“Aceptamos el amor que creemos merecer”, escribió Stephen Chbosky en el libro “Las ventajas de ser un marginado”. Y no andaba desacertado, aunque a menudo nos duela reconocerlo. Sin embargo, sería aún peor cerrar los ojos ante esa verdad y quedarnos atrapados en relaciones que nos dañan o vínculos que empañan nuestra felicidad y lastran nuestro potencial.
La huella emocional que dejan nuestras primeras relaciones
Cada día nos encontramos con decenas de personas, pero solo elegimos a unas cuantas para que pasen a formar parte de nuestro círculos de confianza, ya sea en calidad de pareja o como amigos. A la hora de escoger entran en juego una infinidad de factores, pero muchos de ellos operan a nivel inconsciente.
De hecho, algunos de los componentes de peso que inclinan la balanza a favor de ciertas personas en realidad se fraguan en la infancia, sobre todo en base a la relación que mantuvimos con nuestros padres, aunque posteriormente se van sumando otras experiencias vitales significativas que también han ido influyendo en la formación de nuestra identidad, desde el primer amor romántico hasta los vínculos de amistad.
El amor que hemos visto y absorbido en nuestra infancia nos deja una marca muy profunda que a menudo determina nuestras relaciones como adultos conformando nuestro estilo de apego.
A inicios de la década de 1990, psicólogos de la Universidad de Minnesota ya habían comprobado que existe una relación entre el tipo de apego con el que fuimos criados y la calidad de las relaciones que establecemos en la edad adulta. Constataron, por ejemplo, que quienes habían desarrollado un apego ansioso-ambivalente con sus progenitores, tenían un miedo constante a que sus parejas los abandonaran o no los amaran.
Por tanto, como regla general, el amor que buscamos es el que recibimos.
El amor, una profecía autocumplida
El amor que recibimos se convierte en nuestra referencia, la fuente de la que emanan nuestras expectativas. Cuando nos sentimos atraídos hacia alguien, generalmente se debe a que esa persona encarna el ideal – bueno o malo – que hemos construido en nuestro subconsciente.
Por ejemplo, un niño que ha crecido siendo víctima de la negligencia emocional de sus padres, probablemente crezca pensando que no es digno de ser amado, pero al mismo tiempo experimenta una fuerte necesidad de conexión. Eso lo transforma en un adulto vulnerable emocionalmente, por lo que es posible que elija a la primera persona que se le cruza en el camino y se aferre a ella, aunque mantengan una relación dañina.
Sin darnos cuenta, repetimos el patrón emocional que hemos aprendido. Así el amor se convierte en una profecía que se autocumple. Esa es la razón por la que las personas tropiezan varias veces con la misma piedra, cayendo una y otra vez en las mismas relaciones tóxicas o de dependencia emocional.
De hecho, a la hora de establecer relaciones, la parte racional del cerebro suele quedar relegada a un segundo plano. Por eso decimos que el amor es ciego. No pensamos con claridad, sino que se activan las zonas emocionales, esas donde están archivados nuestros primeros patrones relacionales. Por ese motivo, se dice que todos tenemos el amor que creemos merecer.
Si en lo más profundo de tu ser, crees que mereces que te castiguen, es probable que caigas en los brazos de alguien que lo haga. Asimismo, si crees que no mereces amor, tu inconsciente encontrará mil maneras para sabotear tus relaciones. En cambio, si has crecido en un ambiente sano y tienes una autoestima sólida, buscarás a alguien que te ame de forma madura, te valore, respete y aprecie.
Primero, quiérete
Es bastante difícil encontrar un amor maduro si no somos capaces de amarnos de esa manera. Cuesta exigir un amor sano si jamás lo hemos recibido, simplemente porque no tenemos ni idea de cómo debe ser. De hecho, no puedes obligar a nadie a que te quiera más o mejor. Si no te están amando como deseas, quizá el problema sea que no te estás apreciando lo suficiente.
Por ese motivo, antes de buscar el amor fuera, debes mirar dentro. Tienes que asumir la responsabilidad por el rumbo que ha tomado tu vida sentimental. Si quieres encontrar un amor que te complemente y te permita crecer como persona, primero debes amarte.
Tendrás que aceptarte y tratarte bien. Tendrás que quererte lo suficiente como para creer que mereces a una persona que también te ame. Tendrás que apreciarte, para no conformarte con menos. Tendrás que estar convencido de que eres digno de ser amado, no a pesar de tus defectos, sino con ellos.
Recuerda que toda relación de pareja sana y feliz se construye en base a un amor maduro que nutre y valida. No te conformes con menos, pero empieza por amarte incondicionalmente. Solo así podrás encontrar ese amor en otra persona. A fin de cuentas, el cariño que esperas recibir no comienza fuera, sino dentro de ti porque es un reflejo de tu propio amor.
Referencia Bibliográfica:
Simpson, J. A. et. Al. (1992) Support seeking and support giving within couples in an anxiety-provoking situation: The role of attachment styles. Journal of Personality and Social Psychology; 62(3): 434–446.
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