A veces, lo inesperado es lo que te cambia la vida. A veces, son esos giros de guion, las vueltas de tuerca sorpresivas, los que marcan un antes y un después. Otras veces, por supuesto, la vida va cambiando lentamente, decisión tras decisión, acumulando pequeñas transformaciones que terminan siendo enormes cuando volvemos la vista atrás.
No obstante, son esos cambios inesperados los que suelen generar una transformación interior más potente porque tienen el poder de remover nuestros cimientos. Podemos usarlos de manera positiva o podemos dejar que nos hundan emocionalmente. Tomar una u otra decisión depende fundamentalmente de nosotros.
¿Cómo reacciona el cerebro ante los cambios inesperados?
Lidiar con los cambios inesperados no es fácil, sobre todo cuando suponen un terremoto en nuestras vidas, pero comprender lo que sucede en nuestro cerebro nos ayudará a afrontar mejor esas transformaciones radicales.
Cuando nos enfrentamos a un cambio inesperado, se activan los “sensores de conflicto” de nuestro cerebro provocando un caos mental que se denomina disonancia cognitiva. Los cambios inesperados suelen remover los puntos de anclaje que normalmente usamos para orientarnos en el mundo. Eso puede crear un estado de caos interior que nos genera un elevado nivel de estrés y ansiedad.
Gran parte del caos que desencadenan los cambios se debe a la incertidumbre que traen consigo. Un estudio clásico de la Psicología descubrió que solemos reaccionar peor cuando no sabemos con certeza lo que sucederá. Estos investigadores dijeron a un grupo de personas que recibirían una descarga eléctrica leve o intensa como parte del experimento. A un segundo grupo les aseguraron que la descarga sería intensa. Curiosamente, las personas del segundo grupo reportaron sentirse más tranquilas y tenían menos miedo.
El deseo de claridad y certezas es un impulso básico consistente con la necesidad de nuestro cerebro de crear sentido y encontrar la lógica en lo que ocurre. La aversión que experimentamos hacia la incertidumbre y los cambios inesperados es un reflejo de nuestras respuestas neuronales, fundamentalmente en zonas como la corteza cingulada anterior, la ínsula y la amígdala, que se activan cuando nos sentimos en peligro o especialmente vulnerables porque las reglas del juego han cambiado y no sabemos qué podría pasar.
Por suerte, nuestro cerebro también tiene una gran plasticidad, que es su capacidad para adaptarse a los cambios que se producen en nuestro entorno. La plasticidad nos proporciona la flexibilidad cognitiva necesaria para aprender de las experiencias, monitorear el mundo en función de nuestras expectativas y ajustar nuestros comportamientos cuando las cosas no van según lo planeado.
¿Cómo lidiar con lo inesperado que te cambia la vida?
1. Incluso los cambios positivos pueden generar incomodidad
¡Está bien sentirse así! Ese es el mensaje que debes repetirte – una y otra vez. No juzgues tus emociones. Incluso los cambios positivos pueden generar ansiedad, tensión o incertidumbre. Saber que te han dado el trabajo de tus sueños, que finalmente te vas a mudar a la ciudad donde siempre has querido vivir o que a tu vida llegará un bebé puede ser tan emocionante como amenazante.
Es totalmente normal. Nuestro cerebro no establece grandes distinciones entre los cambios positivos o negativos porque ambos representan una ruptura con lo conocido y entrañan cierto grado de incertidumbre que genera inseguridad. Solo debes saber que esa es la forma en la que tu cerebro te protege de lo desconocido y te avisa de que debes estar alerta. No lo culpes por ello.
2. No luches contra el cambio, intenta aceptarlo
En muchos casos, el sufrimiento se produce o acrecienta cuando nos resistimos a lo que sucede. Por tanto, la mejor manera de lidiar con lo inesperado que te cambia la vida consiste en aceptarlo. Obviamente, es más fácil decirlo que hacerlo, ya que la resistencia al cambio es una respuesta evolutiva que se activa cuando nuestro cerebro funciona en “modo protector”.
Sin embargo, nuestro cerebro también puede aprender a aceptar ese cambio y adaptarse a una rutina diferente. Por consiguiente, en vez de desear que las cosas sean diferentes, intenta fluir con las circunstancias. Concéntrate en el momento presente y en lo que realmente puedes controlar. No luches contra el cambio, acéptalo.
3. Reconoce tu sesgo de negatividad
Muchos de los cambios inesperados en la vida causan incertidumbre, por lo que es probable que ello afecte nuestra forma de pensar. Si no sabes lo que pasará a continuación, tu cerebro escaneará todos los caminos posibles y quizá termine alimentando una visión catastrofista.
Nadie es inmune a los sesgos negativos. Cuando los cambios son muy grandes e inesperados podemos pensar lo peor. De hecho, los estudios han demostrado cuando no estamos seguros de lo que ocurrirá, el 75% de las personas predicen erróneamente que ocurrirá algo negativo. Es la manera que tiene nuestro cerebro para prepararnos a afrontar el peor escenario de la mejor manera posible.
Sin embargo, reconocer esa respuesta automática puede ayudarnos a navegar por los cambios imprevistos de forma más saludable, limitando su impacto emocional. En vez de darle rienda suelta a tu pensamiento catastrófico y dejar que te haga sentir mal, repítete: “es el miedo y la incertidumbre que me hacen pensar así. Sin embargo, sentirse inseguro no significa que el futuro sea negativo; simplemente significa que no sé lo que ocurrirá exactamente”.
