Las tareas del hogar son el cuarto motivo de discusión más relevante entre las parejas, según una encuesta realizada recientemente en Estados Unidos. Aunque la actitud del otro y su estilo comunicativo nos pueden exasperar, la distribución de las actividades domésticas crea infinitos roces cotidianos. A fin de cuentas, ¡los platos no se lavan solos!
Sin embargo, esas pequeñas discusiones por quién friega los platos, se encarga de la colada o limpia la casa no son tan “pequeñas” ni inocuas como parecen. En realidad, pueden terminar pasando una factura elevada a la relación.
Los riesgos que encierran las discusiones de pareja por tonterías
Cuando mantenemos una relación de pareja, los contratiempos, discrepancias y problemas suelen convertirse en ocasiones para sacar a la luz nuestros miedos, inseguridades, frustraciones y ansiedades. Todas esas emociones se manifiestan a través de situaciones cotidianas.
Como resultado, pequeños despistes – como dejar el control remoto del televisor en otro sitio, olvidarse de fregar los platos, no bajar la tapa del váter o decidir quién debe llevar el niño al colegio – se convierten en motivo de discusión.
Sin embargo, esas peleas aparentemente intrascendentes se transforman en afrentas subjetivas a los ojos del otro, por lo que no es inusual que ambos miembros terminen lastimándose emocionalmente, dejando tras de sí una estela de negatividad.
De hecho, las discusiones cotidianas por asuntos insignificantes en realidad tienen un significado más profundo: son desencadenantes que sacan a relucir emociones y conflictos más complejos.
Obviamente, cada relación tiene sus puntos sensibles, ya sea una cuestión de falta de compromiso, desacuerdos en la crianza de los hijos, pugnas con las familias de origen o incluso celos e infidelidades. No obstante, independientemente del conflicto que se cueza bajo la superficie, esos platos sucios en el fregadero se convierten en la gota que colma el vaso y hace brotar la ira, el resentimiento y la frustración.
Cuando los conflictos se transforman en elefantes en la habitación de los que no se puede hablar, las emociones latentes se canalizan a través de pequeñas batallas cotidianas por asuntos irrelevantes que terminan acrecentando las diferencias, de manera que estar juntos deja de ser agradable y se convierte en un infierno.
La incapacidad para expresar asertivamente emociones como la frustración o la ira hace que estas se acumulen y terminen saliendo a la luz de la peor manera, generando esos roces constantes en la pareja.
Muchas personas no se dan cuenta de ello, pero esas peleas cotidianas terminan erosionando la relación porque generan un clima de tensión y malestar que alimenta el conflicto de base. Si ignoran las emociones negativas, podrán volver a conectar, pero con cada discusión la confianza y el amor se desgastarán un poco más.
Con el tiempo, esas pequeñas discusiones de pareja por tonterías se irán agravando, haciendo que cada miembro se sienta más solo, triste, incomprendido y herido. En lugar de tomarse de la mano, se señalan con el dedo. En vez de hablar con calma, se reprochan y lastiman mutuamente. En lugar de recordar lo que los une, se enfocan en lo que los distancia.
De esa forma, los sentimientos positivos son reemplazados por la frustración y la ira, hasta que llega el punto en que la negatividad impera y “borra” todas las buenas historias, recuerdos agradables y sentimientos de comunión. Esa perspectiva gris se extiende cual un manto que cubre todo lo que hace el otro. La actitud se torna negativa e incluso nos lleva a pensar que la relación siempre ha sido un desastre.
Lo que ocultan las peleas intrascendentes
Las parejas siempre tendrán que lidiar con desencuentros y discusiones ya que, a fin de cuentas, son dos personas que suelen tener diferentes historias vitales, estilos de comunicación y maneras de ver la vida.
Sin embargo, es importante tener en cuenta que discutir sobre los platos sucios o el control del televisor es tan solo la punta del iceberg. Esas peleas se enfocan en lo que se ve, cuando en realidad el mayor peligro se encuentra oculto bajo la superficie. Por eso es fundamental tomar conciencia del verdadero problema.
En muchas ocasiones las discusiones de pareja por tonterías se producen por la incapacidad de abordar el problema con madurez. Cuando no hemos desarrollado las habilidades de resolución de conflictos y alimentamos inseguridades, es difícil afrontar las diferencias de manera constructiva, por lo que terminamos discutiendo por nimiedades.
Por ese motivo, es importante que ambos se pregunten por qué estallan cuando ven los platos sucios en el fregadero o la tapa del váter levantada. ¿A qué se debe realmente ese enfado? Hay que intentar ir más allá de las explicaciones banales y profundizar en la situación, relación y expectativas.
Pasar más tiempo en la cocina riñendo por quién debe lavar los platos no ayudará. Esas discusiones son como una pequeña curita: nos hacen sentir que hemos solucionado algo, pero solo sirven para sanar los rasguños superficiales, no las lesiones profundas. Y lo que se encuentra en la base de esas peleas no suele ser un simple problema logístico, sino una herida emocional abierta.
Si sientes que peleas por nada y no llegas a ninguna parte o discutes siempre por los mismos motivos, es probable que en el fondo se encuentre una falta de comprensión o una necesidad emocional insatisfecha. Quizás sea necesario hablar sobre el compromiso, la manera de tomar decisiones o aclarar las expectativas sobre el funcionamiento de la relación.
¿Cómo afrontar las discusiones de pareja por tonterías?
Muchas personas ven los conflictos en una relación como un signo de incompatibilidad, pero tan solo significan que la relación necesita una buena dosis de comprensión. Los problemas son una oportunidad para aprender más sobre el otro. Son simplemente un recordatorio de que una relación está formada por dos personas distintas que deben esforzarse por comprender sus diferencias y amarse a pesar de sus “defectos”.
Para abordar esas situaciones de manera asertiva, tener presente que lo importante no es la lucha en sí o el asunto por el que se discute, sino como cada miembro responde a las emociones negativas en la relación. Cuando surge un problema, a menudo hay que dar un paso atrás para preguntar: ¿qué esperas de mí? o ¿qué necesitas que haga? Obviamente, también es necesario escuchar al otro para comprender su perspectiva.
Cuando se activa la comprensión, la empatía y el amor, las peleas por los platos sucios irán siendo cada vez menos habituales ya que ambos os sentiréis escuchados y comprendidos, además de recibir la validación emocional que necesitáis. Hay que enfocarse en construir una “visión positiva” de la relación, que consiste en recordar todo lo que se comparte y cuánto se ama al otro, independientemente de sus “defectos” o despistes cotidianos.
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