
Imagina la escena: estás en el parque, tu perro corre feliz y tú, sin pensártelo dos veces, le dices: “¿Quién es el perro más guapo del mundo?” o “¿quién es mi campeón?”. Mientras pronuncias estas palabras con el tono de voz de quien le habla a un niño pequeño, notas que los demás te miran de reojo. Algunos sonríen, otros arquean una ceja y no falta quien piense: “está loco”.
Sin embargo, hablar con las mascotas no solo no es signo de locura, sino que podría ser una muestra de inteligencia superior. Sí, has leído bien. Hablar con tu perro, gato, hámster o incluso con esa planta a la que insistes en llamar “Margarita” no es cosa de gente a la que le falte un tornillo, según la ciencia.
¿Qué es el antropomorfismo y por qué nos hace más listos?
Nicholas Epley, profesor de ciencias del comportamiento en la Universidad de Chicago y experto en pensamiento y toma de decisiones, aclara que “históricamente, la antropomorfización ha sido tratada como un signo de infantilismo o estupidez, pero en realidad es una consecuencia natural de la tendencia que hace que los humanos sean excepcionalmente inteligentes”.
El antropomorfismo es la tendencia a atribuir características humanas a objetos, animales o incluso conceptos abstractos. ¿Te has enfadado alguna vez con tu coche porque no arranca? ¿O has pensado que tu ordenador tiene mala leche porque se bloquea justo cuando más lo necesitas? Pues eso es antropomorfismo en estado puro.
Según Epley, atribuir cualidades humanas a animales o incluso objetos, es realmente una señal de nuestra capacidad cerebral. Reconocer la “mente” de otros animales involucra los mismos procesos psicológicos que ponemos en marcha para reconocer la mente de otra persona.
De hecho, los niños pequeños no reconocen la conciencia de los demás en sus interacciones. Hasta alrededor de los 4 años no desarrollan la teoría de la mente. Esa es la razón por la que tu hijo o sobrino esconde un juguete detrás de su espalda y cree que tú, mágicamente, no puedes verlo.
La teoría de la mente se refiere a nuestra capacidad para entender que los demás tienen pensamientos, emociones, intenciones y perspectivas diferentes a las nuestras. En otras palabras, nos permite “ponernos en los zapatos del otro” y es muy útil para mejorar las interacciones ya que podemos anticiparnos a sus necesidades o comprender mejor las señales extraverbales que envían.
La Teoría de la Mente en acción
Con la teoría de la mente, es como si nuestro cerebro estuviera en “modo detective”, siempre buscando pistas para intentar entender lo que otros piensan o sienten. Esa habilidad no solo nos ayuda a socializar, sino que a veces también nos permite resolver problemas de manera más eficiente.
Por ejemplo, si tu perro actúa de forma extraña, tu teoría de la mente podría llevarte a deducir que quizás está estresado o se siente incómodo. Y si tu ordenador se bloquea, puedes “empatizar” con él (sí, aunque suene raro) y pensar: “Tal vez necesite un descanso”. Si el problema se debe a un nivel alto de uso de la CPU, darle un respiro y cerrar algunas ventanas podría realmente resolver el problema.
Cuando hablamos con nuestras mascotas, no solo proyectamos emociones humanas en ellas, sino que también realizamos un ejercicio constante de interpretación de señales sutiles: un movimiento de cola, una mirada inquieta o un gesto de curiosidad. Todo esto activa áreas del cerebro vinculadas a la empatía y al análisis contextual, fortaleciendo nuestras habilidades para decodificar intenciones y predecir acciones, lo cual es fundamental en la toma de decisiones cotidianas.
De hecho, algunos estudios han descubierto una relación entre una teoría de la mente más desarrollada y una mayor inteligencia. Tiene sentido ya que cuando intentamos comprender los procesos mentales de los demás, también desarrollamos la capacidad para reflexionar sobre cómo pensamos; o sea, la metacognición.
La metacognición nos permite analizar cómo abordamos los problemas para pensar de manera más eficiente. Por ejemplo, si un método no funcionó, podemos preguntarnos en qué punto falló nuestro proceso de pensamiento. Esa autoevaluación nos ayuda a ajustar estrategias, aprender de los errores y encontrar soluciones más eficaces.
Por tanto, ese esfuerzo por intentar comprender los comportamientos de los demás, ya sean personas o animales, podría mejorar nuestro nuestro razonamiento abstracto y nuestra capacidad para anticipar situaciones complejas. La teoría de la mente fomenta el uso de estrategias cognitivas avanzadas, como la simulación mental y la formulación de hipótesis. Al interpretar lo que podría estar pensando o sintiendo una mascota, nuestro cerebro realiza proyecciones, evalúa alternativas y anticipa consecuencias, competencias fundamentales en la resolución de problemas complejos.
En resumen, el antropomorfismo es solo una extensión de la teoría de la mente. Reconocer la conciencia de otros seres (ya sean humanos o no) es una muestra de una capacidad cognitiva avanzada. Nos permite navegar por el mundo de manera más empática e inteligente. Por tanto, hablar con nuestras mascotas no nos hace infantiles, sino más perceptivos, más empáticos, más inteligentes y, por qué no decirlo, también un poquito más felices.
Referencia Bibliográfica:
Isaksson, J. et. Al. (2021) What’s the Link Between Theory of Mind and Other Cognitive Abilities – A Co-twin Control Design of Neurodevelopmental Disorders. Front. Psychol.; 12: 10.3389.
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