
Probablemente respondas con un rotundo «no», pensando que se trata de una de las preguntas más descabelladas que has leído en los últimos tiempos. Sin embargo, si conoces la gran flexibilidad que tiene nuestro cerebro te darás cuenta de que la posibilidad de que alguien te pueda convencer de que tu mano es de mármol o de piedra, no es tan irreal como suena.
De hecho, nuestro cerebro es bastante fácil de engañar. En el pasado se han hecho experimentos para hacerles creer a las personas que uno de sus miembros ha desaparecido, se han transformado en goma o han adquirido el tamaño de los de una pequeña muñeca.
Todas estas ilusiones están estrechamente vinculadas con la visión y el tacto. Es decir, jugando con lo que podemos ver y tocar, nuestro cerebro llega a convencerse de que lo que ve y siente es real, aunque no lo sea y ni siquiera tenga sentido.
Ante esta sorprendente maleabilidad, algunos neurocientíficos se han preguntado si el sonido también puede provocar este tipo de ilusión. Si escuchamos el sonido de un martillo sobre el mármol, ¿podríamos pensar que nuestra mano es de piedra? Ni cortos ni perezosos, los investigadores de la Universidad de Milano-Bicocca se dieron a la tarea de comprobar esta idea.
¿Puede nuestro cerebro aceptar una parte externa al cuerpo como propia?
Los investigadores reclutaron a 23 personas y les pidieron que se sentaran, colocando uno de sus brazos sobre la mesa que tenían delante. Después colocaron una pantalla que les impedía ver su propio brazo. No obstante, las personas podían ver un pequeño martillo que golpeaba el brazo repetidamente. En el brazo se colocó una cinta de metal conectada con un cable al martillo y a un ordenador de manera que cada vez que el martillo la rozaba, se producía el típico sonido del martilleo sobre el mármol.
Los golpes se repitieron durante cinco minutos. Otro grupo escuchó el mismo sonido pero fuera de sintonía con los golpes del martillo y un tercer grupo escuchó un sonido completamente diferente con cada golpe. ¿Qué sucedió?
Al terminar el experimento solo las personas del primer grupo reportaron sensaciones extrañas en su brazo. Afirmaban que lo sentían poco natural, mucho menos sensible, muy pesado y más rígido (características propias del mármol).
Este experimento nos deja entrever que en realidad los límites entre nuestro cuerpo y los objetos externos pueden ser más difusos de lo que pensábamos originalmente y abre un nuevo mundo de posibilidades para las personas que han perdido alguna de sus extremidades y quieren usar miembros artificiales. Quizás, con los estímulos adecuados, se podría acelerar el proceso de adaptación.
Fuente:
Senna, I. et. Al. (2014) The Marble-Hand illusion. PLoS ONE; 9 (3).
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