A lo largo de la historia y las culturas, diferentes religiones han realizado sacrificios rituales para expiar sus pecados, los males y los sentimientos de culpa de la comunidad. En muchas ocasiones se elegía a un animal que, a pesar de ser completamente ajeno e inocente a los problemas de la comunidad, era sacrificado por el “bien común”.
Aquella costumbre se conoce como chivo expiatorio y es un fenómeno psicológico que no se limita a la sociedad, sino que también se extiende a grupos más pequeños como la familia. En las familias disfuncionales no es extraño que uno de sus miembros desempeñe el rol de chivo expiatorio. Se convierte en la persona que carga con todas las culpas y, de cierta forma, lleva sobre sus espaldas el peso del delicado equilibrio familiar.
El rol del chivo expiatorio en la familia
La estrategia más segura para mantener a un grupo cohesionado, controlado y mirando en la misma dirección consiste en designar a un enemigo común. Es una táctica que usan los gobernantes pero que también se aprecia en las familias tóxicas. En esos casos, eligen a un miembro que se convierte en el depositario de las insatisfacciones, frustraciones y culpas de la familia.
El chivo expiatorio en la familia cumple dos funciones principales, según revelaron psicólogos de la Universidad de Kansas:
- Minimiza los sentimientos de culpa de la familia por su responsabilidad ante un resultado negativo, ayudándole a mantener una imagen más positiva de sí misma y de su funcionamiento.
- Preserva la sensación de control ya que el chivo expiatorio proporciona una explicación clara para un resultado negativo que de otra manera nos parecería inexplicable a menos que la familia asumiera la plena responsabilidad.
En otras palabras, el chivo expiatorio desempeña un papel protagónico en la narrativa que la familia construye para exculparse convirtiéndose en el reservorio de todos los sentimientos, actitudes y comportamientos negativos que no desea reconocer como propios. El chivo expiatorio se convierte en una herramienta para explicar el fracaso o las malas acciones familiares, mientras se preserva una imagen positiva.
Esa persona, considerada como la oveja negra, permite a la familia pensar que es una unidad más más saludable y funcional de lo que realmente es. Si no fuera por ese individuo, la familia sería perfecta y feliz.
La teoría del chivo expiatorio en las familias tóxicas también explica que esa persona actúa como una especie de válvula de escape para dar salida a las tensiones que se van acumulando en la familia, de manera que esta no se desintegre provocando conflictos mayores entre todos sus miembros que pueden terminar en comportamientos violentos.
¿Cómo se elige al chivo expiatorio en la familia?
En las familias, no es inusual que un hijo sea el chivo expiatorio. Algunos padres y/o madres usan a su hijo como chivo expiatorio para descargar sus frustraciones y culparle de sus errores. El miembro elegido se convertirá en el enemigo número uno de toda familia. Será la persona que todos apuntan como el generador de los conflictos familiares, aunque se encuentre a miles de kilómetros de distancia o incluso si prácticamente ya no mantiene ninguna relación con el sistema familiar.
En ocasiones se elige al miembro de la familia más débil o sensible. Es poco probable que esa persona responda a los intentos de culpabilización y las humillaciones, sino que se dispondrá a llevar la carga que ponen sobre sus hombros. A menudo incluso se justifica ese patrón de abuso como necesario para “fortalecer” a esa persona.
Sin embargo, lo más habitual es elegir al miembro más fuerte o rebelde ya que suele ser el que más problemas genera y suele ir en contra de la dinámica familiar tóxica instaurada. Puede ser el miembro más inteligente de la familia o aquel más independiente que, de una forma u otra, amenaza la autoridad del líder. También suele tratarse de personas con un sentido de la justicia más desarrollado que el del resto de los miembros de la familia.
La familia lo percibe como “diferente”, de manera que comienza a pensar que hace todo mal, es rebelde y mal agradecido. Cree que ese miembro no aprecia el “amor” que recibe en casa, por lo que se encarga de criticarle, desaprobarle y culparle.
Las consecuencias psicológicas del rechazo y la culpa
Ser elegido desde pequeño como el chivo expiatorio de la familia suele tener consecuencias para toda la vida en esa persona. A menudo se trata de personas que no confían en sí mismos ni en los demás, que tienen una baja autoestima y que se culpan a sí mismos por cómo los tratan los demás, de forma que son más vulnerables al maltrato y la manipulación.
También suele tratarse de personas que experimentan un profundo resentimiento ya que el amor y la validación emocional que debían haber recibido en la familia les fue negada. En esos casos, pueden convertirse en personas que reaccionan con ira en sus relaciones interpersonales.
No obstante, lo más común es que se comporten como una especie de “redentor” porque, de manera inconsciente, creen estar en deuda con los demás, de manera que a menudo cargan con problemas que no les pertenecen e incluso pueden dedicarse a perseguir metas ajenas en detrimento de sus propias necesidades y aspiraciones.
¿Cómo dejar de ser chivo expiatorio en la familia?
Por desgracia, el chivo expiatorio a menudo está representado por un niño que no tiene la capacidad para liberarse del rol que le han asignado. En cualquier caso, la existencia de un chivo expiatorio en la familia implica que existe una dinámica disfuncional que debe ser tratada.
No es inusual que cuando la “oveja negra” de la familia crezca y tenga edad suficiente, se independice con rapidez para salir de ese entorno tóxico. No obstante, sin una intervención terapéutica o sin cortar los lazos completamente, es difícil dejar de ser el chivo expiatorio en la familia.
Aún así, el proceso para dejar de ser un chivo expiatorio no comienza en el entorno familiar sino dentro de la propia persona. Es necesario que se libere de la sensación de culpa y comprenda que no tiene que cargar con las responsabilidades de los demás. Reforzar la autoestima y centrarse en los rasgos positivos que su familia nunca ha destacado les brindará la fuerza necesaria para afrontar un entorno tóxico.
También vale la pena establecer límites con la familia, haciéndole saber que ya no desempeñará más el rol de chivo expiatorio.
Fuentes:
Rothschild, Z. et. Al. (2012) A dual-motive model of scapegoating: Displacing blame to reduce guilt or increase control. Journal of Personality and Social Psychology; 102(6): 1148-1163.
Frear, G. (1991) René Girard on Mimesis, Scapegoats, and Ethics. The Annual of the Society of Christian Ethics; 12: 115-133.
Cornwell, G. (1967) Scapegoating: A Study in Family Dynamics. The American Journal of Nursing; 67(9): 1862-1867.
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