El efecto rebote es uno de los fenómenos psicológicos que más influye en nuestra vida. También es uno de los más desconocidos. Por eso caemos en sus redes una y otra vez. Dejamos que nos arrebate nuestro equilibrio mental. Y permitimos que nos haga tomar malas decisiones porque no somos conscientes de su influjo.
¿Qué es el efecto rebote?
“Intenta ponerte esta tarea: no pensar en un oso polar, y verás que el maldito animal acudirá a tu mente cada minuto”, escribió Fyodor Dostoievski en “Apuntes de invierno sobre impresiones de verano” en 1863.
Más de un siglo después la ciencia le dio la razón. Daniel Wegner, psicólogo social de la Universidad de Harvard, descubrió el efecto rebote por primera vez hace más de 25 años. Contó que aquella frase llamó su atención y se convirtió en un enigma en el que no podía dejar de pensar, así que decidió comprobar si era cierto.
Ideó un experimento simple: pidió a los participantes que verbalizaran lo que estaban pensando durante cinco minutos, mientras intentaban no pensar en un oso blanco. Si les venía a la mente un oso blanco, debían tocar el timbre. A pesar de las instrucciones explícitas para evitar pensar en el oso blanco, los participantes pensaron en el animal más de una vez por minuto, como media.
Luego Wegner les pidió que hicieran el mismo ejercicio, pero esta vez intentando pensar intencionalmente en un oso blanco. En ese punto, los participantes pensaron en el oso blanco incluso con más frecuencia que un grupo diferente, a quienes se les había dicho que podían pensar en el oso blanco desde el inicio. O sea, que no habían sido sometidos a la condición de supresión del pensamiento.
Sus resultados sugirieron que suprimir el pensamiento durante apenas cinco minutos hizo que esa imagen “rebotara” de manera más intensa en las mentes de los participantes más tarde. Aquel experimento sentó las bases para el efecto rebote.
El efecto rebote se produce cuando nos obligamos a evitar algo. Entonces esa imagen o pensamiento se reafirma en nuestra conciencia, atrayéndonos precisamente hacia lo que queremos evitar. Es un proceso paradójico, como lo calificó el propio Wegner, ya que resulta muy difícil contener los pensamientos indeseados.
Mecanismo psicológico: ¿Por qué no nos podemos quitarnos una idea de la mente?
El mecanismo psicológico que se encuentra detrás del efecto rebote es muy sencillo: cuando intentamos no pensar en algo, una parte de nuestra mente se convierte en una especie de “guardián” para evitar el pensamiento prohibido.
El problema es que esa parte se activa cada cierto tiempo para “comprobar” que no estamos pensando en ello. En ese preciso momento, la idea indeseada vuelve a entrar en nuestra mente como resultado del proceso de escrutinio constante al que nos sometemos. La mente se vuelve hipervigilante y nos tiende un trampa.
Esa es, al menos en parte, la explicación por la cual no podemos sacarnos de la cabeza a nuestra ex pareja, por qué no podemos dejar de pensar en los dulces cuando estamos a dieta o por qué esa preocupación de la que queremos deshacernos nos acosa por las noches. Todo aquello a lo que nos resistimos, reaparecerá con más fuerza.
El efecto rebote mina nuestras decisiones y comportamientos
El efecto rebote no se limita a generar imágenes o pensamientos indeseados, influye de manera directa en nuestras decisiones y comportamientos. En 2010 psicólogos de la Universidad de Londres realizaron un experimento en el que observaron los efectos de suprimir los pensamientos sobre el chocolate.
Pidieron a un tercio de los participantes que pensaran en el chocolate, otro tercio debía intentar suprimir sus pensamientos sobre el chocolate y al resto no les dijeron nada. Todos debían registrar sus pensamientos a lo largo del experimento.
Más tarde todos los participantes tenían la tarea de calificar el chocolate de varias cualidades según su sabor. A los investigadores, sin embargo, no les interesaba la calificación, sino la cantidad de chocolate que comían. Descubrieron que quienes habían intentado suprimir sus pensamientos sobre el chocolate comieron mucho más.
La supresión no solo condujo a un efecto rebote en los pensamientos sobre el chocolate, sino que también intensificó las ganas de comer. Ese efecto fue aún más notable en las personas que ya estaban a dieta e intentaban evitar su ingesta en su vida cotidiana.
Esos mismos investigadores realizaron otro experimento que nos demuestra la fuerza oculta del efecto rebote. En esa ocasión emprendieron un estudio más extenso con fumadores. Los participantes registraron la cantidad de cigarrillos que fumaron durante tres semanas, tomando la primera semana como base para evaluar el consumo medio de cigarrillos.
En la segunda semana dieron la orden a algunos fumadores de intentar suprimir los pensamientos de fumar, a otros les dijeron que pensaran en fumar con la mayor frecuencia posible y el grupo de control simplemente continuó registrando el consumo de cigarrillos.
