¿Quisieras cambiar pero te sientes tan hastiado que prefieres quedarte cómodamente en el sofá? ¿Quisieras probar algo nuevo pero cuando piensas en todo lo que tienes que hacer, decides que será mejor postergarlo para otro momento? Todos nos hemos sentido así alguna que otra vez, son esos momentos en que la pereza sienta casa en nuestra vida.
La pereza puede llegar por múltiples razones. A veces arriba debido al agotamiento, tanto físico como mental. En esos casos, después de un periodo de gran esfuerzo, no nos apetece hacer nada y la sola idea de tener que esforzarnos nos causa un dolor de cabeza de proporciones cósmicas. Obviamente, en esta situación la pereza es algo así como un mecanismo de defensa, una voz de alarma que nos indica que necesitamos descansar y reponer fuerzas.
Sin embargo, en otras ocasiones la pereza llega debido a la costumbre, cuando hacemos todos los días las mismas cosas y, aunque nos apetece cambiar, nos da un poco de miedo. En estos casos, la pereza es una excusa para mantener las cosas tal y como están. Se convierte en un enemigo que debemos derrotar a toda costa pues está en juego nuestra felicidad.
De hecho, si miras atrás y analizas los momentos en que te ha invadido la pereza, es probable que descubras un patrón común: eran situaciones en las cuales debías asumir determinados riesgos, cambiar algo en tu vida o enfrentar un problema importante. La pereza actuó como un mecanismo de defensa para enfrentar situaciones que te desbordaban, casi siempre desde el punto de vista cognitivo y emocional. Nos estaba protegiendo del cambio porque ya sabemos que nuestro cerebro no es precisamente un fan de las transformaciones sino que prefiere los caminos conocidos.
No obstante, la pereza es el camino más directo hacia la insatisfacción. Además de ser una sensación desagradable, te impide continuar adelante y te hace postergar decisiones importantes o probar cosas nuevas que podrían ayudarte a cambiar.
En este punto ya hemos comprendido que la pereza no es nuestra mejor consejera. Entonces, ¿cómo enfrentarla?
El secreto está en dar un paso pequeño cada día para que no te sientas desbordado o forzado. Comienza haciendo algo que no sea demasiado atrevido, con lo que te sientas cómodo pero que, a la misma vez, represente un pequeño reto.
Ahora proponte subir el listón con cada día que pasa: plantéate un nuevo reto. Verás que el movimiento llama al movimiento y poco a poco la pereza te irá abandonando. Cada vez que logres hacer algo, te sentirás satisfecho y eso te motivará a salir de la zona de confort y dar un paso más. Un buen día, cuando te despiertes, la pereza se habrá marchado y en su lugar encontrarás a una persona mucho más proactiva y satisfecha de la vida.
CEI UCAP dice
Buenas Jennifer. Hace años soy lector tuyo.
Creo q un gran problema de pareja que tenemos con mi sra. es debido a la pereza. Ella llega del trabajo y va a la cama, siempre y cuando no hayan actividades obligatorias, como atender a nuestra hija. Llega el fin de semana y es para que se acueste todo el día a ver películas o leer libros. Yo siempre le reclamo que se levante y vayamos a algún lugar pero no hay caso. Me dice que no, que hace calor o frío, y me invita a ver una película.
Mi psicóloga me dice que se debe a que ella es introvertida, que la fuente de diversión y relax de la gente introvertida es justamente no hacer nada o hacer lo menos posible. Salir, ruido, gente, le absorben la energía a la persona introvertida y rápidamente quiere volver a casa, al ambiente donde se encuentra cómoda.
Un saludo desde Asunción, Paraguay.
Jennifer Delgado dice
En realidad, no es del todo cierto que las personas introvertidas se divierten simplemente sin hacer nada. Lo que sucede es que estas personas prefieren actividades donde no tengan que estar en contacto con otra gente. Leer, ver películas, escuchar música o quedarse en casa pueden ser sus actividades preferidas porque así no tienen que relacionarse.
No obstante, puedes proponerle actividades en el exterior donde no hayan muchas personas, de esta manera ella se sentirá más cómoda. Por ejemplo, en vez de salir a un parque lleno de gente, elige un sitio apartado. Selecciona un horario en el cual hayan pocas personas en el cine…
En fin, se trata de que encontréis un punto medio entre su introversión y tu necesidad de hacer actividades fuera de casa.