Y estan de visita en nuestra casa hasta 4 o 5 días a la semana. Bueno Gracias por toda esta información.
Jennifer Delgado dice
Hola Xavi,
Lo mejor suele ser darle las gracias por sus recomendaciones, pero declinarlas amablemente. Así estableces límites en la relación.
Carolina dice
Yo simplemente soy aconsejadora sin reconocimiento o tal vez si…
hoy aprendí que intentar ayudar podría ser mal interpretado, así que si voy a abrir mi boca la próxima vez pensaré 2 veces lo que voy a decir