¿Te has detenido a pensar cuántas veces juzgas a alguien al día? ¿Cuántas críticas escuchamos y cuántas lanzamos desde que nos levantamos hasta que nos acostamos? Seguramente serán muchas o, en todo caso, un número demasiado alto como para poder vivir con la serenidad mental que necesitamos.
Uno de los secretos a voces del budismo para reencontrar la paz espiritual consiste en no criticar. Sin embargo, probablemente se trata de uno de los principios más difíciles de seguir porque somos ‘criticones’ por naturaleza. Vemos algo que no nos gusta o que no calza con nuestras expectativas y valores, e inmediatamente lo criticamos.
Hay personas que son verdaderas especialistas en esta materia, son gente que prácticamente viven para criticar lo que hacen los demás. Sin embargo, ¿te has preguntado qué se esconde detrás de las críticas?
Muchas de las personas que se dedican a criticar a los demás simplemente intentan distraer su mente del malestar que sienten con su vida. Critican a los otros para no verse obligados a criticarse a sí mismos y a tener que tomar medidas para solucionar sus problemas. Así, se mantienen entretenidos viendo la paja en el ojo ajeno e ignorando la viga en el ojo propio.
De esta forma se quedan en su zona de confort, ignorando sus defectos a costa de minimizar los errores de los demás. Es lo que en el refranero popular se conoce como “mal de muchos, consuelo de todos”. Aunque personalmente prefiero una variación de esta idea: “Mal de muchos, consuelo de TONTOS”.
Criticar y juzgar: Dos caras de una misma moneda
Nuestra naturaleza nos lleva a realizar comparaciones y a decidir lo que es mejor o peor para nosotros. A través de esas comparaciones juzgamos las cosas, fenómenos o personas siguiendo determinadas reglas. Este es un proceso natural que incluso es beneficioso porque nos permite tomar distancia de los hechos, asumir una postura más objetiva y, eventualmente, tomar mejores decisiones.
Sin embargo, la crítica a menudo solo incluye una censura, es una forma para vituperar las acciones o el comportamiento de una persona, por el mero placer de hacerlo, sin sacar de ello ningún provecho o una lección que nos sirva para mejorar nuestra vida o, al menos, para evitar esos errores. En estos casos, la crítica es totalmente contraproducente porque nos impide mirar dentro de nosotros mismos, hace que nos centremos tanto en los demás que nos impide solucionar nuestros problemas.
Por tanto, observar la vida de los demás y la forma en que solucionan sus problemas puede ser un ejercicio muy provechoso o, al contrario, puede ser un hábito malsano que nos conduce al inmovilismo y a llenarnos de resentimiento contra el mundo.
Tú decides, pero ten siempre en cuenta que no somos jueces y no tenemos el derecho a sentar en el banquillo de los acusados a nadie.
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