En la vida, más temprano que tarde tendrás que lidiar con las personas despreciativas. Se trata de auténticos especialistas en mirarte de arriba abajo, generalmente con un ligero gesto de rechazo, asco y superioridad dibujado en el rostro. Son verdaderos expertos en hacerte sentir mal. Hacerte creer que eres inferior, que no vales lo suficiente o que tu vocación es el fracaso.
La persona despreciativa tiene una intención clara: humillar y rebajar al otro. Busca ridiculizarlo, empequeñecerlo e incluso anularlo, muchas veces abiertamente. Detecta la oportunidad perfecta, justo cuando eres más vulnerable, y lanza su comentario envenenado para abrir una herida en la mente y fracturar el amor propio.
Obviamente, no se trata de una experiencia agradable. A fin de cuentas, el desprecio hiere y desmoraliza. De hecho, pocas actitudes resultan tan dañinas para la integridad psicológica como ser objeto de un desprecio sistemático. Por esa razón, es importante detectar a esas personalidades despectivas y saber cómo actuar con una persona que te desprecia – preferentemente sin perder la calma.
¿Qué se esconde detrás de ese desprecio?
El desprecio es una emoción universal que aparece en todas las culturas, de manera que puede ser tan común como la tristeza o la alegría. De hecho, todos la hemos experimentado en alguna ocasión. Sin embargo, hay personas que convierten el desprecio en el leitmotiv de su vida, usándolo como un filtro a través del cual ven el mundo y se relacionan con los demás.
Estas personas adoptan un desprecio disposicional; o sea, una tendencia a menospreciar, humillar, tratar con frialdad y superioridad o incluso distanciar a todo aquel que se aparta de sus normas y valores, según reveló un grupo de psicólogos de la Universidad de California. Estos investigadores también descubrieron que las personas despreciativas comparten dos características básicas que son bastante estables a lo largo del tiempo:
- Menosprecio por las normas de convivencia y respeto. Las personas despreciativas no se suelen guiar por los estándares de conducta habituales compartidos socialmente que nos ayudan a respetar a los demás y convivir pacíficamente. Al contrario, son extremadamente sarcásticas y críticas en sus interacciones. Por esa razón, no dudan en humillar e invalidar a todo aquel que se interponga en sus planes o simplemente le resulte molesto.
- Sentimiento de superioridad. El desprecio está íntimamente vinculado a una actitud arrogante y de superioridad con la cual se juzga y se trata a los demás. Por ese motivo, no es extraño que las personas despreciativas alberguen un fuerte sentimiento de superioridad, que se expresa a través de una actitud prepotente. Suele tratarse, generalmente, de un desprecio moral e intelectual que nace de la idea de que son superiores a los demás.
La persona despreciativa, sin embargo, lleva consigo una enorme carga de emociones y sentimientos negativos. Y es que detrás de una personalidad despectiva se esconde mucho más que simple desdén, ganas de ofender o el intento de menospreciar los logros ajenos. En el fondo, estas personas suelen experimentar profundos sentimientos de vergüenza y rabia. Muchas veces también viven con irritación e inseguridad puesto que creen que para sobresalir necesitan empequeñecer a los demás.
Esa visión del mundo y de las relaciones a menudo las lleva a vivir en una especie de competición permanente. En realidad, las personas despreciativas siempre se están comparando con los demás porque necesitan sentirse superiores a toda costa. Eso las conduce a un estado de ansiedad y tensión constantes que termina traduciéndose en una actitud cortante, fría y despectiva con los demás, incluso con los más cercanos ya que todos son considerados competidores en algún momento.
Rebajar la valía del otro y minimizar sus logros es la vía que encuentran las personas despreciativas para sentirse mejor. Por esa razón, no dudarán en criticar, menospreciar y destacar lo negativo por encima de cualquier virtud que tenga aquel a quien desean humillar. Su objetivo es simplemente bloquear al que le molesta o le hace sombra. Y muchas veces lo hacen sin cuestionarse los daños que sus palabras pueden hacer.
Existen mil formas de despreciar a una persona, pero todas son negativas
Existen muchas formas de despreciar a una persona, desde la humillación directa hasta los comentarios sarcásticos y los gestos despectivos. La forma que adopte el desprecio dependerá en gran medida de los lazos que hemos establecido y el carácter de la persona despectiva o incluso de su nivel de resentimiento y su necesidad de sentirse mejor que los demás.
Cuando el desprecio llega de las personas con las que convivimos a diario, suele ser más sutil, aunque eso no significa que sea menos doloroso o que haga menos daño. Al contrario, la invalidación constante de las personas que supuestamente deben apoyarnos se convierte en una estocada fatal para nuestra autoestima.
Muchas personas despreciativas recurren al sarcasmo y sonrisas que esconden veneno para señalar lo que consideran nuestros errores, fallas y debilidades. Hacen uso de la condescendencia para ubicarse en un peldaño superior y emiten juicios de valor tajantes que no dejan espacio a la réplica para asestar un golpe mortal a nuestra autoimagen.
Obviamente, el desprecio sistemático deja profundas heridas emocionales. Un estudio realizado en la Universidad de Pensilvania comprobó que daña profundamente la autoestima. Todas las personas que habían sido víctimas de humillaciones y desprecios habían desarrollado una imagen de sí mismos más negativa, sintiéndose más débiles e incapaces, que es justo lo que desea la persona despreciativa.
¿Existe un desprecio saludable?
El desprecio, como todas las emociones, tiene un objetivo: nos ayuda a distanciarnos asumiendo una actitud más activa hacia aquello que nos desagrada o molesta. De hecho, no podemos olvidar que en la base del desprecio muchas veces se encuentra el asco, una emoción básica de rechazo y repulsa.
En ocasiones, las muestras de desprecio sirven para delimitar lo que no estamos dispuestos a aceptar, ya sea a nivel personal o como sociedad. Despreciar la violencia, el maltrato o la mentira suele ser una reacción natural en muchas personas y su expresión es un indicador de los valores que defendemos, así como una llamada de atención para quienes vulneran esas normas implícitas. Por tanto, de cierta forma el desprecio también contribuye a mantener la cohesión social enviando un mensaje claro: ese comportamiento no nos gusta.
Sin embargo, ese desprecio “saludable” no tiene nada que ver con la humillación cotidiana hacia los demás. Cuando el desprecio se convierte en la norma termina causando profundos daños, envenenando el ambiente e intoxicando las relaciones.
En ese caso, es importante aprender a no tomarnos ese rechazo como algo personal. Así evitaremos que nos dañe. También podemos confrontar a la persona con sus actitudes despreciativas a través de tres preguntas: ¿Por qué pones esa cara de desagrado? ¿Estás intentando ser borde? o ¿Quieres decirme exactamente lo que no te ha gustado? Así no solo le darás la oportunidad de explicarse, sino que al ponerle en evidencia, es probable que se retracte o disculpe, además de mostrarle que no estás dispuesto a someterte a su burdo intento de humillación y manipulación.
Fuentes:
Schriber, R. A. et. Al. (2017) Dispositional contempt: A first look at the contemptuous person. J Pers Soc Psychol; 113(2):280-309.
Zhou, T. (2011) Contempt and Self-Esteem: The Effect of the Contempt Expression on Self-Enhancing Behaviors. Wharton Research Scholars; 84.
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