4. Retoma el control haciendo planes de contingencia
Lidiar con un cambio inesperado es tan difícil porque nos arrebata el control de la situación. Sin embargo, en vez de caer presa del pánico o la parálisis, para recuperar un poco de seguridad puede ser conveniente establecer planes de contingencia. Dale una utilidad a tu pensamiento catastrófico y elije las opciones más probables para buscar soluciones. Por ejemplo, puedes pensar “si reducen mi jornada laboral, iniciaré ese proyecto profesional que tenía aparcado” o “si me siento demasiado estresado, empezaré a practicar mindfulness”.
En situaciones de cambio, es importante anticiparse a los problemas y contratiempos para mantener nuestra hoja de ruta. Se trata de trazar planes alternativos que sean viables y te devuelvan la sensación de control, en vez de caer en el bucle de las preocupaciones. Asumir una actitud proactiva es un calmante natural para el estrés. En cualquier caso, recuerda que no se trata de añadir más presión a un momento tenso de por sí, sino de arrojar claridad mental. Eso te ayudará a lidiar con la incertidumbre y la ansiedad que generan los grandes cambios.
5. Mantén la rutina, en la medida de lo posible
Lo inesperado, eso que te cambia la vida, suele suponer un auténtico tsunami emocional. Cuando no encuentras tus puntos cardinales y la tierra parece moverse bajo tus pies, puede ser de gran ayuda encontrar seguridad en lo que te resulta familiar. En general, cuantos más cambios se produzcan o más grandes sean, más importante es que intentes seguir con tus rutinas. Obviamente, en la medida de lo posible.
Los hábitos te transmiten confianza y seguridad. Pueden convertirse en tu ancla en tiempos inciertos. Además, se ha comprobado que nos ayudan a despejar la mente para que nuestro inconsciente pueda seguir procesando lo que ha ocurrido. Si estás muy estresado o angustiado, seguir con tu rutina también será una cosa menos en la que tienes que pensar. Una decisión menos que debes tomar. Por tanto, te ahorrará energía.
Si tienes una rutina medianamente eficaz que te permite mantener un mínimo de funcionalidad, podrás sentirte mejor. Piensa qué puedes hacer ahora para estar mejor, quizá no inmediatamente, pero sí más adelante. Pregúntate: ¿qué puedo hacer ahora mismo que tenga un impacto positivo o marque una diferencia más adelante? ¡Hazlo!
6. Aprovecha el impulso del cambio
Lo inesperado es lo que te cambia la vida. Y eso no es necesariamente negativo, aunque a veces asuste. Los cambios importantes pueden generar el impulso necesario para emprender una transformación positiva. Una vez que el cambio te ha puesto en movimiento y te ha sacado de tu zona de confort, es más fácil dar el próximo paso. El diagnóstico de una hipertensión o diabetes, por ejemplo, pueden ser el estímulo que necesitabas para empezar a seguir una dieta más saludable y practicar actividad física.
Los eventos importantes rompen la inercia del día a día y abren una ventana de oportunidad por la cual ver nuestro estilo de vida en retrospectiva, convirtiéndose así en una oportunidad para realizar transformaciones positivas a largo plazo en nuestro comportamiento. Aunque al inicio puede ser abrumador, el secreto consiste en ir paso a paso.
7. Enfócate en la gratitud
Una forma simple pero efectiva de lidiar con los cambios inesperados consiste en enfocarnos en la gratitud. De esta forma podremos asumir una distancia psicológica y ver las cosas en perspectiva. Centrarte en los aspectos positivos es mucho más saludable que dejarse abatir por la negatividad y el pesimismo.
Pregúntate: ¿por qué te sientes más agradecido? ¿Qué va realmente bien en tu vida en este momento? ¿Qué aprecias? Puedes comenzar cada día escribiendo tres cosas por las que te sientes agradecido, desde tu salud y tu familia hasta esa taza de café especial que bebes por la mañana.
¿Ese cambio inesperado te ha acercado más a una persona? ¿Te ha empujado a practicar hábitos más saludables? ¿Te ha hecho más asertivo o resiliente? ¿Tal vez te ha ayudado a comprender lo que es realmente importante en tu vida? Cuando las cosas van mal, enfocarse en lo negativo es fácil, pero la mayoría de los cambios imprevistos suelen representar una oportunidad para crecer, por lo que es importante reconocer cómo la vida puede mejorar a partir de ello.
La clave consiste en intentar navegar por ese gran momento de cambio de la manera más positiva posible. Quizá implique una pérdida en muchos sentidos, pero también puede marcar el inicio de una vida diferente o ayudarte a ser una mejor versión de ti mismo. A fin de cuentas, como dijera Sartre: “cada persona es lo que hace con lo que hicieron de ella”.
Referencias Bibliográficas:
Lourenco, F. & Casey, B. J. (2013) Adjusting Behavior to Changing Environmental Demands with Development. Neurosci Biobehav Rev; 37(900): 10.1016.
Arntz, A. et. Al. (1992) Unpredictable sudden increases in intensity of pain and acquired fear. Journal of Psychophysiology; 6(1): 54–64.
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