Los lazos que nos recomponen también pueden rompernos. Las personas más cercanas que forman nuestro círculo íntimo pueden ser una inestimable fuente de ayuda en los momentos más difíciles, pero también pueden convertirse en una fuente de conflictos que termine dando pie a trastornos psicológicos como la depresión.
Los lazos familiares que pueden causar depresión
Un estudio muy interesante realizado en la Universidad Estatal de Iowa analizó el impacto de las relaciones con los miembros de la familia más cercanos, como los padres y los hermanos, cuando llegamos a la mediana edad.
Descubrieron que la calidad de la relación que mantenemos con nuestra madre, sobre todo en el caso de las mujeres, y con nuestros hermanos, influirá profundamente en nuestro bienestar psicológico, aunque ya hayamos formado nuestra propia familia y nuestra pareja sea nuestra principal fuente de apoyo.
Estos psicólogos comprobaron que cualquier foco de tensión continua con las madres y/o los hermanos, algo similar a los problemas que podemos experimentar con nuestra pareja, aumenta considerablemente el riesgo de padecer síntomas depresivos.
Las mujeres son más susceptibles a padecer depresión debido a que en muchos casos mantienen una relación más estrecha e intensa con sus madres, a lo cual se le suma que normalmente asumen el rol de cuidadoras. La necesidad de asistir a los padres también obliga a los hermanos a pasar más tiempo juntos y coordinar sus agendas, por lo que da pie a nuevos conflictos.
Las tensiones familiares: Una fuente de estrés que conduce a la depresión
Los conflictos interpersonales son una importante fuente de tensión y estrés. Mientras más significativa sea la persona en nuestra vida y más intenso sea el vínculo afectivo, más importancia le conferiremos a esos conflictos y más afectarán nuestro equilibrio psicológico.
Solemos asociar esos conflictos con un aumento del estrés, pero esa es solo la primera fase. Cuando el estrés se vuelve crónico, puede terminar generando depresión. El estrés crónico hace que nos volvamos más irritables, lo cual nos impide reaccionar de manera adaptativa y termina provocando más roces con las personas cercanas, haciendo que estemos menos disponibles emocionalmente. Reaccionamos mal porque estamos estresados y esa reacción a su vez genera más estrés.
Sin embargo, los efectos del estrés no se limitan al plano psicológico sino que también tienen un impacto físico. El estrés crónico causa un aumento del cortisol, más conocida como la “hormona del estrés”, pero también reduce la producción de serotonina y dopamina, dos neurotransmisores relacionados con la depresión que regulan desde nuestro nivel de energía, apetito y sueño hasta nuestro estado de ánimo.
Por tanto, las tensiones familiares no solo estresan, también pueden deprimir, si no se solucionan a tiempo.
Fuentes:
Gilman, S. E. et. Al. (2017) Depression and mortality in a longitudinal study: 1952–2011. CMAJ; 189(42): 1304-1310.
Gilligan, M. et. Al. (2017) Family Networks and Psychological Well-Being in Midlife. Social Sciences; 6(3): 94.
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