Las relaciones no son sencillas. Al menos no todas. A veces tenemos que lidiar con personas que se comportan de manera francamente egoísta o incluso directamente dañina. Sus palabras y actitudes pueden tener efectos devastadores, pero lo queramos o no, no siempre es posible lograr que cambien.
En ocasiones, después de haberlo intentado todo – por activa y por pasiva – llegamos un punto en el que tenemos que aceptar que nuestros esfuerzos no han dado frutos y, lo que es todavía peor, que probablemente no los darán. Hay un momento en el que debemos asumir que esas personas no van a cambiar. ¿Qué hacer entonces?
Los 3 pasos para aceptar – y lidiar – con lo que nos incomoda de los demás
1. Asumir el duelo por la ilusión perdida
Cuando tenemos un conflicto con una persona, sobre todo si se trata de alguien cercano, es fácil ilusionarnos pensando que podemos hacer algo para que cambie. Cuando finalmente nos damos cuenta de que esa persona no puede realizar la transformación que deseamos – ya sea porque no es capaz o porque no quiere – podemos sentirnos terriblemente frustrados y enfadados.
En ese momento puede salir a la luz todo el dolor por las ilusiones rotas. Es normal. Cuando tienes conflictos con una persona significativa en tu vida, como pueden ser tus padres, hijos o un familiar cercano, es comprensible que alberguemos la ilusión del cambio. Imaginamos cómo podría ser la relación si se produjera esa metamorfosis.
Cuando constatamos que esa persona no cambiará su forma de pensar o comportamiento, experimentamos una especie de duelo por lo que no fue ni será. Renunciar a esa fantasía puede ser difícil. Esa es la razón por la que podemos sentirnos profundamente irritados, resentidos o desilusionados.
Sin embargo, para seguir adelante debemos comprender ese duelo y atravesar sus diferentes fases, hasta que lleguemos al punto de la aceptación. Necesitamos asumir que el cambio que deseamos no se producirá. Solo gracias a la aceptación radical podremos encontrar un equilibrio viable en la relación.
2. Ajusta tus expectativas
Hay personas difíciles. No cabe dudas. Pero a veces nuestras expectativas sobre cómo debería ser la relación o cómo debería comportarse echan más leña al fuego. Todos tenemos ideas preconcebidas sobre determinados roles sociales. Nos hemos formado una imagen sobre cómo se deben comportar los padres, la pareja, los hijos o la familia, de manera que si una persona no encaja en ese molde, sino que hace justo lo contrario, entra en disonancia con nuestra concepción de su rol.
En otras ocasiones, esperamos que los demás se comporten como lo haríamos nosotros. Esperamos que muestren el mismo nivel de compromiso, dedicación, amor, atención o cuidado. Obviamente, no siempre recibimos lo que damos. Esas expectativas rotas añaden aún más dolor, siendo una de las causas de la desilusión que sentimos.
Por esa razón, es fundamental ajustar las expectativas, pero de verdad. Y eso significa dejar de esperar que el otro cambie o que se comporte como desearíamos. Pregúntate qué puedes esperar realmente de esa persona y respóndete con sinceridad. Es probable que dejar ir las expectativas mejore la relación y, si no lo hace, al menos te liberará de un gran peso.
3. Rompe los viejos patrones cambiando tus respuestas
El hecho de que la otra persona no cambie, no significa que tú no puedas cambiar. Para lograrlo, debemos deshacernos de esa mentalidad “evangelizadora” según la cual los demás son quienes deben “convertirse” porque solo nosotros estamos en posesión de la verdad. En su lugar, necesitamos aceptar que cuando no podemos cambiar las circunstancias, no nos queda más remedio que cambiar nuestra actitud ante ellas.
Piensa en lo que más te molesta o daña en tu relación con esa persona y en tu respuesta a ello. La clave consiste en crear un escudo protector que te impida reaccionar emocionalmente. La próxima vez que tu madre o tu padre empiece a gritarte, puedes sentarte en silencio en lugar de responder gritando. La próxima vez que tu tío diga tonterías o se muestre sarcástico, puedes salir de la habitación.
Responder de manera diferente cambia nuestra experiencia de la interacción porque nos devuelve el control. Así también le restamos impacto a las acciones de los demás. Ya no nos limitamos a reaccionar, sino que decidimos cómo responder. Cuando optamos por salir de esos viejos patrones de estímulos y respuestas podemos encontrar formas más serenas de responder que estén en sintonía con nuestros valores y, sobre todo, que protejan nuestro equilibrio emocional.
Busca apoyo en quienes comparten tu realidad
Quizá uno de los aspectos más complicados de tener que lidiar con un miembro de la familia difícil es la sensación de que eres el único que lo nota o se siente herido por ello. Sin embargo, ¿de verdad que eres el único al que le molesta el humor despectivo de esa tía o los arrebatos de ira de vuestro padre? Probablemente no.
Es posible que otras personas de tu familia también se sientan frustradas, pero no hablen de ello. Muchas familias son especialistas en dejar entrar a un elefante en la habitación; o sea, llegan al acuerdo tácito de ignorar el problema o aceptar el comportamiento desagradable per quieto vivere, para evitar más conflictos. Sin embargo, si a ti te resulta difícil, es posible que te sientas solo en tu indignación y dolor o que incluso comiences a dudar de ti y de tu visión de lo que está ocurriendo. Reflexiona con calma sobre tus percepciones y experiencias. Compártelas en privado con otras personas que puedan entenderte y brindarte la validación emocional que necesitas. Un oído atento y un hombro siempre dispuesto pueden brindarte todo el apoyo y la fuerza que necesitas.
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