El hecho de que las cosas siempre se hayan hecho de una manera no significa que no puedan hacerse mejor. El hecho de que siempre hayamos creído algo no significa que no podamos estar equivocados. En 1978, el psicólogo Jack Flasher se dio cuenta de un fenómeno de larga data que afectaba a los niños y que estaba profundamente arraigado tanto en nuestra sociedad como en las instituciones y las familias: lo llamó adultocentrismo.
¿Qué es el adultocentrismo?
El adultocentrismo, o adultismo, como también se le conoce, es un prejuicio que discrimina a las personas solo por ser más jóvenes. No cabe duda de que los niños y adolescentes necesitan orientación y supervisión por parte de los adultos, pero este prejuicio va mucho más allá porque implica ignorarnos, oprimirlos o menospreciarlos sistemáticamente debido a su corta edad.
En la base del adultocentrismo se encuentra la creencia de que los adultos son inherentemente superiores a las personas más jóvenes o incluso que los derechos de los adultos siempre deben prevalecer sobre los derechos de los niños y adolescentes. Algunas personas también creen que los más jóvenes tienen la obligación de ceder el poder a los adultos, aunque este se utilice de forma indiscriminada, dañina o incluso abusiva.
En la base del adultocentrismo subyace la creencia de que los adultos siempre tienen razón porque saben más de la vida y están más preparados para afrontarla puesto que han tenido más experiencias, de manera que los niños o adolescentes deben subordinarse a ellos sin rechistar.
Ejemplos de adultocentrismo en la vida cotidiana
En todas partes existen ejemplos de adultocentrismo, solo tenemos que afinar nuestra percepción. Este prejuicio es más común en el seno de las familias, ya sea de padres a hijos o incluso de hermanos mayores a los más pequeños. No obstante, el adultismo también se puede apreciar en algunos centros de trabajo, donde los trabajadores mayores menosprecian a sus colegas más jóvenes por considerarlos demasiado inexpertos.
También existen expresiones relativamente comunes que revelan un adultocentrismo encubierto. Tal es el caso, por ejemplo, de un refrán popular que indica “los niños hablan cuando mean las gallinas”, para referirse a lo inapropiado de que expresen su opinión en ciertos contextos o interrumpan a los mayores.
Otros ejemplos de adultocentrismo en el lenguaje cotidiano que probablemente hayamos escuchado cuando éramos pequeños o que incluso le hayamos dicho a nuestros hijos son: “eres demasiado joven para entender” o “cuando crezcas lo comprenderás”. De esta manera, se evita explicar a los niños o adolescentes temas que les preocupan o interesan aduciendo simplemente que no serán capaces de entenderlo.
También suele ser común decir a los adolescentes o jóvenes: “¡Madura de una vez!” cuando nos molestan determinados comportamientos. Algunos elogios también pueden ser muy adultocéntricos, como por ejemplo: “Eres muy inteligente para tu edad”, lo cual supone que solo las personas adultas pueden ser inteligentes.
Las consecuencias del adultismo se extienden a la vida adulta
Muy pocas personas salen de la infancia sin haber sido víctimas del adultocentrismo en alguna ocasión. Eso significa que es probable que tus deseos e ideas fueran ignorados o incluso menospreciados en algún momento. Cuando este fenómeno se produce de manera puntual no es un problema, pero cuando se convierte en el estilo educativo que aplican padres y maestros sus huellas psicológicas se extienden hasta la vida adulta.
Si desde pequeño te han transmitido la idea de que tus opiniones, preferencias, sueños y necesidades no son importantes para los adultos porque estos son superiores y les debes respeto – sean quienes sean y hagan lo que hagan – es probable que te hayas acostumbrado a someterte y aceptar la presión de los demás.
La crianza adultocentrista te ha enseñado que existe una jerarquía de poder en la que tú no cuentas, de manera que es más probable que estés dispuesto a aceptar diferentes formas de opresión y te conviertas en víctima de maltratadores psicológicos. También es más probable que creas a pies juntillas los mensajes del sistema y no los pases por el tamiz de la lógica ni intentes comprobar si son ciertos.
