Imaginémonos que estamos sentados en un parque y de pronto nos percatamos que una persona nos mira fijamente. ¿Qué hacemos? La miramos por unos segundos pero inmediatamente apartamos la vista con cierto embarazo. A los pocos segundos no podemos resistir la tentación y volvemos a verificar si esta persona aún nos mira. Si aún nos está mirando probablemente nos preguntaremos el por qué, nos sentiremos un tanto incómodos e incluso nos alarmaremos un poco. ¿Por qué nos sentimos así?
La respuesta debemos buscarla en nuestro pasado más remoto. Esta forma de mirar fijamente es un medio de amenaza para muchos animales y también entre los hombres. Es un verdadero combate pero de miradas.
Un estudio desarrollado en la Universidad de Delaware mientras investigaba la comunicación hombre-mono, detectó que cuando las personas se acercaban a las jaulas mirando fijamente a los animales, inmediatamente estos comenzaban a mostrar los dientes y balancear la cabeza amenazadoramente. Sin embargo, si las personas sacudían la jaula pero mantenían los ojos cerrados, los monos se mostraban atentos pero no amenazadores.
Y es que la potencia de la mirada fija también puede rastrearse a través de la historia de la humanidad ya que en muchas culturas diferentes existen leyendas sobre el «mal de ojo», mirada que ocasiona perjuicios a la persona que la recibe. Incluso en tabletas de arcilla atribuidas al tercer milenio A. C. hay referencias sobre una deidad que poseía el «mal de ojo».
También ha existido otra creencia paralela donde usar una mirada fija servía de magia protectora por lo cual hasta 1947 la mayoría de los barcos que navegaban por el Mediterráneo solían llevar pintados ojos protectores.
¿Por qué existe este tabú sobre la mirada fija? Una de las posibles explicaciones que se perfilan hace referencia a un rezago de la herencia biológica que compartimos con los animales. Algunos experimentos realizados con bebés recién nacidos han demostrado que la primera reacción visual que experimentan los pequeños se produce ante un par de ojos o cualquier otra configuración similar como pueden ser un par de puntos sobre una cartulina blanca que imiten dos ojos. Algunos teóricos consideran esto como una evidencia de que la respuesta humana ante la mirada es innata.
Sin embargo, existe otra explicación. El lugar hacia donde mira una persona nos indica cuál es el objeto de su atención pero no nos proporciona señales de cuáles son sus intenciones, lo cual es razón suficiente para sentirnos nerviosos. Esta idea también explicaría porque en ocasiones sentimos cierta incomodidad frente a una persona no vidente. Sencillamente su comportamiento ocular no nos brinda ninguna pista acerca de sus intenciones.
Jean Paul Sartre sugirió en una ocasión que “el contacto visual es lo que nos hace real y directamente conscientes de la presencia de otra persona como ser humano, con conciencia e intenciones propias”. Cuando los ojos se encuentran se nota una clase especiar de entendimiento de ser humano a ser humano y en ocasiones debemos reconocer que este tipo de intimidad la evitamos pues también nos asusta desnudar el alma.
La mirada fija a los ojos descubre una parte de nosotros, o al menos así lo imaginamos, que viene a ser lo mismo. Es por esto que cuando un oficial reprende a su soldado lo mandará a adoptar la posición de firme, donde la mirada está perdida al horizonte. Así evita comprenderlo en su esencia humana y ser empático con su situación.
Sustentando la teoría que afirma que la mirada fija nos resulta incómoda porque devela parte de nuestra personalidad se hallan los datos que muestran que la mirada fija es más común en las mujeres que en los hombres ya que estas presentan menos dificultades para mostrar sus emociones.
Sin embargo, no todo es negativo en cuanto a las miradas fijas. Uno de los descubrimientos más llamativos hace referencia a la relación con el agrado que se siente por otra persona. Cuando a una persona le agrada otra, es muy probable que la mire más frecuentemente y que sus miradas también sean más prolongadas. De la misma manera, cuando estamos conversando y nuestro interlocutor nos mira fijamente, esto puede ser considerado como signo de elevada atención.
No obstante, antes de poner punto final debemos recordar que la mirada fija no tiene la misma significación en todas las culturas. Para los norteamericanos muchas veces es símbolo de deseo sexual mientras que para las sociedades orientales es simplemente un indicio de mala educación. En Israel mirar fijo a la otra persona es una costumbre muy normal.
Fuente:
Davis, F. (1998) El lenguaje de los gestos. Buenos Aires: Emecé.
Jorge™ dice
Hola!
a mi tambien me incomoda esas miradas fijas…
como que son muy sospechosas ja ja
y por cierto hay que cuidarse de las malas vibras y el mal de ojo ^-^
Me parece muy interesante tu blog ya que a mi siempre me intereso la conducta humana, la metafisica, y tantas cosas que nos hacen humanamente diferentes.
Felicitaciones!
estare mas seguido por aca
Saludos
Jorge 🙂
Anónimo dice
hola soy camilo yo estudio la psicologia y me encanta .y yo practico eso de la mirada fija antes mi mirada era devil ahora ya no por que e practicado ..yo al mirar a una determinada chica solo me vasta mirarla de esa manera tan profonda y seductura entonses a ella se siente algo rara e incomoda pero me quiere volver a mirar y yo sigo mirando y ella vaja la mirada por que es devil .en esto les explico lo poco de la miradada himnotizante…grasias mi numero alguna consulta 77674670 _bolivia tengo 15 años…
Jennifer Delgado Suarez dice
Camilo,
La mirada siempre ha sido un arma de seducción pero debemos aprender a manejarla con tacto porque en ocasiones, más que conquistar, podemos incomodar al otro. Recuerda que en nuestra cultura la mirada fija puede resultar molesta e incluso puede ser comprendida como falta de educación o escaso nivel cultural.
La extraverbalidad es un arma de doble filo.
Alberta dice
Empecé a buscar información sobre este tema porque hoy noté a un desconocido en la calle mirarme de tal forma que me generó un rechazo inexplicable.
Y luego recordé: esa mirada me hizo acordar a los ojos de un ‘amigo’ que luego resultó ser un stalker por varios años.
Ahora entiendo que no es que hay gente con cara de locos, ni había similitud entre la forma de los ojos del acosador y el desconocido de hoy: el acosador me miraba CONSTANTEMENTE cuando estaba cerca mío, más de lo debido, me miraba fijo incluso cuando estábamos en silencio y yo mirando otra cosa. Como si viera algo fascinante.
Pero realmente volver a ver esa mirada disparó mi reacción de huir, algo tan sutil pero tan marcado en el fondo de mi mente.