Que nos traten mal, duele. Sin paliativos. Nos sentimos humillados, rechazados o incluso atacados. Por eso nuestra primera reacción suele ser ponernos a la defensiva y devolver el golpe. Sin embargo, devolver insulto por insulto o indiferencia por indiferencia no resolverá el problema. Al contrario, solo servirá para generar más frustración y caer en una espiral descendente de desprecio. Por eso, si nos tratan mal, debemos intentar no reaccionar igual de mal.
¿Te dejas arrastrar o mantienes el control?
Es fácil tratar bien a las personas cuando te tratan bien. Es fácil devolver una sonrisa cuando te sonríen y ser amable con quienes te han ayudado. La verdadera prueba de fuego se produce cuando te tratan mal.
Cuando alguien te responde mal o te ignora, es normal que te sientas enojado, herido, humillado, decepcionado o incluso triste. En esas circunstancias, el deseo de contraatacar es natural. Es comprensible que sientas el impulso de devolverle una dosis de su propio veneno o que desees vengarte por lo que te ha hecho. Es una reacción natural cuando nos sentimos heridos.
Sin embargo, es solo eso: una reacción. Cuando reaccionas pierdes el control. Te dejas llevar por tus impulsos, de manera que en realidad estás cediendo el control a la persona que te ha tratado mal. Cada reacción automática es una oportunidad perdida para elegir tu comportamiento y, por ende, tu camino.
Por supuesto, cuando reaccionas poniéndote al nivel del otro – ya sea gritándole, insultándole o enfadándote – puedes experimentar cierta sensación de liberación y satisfacción. Es probable que te sientas bien pensando que le has dado su merecido. Incluso puedes extralimitarte creyendo que tu comportamiento está justificado. Sin embargo, también es probable que esa sensación de euforia dure muy poco.
Si la persona que te trató mal sigue esa misma estela, caeréis en un fuego cruzado de reproches e insultos o en el pozo de la indiferencia, por lo que cada vez será más difícil resolver el conflicto de manera razonable. Como dijera Gandhi: “ojo por ojo y todo el mundo acabará ciego”.
Una vez que nos deslizamos por la pendiente del odio y el rencor, es muy difícil detener la caída. Aferrarnos a la ira haciendo que la otra persona explote es como arrojar brasas ardientes con las manos desnudas: ambos nos quemaremos, parafraseando a Buda.
En ese estado, es probable que tu ego herido te haga decir o hacer cosas de las que después te arrepientas. De hecho, si luego reflexionas sobre lo ocurrido con la mente fría, es probable que desapruebes tu reacción o la persona en la que te convertiste en ese momento. Cuando la polvareda que habéis levantado se asiente, es probable que te sientas mal por dentro.
Por supuesto, eso no significa que debas soportar estoicamente insultos, humillaciones o indiferencia. Pero si realmente quieres mantener el control y no dejarte llevar por la ira o el resentimiento de esa persona, debes elegir cómo responder. Y eso significa ser capaz de mantener la calma.
¿Cómo tratar a las personas que te tratan mal y evitar que vuelvan a hacerlo?
- Haz una pausa. Cuando una persona te trata mal, es imprescindible detener la reacción de contraatacar. Refrena tu primer impulso. Recuerda que es más fácil meterse en problemas por aquello que dices que por lo que callas. Por tanto, date un tiempo, aunque sean unos pocos segundos, antes de responder. Es probable que eso sea todo lo que necesitas para recuperar la calma.
- Ponte de tu lado. Si alguien te trata mal, lo más común es verlo como un enemigo. Si ha herido tu ego, es normal que te sientas atacado y le veas como un contrincante que debes abatir. Sin embargo, una posición más inteligente consiste en ponerte a tu favor, no en contra de esa persona. Eso te permitirá cambiar la perspectiva por completo: podrás dejar de centrarte en cómo puedes atacarle para destinar tu energía a pensar qué es lo mejor para ti en ese momento.
- Aclara los hechos en tu mente. ¿Qué pasó realmente? Califica lo sucedido en una escala del 1 al 10 en la que 1 puede ser una mirada de desprecio y 10 un insulto verbal. A continuación, califica tu reacción emocional. Quizá descubras que estás exagerando simplemente porque esa persona ha tocado uno de tus puntos sensibles. El objetivo es que analices de la manera más objetiva posible si realmente tu reacción emocional se corresponde con el agravio porque en muchas ocasiones un ego herido nos hace percibir las cosas peores de lo que son.
- Intenta ver la imagen global. Cuando las personas te tratan mal, es fácil centrarse en la palabra que ha dolido o la actitud que ha herido, pero de esta manera te perderás la imagen global. Si te enfocas en los árboles, no podrás ver el bosque. Por consiguiente, intenta ubicar lo sucedido en un contexto más amplio. No se trata de justificar el mal comportamiento, sino de intentar comprender sus motivos. Es posible que esa persona haya estado sometida a mucha presión o que incluso haya malinterpretado tus palabras.
- Busca la parte positiva. Cuando alguien te hiere, es normal que el dolor de la herida reclame tanto tu atención que no puedas ver nada más. Nos sucede continuamente. Esa visión en túnel hace que te enfoques solo en lo negativo de la situación. Sin embargo, la mayoría de las cosas, por muy terribles que parezcan al inicio, suelen tener un lado positivo. Puedes ver esa afrenta como una oportunidad para poner a prueba tu autocontrol o como una revelación del verdadero rostro de una persona que no vale la pena tener en tu vida.
- Mantente fiel a tus valores. El hecho de que una persona te trate mal no es motivo suficiente para apartarte de tus valores. Por tanto, intenta responder siguiendo tu código de conducta. A la larga, mantenerte fiel a tus principios te hará sentir mucho mejor que abrazar la ira y el resentimiento. Pregúntate cómo te gustaría que reaccionara el otro si estuviera en tu lugar. Es probable que prefieras que corte ese in crescendo de ira. Hazlo tú.
- Expresa tus límites con claridad. Mantener la calma no significa permitir que te traten mal. A veces es necesario afrontar a la persona. Expresa cómo te has sentido y explica de manera clara y firme los límites que no puede volver a traspasar. Puedes decirle: “me he sentido muy mal, así que no permitiré que vuelvas a insultarme” o “no me gusta que hablen a mis espaldas, si algo te molesta, dímelo directamente para poder solucionarlo”.
- Sigue adelante. Si alguien te ha tratado mal, es habitual quedarse atascado en esa situación. Es probable que no pares de darle vueltas a las cosas, repasando lo ocurrido una y otra vez añadiendo diferentes finales y matices. Sin embargo, deberías dejar ir esos pensamientos y emociones, por tu propio bien. No te obsesiones con lo que forma parte del pasado y concéntrate en tu presente y futuro. No malgastes energía en personas que no la merecen, enfócate en lo que te hace sentir bien y en paz.
A lo largo de la vida, es probable que encuentres a personas que te traten mal. A veces no puedes evitarlo, pero puedes ponerles freno para que esas actitudes no vuelvan a repetirse. Recuerda que cuando te tratan mal, tu prioridad es protegerte. Y generalmente eso significa impedir que los demás te arrastren a su torbellino de irascibilidad.
¿Es difícil? Sí, mucho. ¿Lo lograrás siempre? No, pero cuando logres mantener la calma y establecer límites firmes te sentirás muy orgulloso de ti.
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