
El desplazamiento es un mecanismo de defensa al que todos hemos recurrido en alguna ocasión. Cuando sentimos determinadas emociones o impulsos negativos, no siempre encontramos las estrategias de afrontamiento adecuadas, de manera que ponemos en marcha mecanismos a nivel inconsciente que nos ayuden a reprimir y esconder ese malestar.
De hecho, los mecanismos de defensa como el desplazamiento son una estrategia de nuestro inconsciente para reducir la ansiedad que experimentamos, evitarnos un posible trauma y restaurar nuestro equilibrio mental. Esas defensas operan por debajo del radar de nuestra conciencia para ayudarnos a afrontar factores internos y/o externos que nos resultan amenazantes. Sin embargo, el hecho de que no seamos conscientes de su existencia no significa que no influyan en nuestros comportamientos y decisiones.
¿Qué es el desplazamiento en Psicología?
El concepto de desplazamiento como mecanismo de defensa se originó en la teoría de la formación de los sueños de Sigmund Freud. Freud pensaba que el desplazamiento era un mecanismo de distorsión del sueño a través del cual el contenido inconsciente se transforma en contenido manifiesto.
En la actualidad, la definición de desplazamiento en Psicología ha cambiado y hace referencia a un mecanismo de defensa en el que una persona redirige una emoción negativa de su fuente original hacia un receptor menos amenazante. Al expulsar de la conciencia el factor estresante original se logra reducir la ansiedad, pero es probable que a largo plazo el afrontamiento no sea adaptativo ya que la fuente del conflicto generalmente se queda latente.
Existen muchos ejemplos de desplazamiento en Psicología, algunos bastante habituales. De hecho, es común que desplacemos la ira o la frustración hacia otras personas que no son quienes las han generado. Por ejemplo, si hemos tenido un problema con nuestro jefe, pero creemos que sería imprudente ventilar nuestra ira porque podría costarnos el puesto de trabajo, podemos reprimirla hasta el final de la jornada. Sin embargo, al llegar a casa, el más mínimo desliz de nuestra pareja o nuestros hijos hará que reaccionemos de manera exagerada, vertiendo esa ira contenida en ellos.
Sin embargo, el desplazamiento no solo se produce a nivel interpersonal sino también a escala grupal o social. Un ejemplo de desplazamiento relativamente común en los tiempos que corren consiste en proyectar la frustración por haber perdido el empleo sobre determinados grupos que consideramos culpables, como pueden ser los inmigrantes.
Esos grupos, que representan un riesgo menor para nosotros, se convierten en el chivo expiatorio que carga con todas las culpas mientras los convertimos en diana de nuestra ira, inseguridades y miedos. Todo para no tener que afrontar una realidad que nos resulta demasiado amenazante y para la cual no tenemos mecanismos de afrontamiento necesarios.
¿Cómo funciona el mecanismo de desplazamiento?
Recurrimos al desplazamiento cuando creemos que reaccionar ante la fuente original de nuestra frustración podría ser inaceptable o incluso peligroso. En cambio, buscamos a una persona, actividad o situación que nos resulte menos amenazante y que puede servir como una válvula de escape más segura para nuestros sentimientos negativos.
De hecho, un estudio realizado en la Universidad Nacional de Chungnam comprobó que los estados de excitación física y emocional suelen desplazarse de una situación a otra, no desaparecen tan fácilmente como creemos. Por tanto, si consideramos que una reacción es inapropiada en cierta situación, podemos reprimir esos sentimientos, pero no desaparecerán, sino que los liberaríamos más tarde en una situación que consideremos más propicia donde sus consecuencias sean menores.
El mecanismo de desplazamiento cumple, por ende, una doble función. Por una parte, nos permite canalizar las emociones e impulsos que consideramos inapropiados o dañinos de una manera más segura – al menos a corto plazo. Por otra parte, mantiene fuera de nuestra conciencia el factor estresante, evitando que tengamos que enfrentar una situación para la cual no contamos con los recursos psicológicos adecuados.
De hecho, si se usa de manera puntual, el desplazamiento puede ser un mecanismo de defensa útil para protegernos de sentimientos negativos e impulsos dañinos. Nos puede ayudar a minimizar la decepción, reducir el estrés, protegernos de la ansiedad y blindar nuestro ego. Investigadores de la Universidad de Harvard incluso comprobaron que el uso adaptativo de mecanismos de defensa como el desplazamiento se relacionan con una salud física mejor y relaciones interpersonales más satisfactorias.
El propio Freud creía que la sublimación, que es un tipo de desplazamiento, puede convertirse en una fuente importante de creatividad e inspiración. En práctica, nos ayudaría a desplazar las emociones e impulsos hacia actividades aceptadas socialmente, como el arte. Así, la sublimación sería una salida constructiva para impulsos inaceptables o dañinos.
Sin embargo, el desplazamiento también puede tener un lado oscuro, sobre todo si lo convertirmos en una estrategia habitual.
El lado más oscuro de desplazar las emociones e impulsos
El desplazamiento puede provocar una reacción en cadena. La agresión desplazada, por ejemplo, puede convertirse en un ciclo ya que no solucionamos la fuente del conflicto. Si tenemos problemas con nuestro jefe y no los resolvemos, sino que desviamos ese enojo constantemente hacia nuestra familia, por ejemplo, las relaciones familiares terminarán resintiéndose. Cuando no resolvemos la fuente del conflicto, este se queda latente, generando una gran tensión psicológica que terminará pasándonos factura de una u otra manera.
De hecho, un estudio realizado en la Universidad del Oeste de Escocia reveló que el uso mecanismos de defensa inmaduros está asociado con una propensión mayor a desarrollar una adicción a la comida o el alcohol, lo cual probablemente se debe a que estos se convierten en la vía de escape para esa tensión psicológica.
Asimismo, el desplazamiento a nivel social suele ser una fuente de prejuicios y estereotipos hacia determinados grupos y en algunos casos incluso pueden tener una salida violenta. Un terrible ejemplo de desplazamiento en la historia se encuentra en el Holocausto nazi. Los judíos se convirtieron en la diana de las frustraciones y la ira del pueblo alemán por las consecuencias económicas de la Primera Guerra Mundial. En vez de dirigir la ira colectiva hacia su propio gobierno o buscar una solución satisfactoria para todos, la redirigieron hacia un grupo de personas más vulnerables.
¿Cómo lidiar con el desplazamiento de manera asertiva?
- Busca salidas más asertivas a tus emociones. El desplazamiento de las emociones no siempre se tiene que producir hacia otra persona o grupo. La sublimación, por ejemplo, es una salida catártica para esos impulsos. Por tanto, intenta usar esa energía para crear algo positivo con lo que puedas conectar con los demás. Puedes encontrar esa salida en la pintura, la escultura, la escritura o incluso en la práctica de actividad física.
- Resuelve el conflicto latente. No siempre es fácil, pero es imprescindible. Un estudio desarrollado en la Universidad de Kansas comprobó que la presión arterial baja más cuando descargamos nuestra ira directamente sobre la persona que la ha causado que cuando la desplazamos hacia objetos sustitutos. Eso significa que en algún momento tenemos que lidiar con la fuente de esa tensión psicológica.
Por tanto, si descubrimos que estamos usando el desplazamiento, debemos trabajar para desarrollar estrategias de afrontamiento conscientes que nos permitan lidiar con el problema que se encuentra en la base. Si no lo hacemos, es probable que sigamos arrastrando esa tensión psicológica y que la desplacemos hacia los demás apenas tengamos la oportunidad.
Fuentes:
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