“Sé siempre una versión de primera clase de ti mismo, en lugar de una versión de segunda clase de otra persona”, dijo Judy Garland. La actriz sabía muy bien de qué hablaba ya que fue una estrella prefabricada por los grandes estudios cinematográficos, que le imponían una férrea disciplina, no solo en su vida profesional, sino también privada.
Su consejo debe resonar más que nunca en la era de los influencers, donde millones de jóvenes – y otros que ya no lo son tanto – pretenden seguir los pasos de sus ídolos copiando desde su forma de vestir y actuar hasta su forma de pensar.
La trampa de la comparación
La tendencia a copiar a otros no es nueva. De hecho, como criaturas sociales también aprendemos por imitación. Aprendemos viendo cómo se hacen las cosas y también relacionándonos con los demás. La experiencia de los otros nos ayuda a planificar con antelación para evitar dolorosos errores.
De hecho, según Albert Bandura, la posibilidad de aprender los unos de otros nos permite dar un salto cualitativo importante en nuestras competencias o conocimientos, sin necesidad de transitar un largo camino marcado por el ensayo y error.
Sin embargo, ¿qué ocurre cuando intentamos ser una copia de alguien más en lugar de una versión genuina de nosotros mismos?
En Psicología, ese fenómeno se conoce como “comportamiento espejo” y se refiere a la tendencia a imitar a los demás, muchas veces con el objetivo de encajar en el grupo o sentirnos valorados.
El problema es que con la difusión de las redes sociales, se ha creado un espejo distorsionado a través del cual solo vemos “vidas perfectas” y logros estratosféricos. Entonces las comparaciones se vuelven ineludibles y podemos caer en la trampa de desear ser como esas personas.
La ironía es que, cuanto más nos esforcemos por ser como otros, más falso seremos. Cuanto más nos empeñemos en imitar a otra persona, más nos alejaremos de nosotros mismos y menos satisfactorios serán nuestros logros.
Al intentar encajar en moldes ajenos, nuestra identidad se diluye y la seguridad se resquebraja. También es probable que acabemos sintiéndonos más vacíos y que nuestra vida pierda sentido ya que perseguir los sueños ajenos no nos proporciona la energía y la motivación necesarias para mantenernos en el camino.
¿Cómo desarrollar tu mejor versión?
Romper con el ciclo de imitación no es fácil, sobre todo en una sociedad que define cada vez más el éxito en términos de “me gusta” y seguidores, donde existe un auténtico escaparate de “influencers a la carta” con legiones de acólitos. Sin embargo, la verdadera meta de la vida debería ser convertirte en tu mejor versión.
¿Por dónde empezar?
- Deja de idealizar vidas ajenas. Recuerda que las redes sociales no reflejan la realidad tal como es. La mayoría de las personas muestran solo los momentos de éxito y felicidad, lo que crea una imagen distorsionada de sus vidas. El trabajo duro, los fracasos, las lágrimas y los obstáculos no suelen verse en las fotos o los vídeos. La vida realmente transcurre detrás de la cámara, así que no intentes imitar a nadie solo porque pienses que es más feliz o exitoso que tú.
- Limita la exposición social. Reduce el tiempo que pasas en redes sociales y selecciona cuidadosamente a los perfiles que sigues. Lo ideal es que sigas a personas que realmente puedan aportarte algo. Busca perfiles con enjundia, en vez de cuentas llenas de imágenes vacías. Deja de usar las redes sociales como una herramienta para matar el tiempo y comienza a utilizarlas como un medio para informarte y crecer. Cuanto menos tiempo pases expuesto a esos modelos idealizados, menos probable será que tu mente caiga en la trampa de la imitación.
- No te compares. No necesitas ser mejor que nadie. La única persona a la que debes superar es a ti mismo. Cada día, esfuérzate por aprender algo nuevo o ser un poco mejor. Recuerda que “un tulipán no intenta impresionar a nadie. No se esfuerza por ser distinto de una rosa. No tiene que hacerlo. Es diferente. Hay sitio en el jardín para cada una de las flores”, escribió Marianne Williamson.
¿Cómo seguir?
Oscar Wilde aconsejaba “sé tú mismo, los demás puestos están ocupados”. Esa búsqueda de la autenticidad es, probablemente, el viaje más apasionante que puedes emprender en tu vida porque no solo te conducirá a una versión más madura de ti mismo sino también a una existencia más significativa.
- Conéctate con tus valores. Los valores son como una brújula interna que te ayuda a decidir qué es importante para ti, más allá de las modas o tendencias. Por eso, vale la pena dedicar un poco de tiempo a clarificar tus valores, esas ideas con las que te identificas y que realmente te importan. No importa si no encajan con las expectativas de otros o la cultura, los valores son tuyos y podrán orientarte en el camino, incluso cuando todo se vuelva caótico e incierto.
- Persigue tus propios sueños. Encuentra tus intereses y pasiones, eso que realmente te mueve y te hace vibrar, eso de lo que nunca te aburres y en lo que te ensimismas por completo, hasta el punto de olvidarte del mundo que te rodea. Cuando persigues tus sueños, no tienes tiempo para dejarte encandilar por metas ajenas y objetivos de moda.
- Practica la autoaceptación. Aceptar tus imperfecciones y tratarte con amabilidad es fundamental a lo largo de ese viaje de autodescubrimiento. Todos fallamos y nos equivocamos, eso forma parte del camino. No se trata de asumir una actitud mediocre, sino de aceptar que no tienes que ser perfecto para ser valioso. La unicidad radica precisamente en esa mezcla de errores y aciertos, debilidades y fortalezas que hay dentro de cada persona.
Cuando pasas demasiado tiempo comparándote o intentando alcanzar versiones idealizadas, dejas de cultivar lo que realmente te hace único. Carl Rogers pensaba que desarrollar una identidad genuina es esencial para alcanzar el bienestar y la satisfacción personal. Cuando no tienes un sentido claro de quién eres o qué deseas, puedes terminar persiguiendo metas y abrazando valores que no te pertenecen, simplemente porque “parecen” deseables o populares.
A largo plazo, la falta de autenticidad puede conducir a problemas de identidad, ansiedad e incluso a un vacío existencial, que nace de llevar una vida desconectada de tus verdaderos intereses, sueños, ilusiones y valores.
Recuerda que no has venido a este mundo para satisfacer a los demás y plegarte a su forma de ver el mundo, sino para desarrollar al máximo tus potencialidades y ser tu mejor versión. No desaproveches esa oportunidad convirtiéndote en una copia de segunda mano de alguien más.
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