
Las relaciones adultas son complejas. Para que fluyan, es necesario que ambas partes tengan la capacidad de expresar y lidiar con las frustraciones mutuas. Es necesario que cada persona pueda expresar sus necesidades y encuentre un oído atento respaldado por una disposición al cambio. Sin embargo, cuando una persona está a la defensiva ve amenazas donde no las hay, por lo que corta de raíz cualquier intento de entendimiento.
Cuando alguien se pone rápida e injustificadamente a la defensiva está enviando un mensaje claro: “retrocede, estás equivocado”. En ese momento, es comprensible que nos sintamos confundidos porque de repente la persona con quien estamos intentando dialogar, probablemente para resolver una diferencia o conflicto, asume que somos su enemigo.
En ese preciso momento se rompen los puentes del diálogo y es posible que nuestra primera reacción – respaldada por la mejor intención del mundo – sea decirle: “te estás poniendo a la defensiva”. Craso error.
¿Por qué es una pésima idea decirle a alguien a la defensiva que está a la defensiva?
Cuando una persona se pone a la defensiva, la mera mención de esa actitud puede hacer que la situación degenere aún más. De hecho, es probable que las personas que se ponen a la defensiva sean conscientes de que su actitud es un problema que deben solucionar, porque probablemente han escuchado varias veces esa señalación. Pero no logran hacerlo.
Por tanto, recordarles que están a la defensiva es como hurgar aún más en la herida. Se sentirán doblemente atacadas, lo cual hará que se encierren más en sí mismas y redoblen su reacción defensiva.
A fin de cuentas, debemos recordar que uno de los principales motivos por los que una persona está a la defensiva es precisamente la sensación de amenaza. La reacción defensiva suele ser un intento de proteger un ego dolido.
Quienes se ponen a la defensiva continuamente suelen tener una mentalidad muy rígida, por lo que a menudo perciben las críticas o incluso la simple disensión como un ataque. Si se lo hacemos notar, generaremos más resistencia y haremos que se cierren en banda para proteger su autoimagen y no aceptar errores o sombras que han relegado convenientemente a lo más profundo de su inconsciente.
Cómo tratar a una persona que está a la defensiva para lograr un entendimiento real
Que una persona se ponga a la defensiva de vez en cuando es perfectamente normal, pero si nunca te permite abordar los conflictos, diferencias o insatisfacciones que tienes con ella, es posible que esa barrera se convierta en un problema. Si las discrepancias no se abordan, es probable que sigan creciendo, generando cada vez más frustración, por lo que terminarán socavando las bases de la relación. ¿Qué puedes hacer?
1. Haz una pausa
El primer paso para tratar a una persona a la defensiva es hacer una pausa de unos segundos en cuanto detectes esa actitud para detener tu propia reacción y evitar que la situación se te escape de las manos. Incluso puedes decirle: “dame un minuto para reordenar mis ideas”.
Por supuesto, esa respuesta no siempre surge de manera natural ni es fácil de conseguir, sobre todo cuando notas que te están atacando ya que, a fin de cuentas, todos tenemos un instinto autoprotector. Sin embargo, si no quieres dejarte arrastrar, necesitas mantener el control para decidir cuál será el próximo paso.
2. Mira dentro de ti
Aunque sea la otra persona quien esté respondiendo con una actitud defensiva, es importante que hagas un ejercicio de introspección. Antes de que criticar o abordar las reacciones de los demás, es mejor desarrollar la autoconciencia. Pregúntate: ¿cómo sueles reaccionar física y emocionalmente ante ese tipo de situaciones? ¿Pierdes la paciencia y atacas al otro o quizá te sientes rechazado y das marcha atrás? ¿Te lo tomas como algo personal o eres capaz de mantener una distancia psicológica?
Comprender tus reacciones ante estas situaciones te ayudará a gestionar mejor tus emociones, así como a aclarar posibles malentendidos, de manera que puedas disipar la tensión para promover un diálogo más abierto y distendido. De hecho, mantener un lenguaje corporal más abierto y receptivo puede contribuir a relajar las tensiones y bajar las barreras.
3. Genera una sensación de seguridad
Para tratar a una persona que está a la defensiva es importante comprender que todos tenemos una necesidad psicológica primaria de ser valorados y aceptados, sentir que somos buenos y valiosos. Nos ponemos a la defensiva cuando estas necesidades se ven amenazadas. Por esa razón, es fundamental generar un clima en el que la persona se sienta comprendida, aceptada, respetada y segura.
Para reducir la actitud defensiva, en vez de caer en un bucle de recriminaciones y críticas, debes cambiar el tono y enfatizar el valor del otro. Aunque no estés de acuerdo con sus puntos de vista o no compartas sus acciones, puedes brindarle la oportunidad de explicarse en un entorno donde se sienta segura y cómoda para hablar sobre el problema que os preocupa. La clave radica en lograr que esa persona no se sienta atacada.
4. Cambia tu perspectiva
Cuando una persona reacciona poniéndose a la defensiva, es probable que también te ataque. Evita percibirla como un enemigo porque eso solo acrecentará la tensión. En su lugar, intenta cambiar la perspectiva y mirarla con compasión, sabiendo que en realidad su reacción no tiene mucho que ver contigo, sino que es más bien el resultado de inseguridades propias y conflictos latentes no resueltos.
Intentar comprender lo que le ocurre con una actitud receptiva y empática abrirá un camino para el diálogo. Puedes pedirle: “por favor, ayúdame a entender lo que te molesta”. A menudo eso basta para desactivar la actitud defensiva porque demuestras un interés auténtico y un deseo de conectar.
5. Enfócate en la solución
Cuando una persona está a la defensiva, es habitual que la discusión descarrile y se vaya por las ramas. De hecho, en muchos casos ese es precisamente el objetivo de la actitud defensiva: evitar abordar el problema. Por tanto, si quieres solucionar una diferencia, tendrás que asegurarte de no perderla de vista en ningún momento.
Cuando la persona baje un poco sus defensas y se muestre más abierta al diálogo, puedes intentar plantear preguntas como: “¿cómo podemos resolver esto?” o “¿cuál podría ser el próximo paso?”. La idea es que ambos podáis comprometeros y colaborar para resolver el problema.
Por último, recuerda que las relaciones nos brindan oportunidades para crecer volviéndonos más tolerantes, abiertos y empáticos. Un comportamiento defensivo podría ser una oportunidad más para sacar a colación la mejor versión de nosotros mismos. Podemos dejar que esa experiencia se convierta en una discusión más que acaba en un callejón sin salida o podemos transformarla en una oportunidad para crecer y conectar a un nivel más profundo. La decisión queda en nuestras manos.
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