La falta de experiencias de empoderamiento en los primeros años de vida puede crear una huella difícil de borrar. Es posible que muestres una actitud más sumisa ante tu jefe en el trabajo, aunque este no tenga la razón, o que no seas capaz de defender tus derechos asertivos cuando alguien te trate injustamente.
El adultocentrismo debilita la confianza que los niños tienen en sí mismos y genera un autoconcepto cada vez más negativo. Es probable que esos niños no se sientan lo suficientemente amados pues intuyen que no son tomados en serio.
En otros casos, el adultocentrismo conduce a una reacción opuesta. Cuando esa persona crece, asume el rol del adulto opresor. Ello se debe a la acumulación de sentimientos negativos como la sensación de inutilidad e impotencia. Como resultado, esa persona canaliza esas emociones y sentimientos negativos hacia los demás de manera dañina.
Esa persona siente que ahora que finalmente tiene el poder, puede ejercerlo sobre los más jóvenes, replicando los comportamientos que aprendió de los adultos con los que se relacionó. Por tanto, es probable que esos adultos que hoy acallan a los más jóvenes hayan sido a su vez niños acallados. Así se perpetúa el ciclo del adultocentrismo.
¿Cómo evitar al adultocentrismo?
Una manera asertiva para evitar el adultocentrismo consiste en prestar más atención a nuestro lenguaje. Por ejemplo, en vez de decir “los niños hablan cuando mean las gallinas”, podemos decirles: “no está bien interrumpir a otra persona mientras habla, cuando termine puedes decir lo que piensas”.
En vez de decir que es demasiado joven para entenderlo, podríamos intentar explicar lo que ocurre con palabras y ejemplos que le permitan comprenderlo. En realidad, existen diferentes niveles de comprensión de los hechos, desde el más superficial hasta el más profundo – incluso para los adultos – de manera que no hay niños que no puedan entender sino adultos que no saben explicar.
Por otra parte, es fundamental cambiar la actitud y dejar de colocar etiquetas o creer en determinados prejuicios como que todos los jóvenes son irresponsables o todos los mayores son sabios. Si bien es cierto que los jóvenes tienen menos experiencia de vida, no son los años, sino los daños lo que nos permiten crecer. Un joven puede ser infinitamente más maduro que una persona mayor debido a sus características de personalidad y las enseñanzas que ha extraído de sus pocas experiencias de vida. En cambio, un adulto puede haber vivido muchas experiencias sin sacar provecho de ellas.
Por otra parte, algunas características más propias de las primeras décadas de vida, como puede ser la imaginación, creatividad, innovación, motivación y energía también son positivas y deseables socialmente, de manera que cada etapa de la vida es única e importante.
“El Espejo” es una herramienta práctica para detener los comportamientos adultocentristas propuesta por el psicólogo John Bell. En práctica, cuando te relaciones con personas más jóvenes, solo tienes que preguntarte:
¿Trataría a un adulto de esta manera?
¿Le hablaría a un adulto usando ese tono de voz?
¿Le arrebataría eso de la mano a un adulto?
¿Tomaría esta decisión en lugar de un adulto?
¿Tendría esta expectativa sobre un adulto?
¿Limitaría el comportamiento de un adulto de esa forma?
¿Escucharía el problema de un amigo de la misma manera?
Debemos tener presente que, si queremos tener una sociedad en la que las personas sean más independientes, maduras, responsables, respetuosas y seguras de sí mismas; necesitamos educar a los niños en un clima de respeto. Y el respeto es bidireccional, sin importar la edad. Eso no significa que no deban existir normas y límites, así como tampoco significa que los niños y adolescentes no necesiten orientación de los adultos y disciplina, pero se puede disciplinar con amor desde el respeto a la individualidad.
Fuentes:
LeFrancois, B. (2013) Adultism. En: Encyclopedia of Critical Psychology.
Bell, J. (1995) Understanding Adultism A Key to Developing Positive Youth-Adult Relationships. En: The Free Child Project.
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