¿La buena noticia? La supresión condujo a una disminución del consumo de cigarrillos durante la segunda semana en los fumadores que debían suprimir sus pensamientos sobre fumar. ¿La mala noticia? Se produjo un importante efecto de rebote en la tercera semana.
Estos experimentos nos dejan claro que: “no pienses en eso” es un mal consejo. Mientras más intentemos suprimir un pensamiento, con más fuerza aparecerá luego, haciendo que tomemos malas decisiones.
Es probable que esas malas decisiones se deban, al menos en parte, al agotamiento psicológico. Cuando debemos estar permanentemente alertas para reprimir un pensamiento o evitar cierto comportamiento, ese nivel de escrutinio y atención termina pasándonos factura cognitivamente. Es como si consumiéramos nuestra cuota de autocontrol, de manera que cuando no podemos más, se abren por completo las compuertas. Sin embargo, eso no significa que estemos completamente a merced del efecto rebote.
Los pensamientos indeseados también se cuelan en los sueños
El efecto rebote no se limita a la conciencia, los contenidos reprimidos durante el día también pueden aparecer en los sueños. El propio Wegner diseñó un experimento en el que pidió a algunas personas que escribieran lo que estaban pensando cinco minutos antes de irse a la cama.
A algunas les dijeron que debían reprimir sus pensamientos sobre otra persona, a otras que pensaran precisamente en esa persona y las últimas podían escribir libremente. Estas referencias previas al momento de dormir generalmente llevaron a los participantes a soñar más con la persona en cuestión, pero ese efecto era aún más marcado cuando se intentaron suprimir conscientemente los pensamientos.
Ese efecto rebote en los sueños se debe a que cuando dormimos perdemos el autocontrol que normalmente ejercemos de manera consciente, por lo que los elementos reprimidos tienen mayores probabilidades de reaparecer. Por consiguiente, si estamos intentando dejar el cigarrillo, es probable que soñemos con fumar. Y si queremos olvidarnos de una ex pareja, es probable que esta reaparezca continuamente en los sueños.
Un factor que juega a favor del efecto del rebote de los sueños son los cambios que se producen en los lóbulos prefrontales cuando dormimos, especialmente en la fase de movimientos oculares rápidos. Los pensamientos reprimidos son más accesibles durante el sueño REM ya que la eficacia de los procesos operativos disminuye. Esto hace que los pensamientos que hemos tenido justo antes de dormir se vuelvan más disponibles y se produzca una mayor actividad de búsqueda de estos contenidos suprimidos, como reveló un estudio de la Universidad de Nueva Gales del Sur.
Efecto rebote: ¿Cómo evitarlo?
El propio Wegner sugiere diferentes estrategias para evitar el efecto rebote y “reprimir a los osos blancos”:
- Elegir un buen elemento distractor que absorba nuestra atención y enfocanos en ello. En uno de sus experimentos, el propio Wegner pidió a las personas que pensaran en un Volkswagen rojo en lugar de suprimir el pensamiento del oso blanco. ¡Y funcionó! Por supuesto, eso no significa que debamos pensar en un Volkswagen rojo sino buscar un pensamiento alternativo positivo en el cual podamos enfocar nuestra mente, de manera que la idea indeseada desaparecerá por sí sola.
- Posponer el pensamiento. Aunque pueda parecer una solución banal, lo cierto es que plantearnos un horario para pensar en las preocupaciones que nos incomodan suele funcionar. Así al menos evitaremos que ronden nuestra mente día y noche. La estrategia es muy sencilla: en vez de enfadarnos cuando una idea indeseada acuda a nuestra mente, simplemente debemos decirnos: “voy a pensar en ello dentro de un rato, cuando termine lo que estoy haciendo”. De esta manera se le resta importancia emocional, lo cual ayudará a que no se fije con más fuerza en nuestra conciencia.
- Exposición. Según Wegner, si nos permitimos pensar de manera controlada sobre lo que queremos evitar, será menos probable que ese contenido vuelva a aparecer en nuestra mente en otras ocasiones. De esta manera estaríamos desactivando ese mecanismo de autoescrutinio constante que reactiva la idea indeseada, a la vez que podríamos minimizar su impacto emocional familiarizándonos lo suficiente con ella.
- Reducir la multitarea. Un estudio realizado en la Universidad de Flinders concluyó que “la carga cognitiva parece socavar la capacidad de supresión del pensamiento”, de manera que experimentamos más intrusiones. Eso significa que cuando estamos sobrecargados mentalmente, llenos de responsabilidades, agobiados y estresados, es más probable que esos pensamientos indeseados aparezcan en nuestra conciencia. Reducir el ritmo de nuestra vida, por tanto, nos ayudaría a evitar el efecto rebote.
- Meditación mindfulness. En parte, los pensamientos indeseados se fijan tanto por las emociones negativas que generan. Con la meditación mindfulness no solo ganamos un mayor control mental, sino que aprendemos a no dar tanta importancia a esos pensamientos porque sabemos que, si no nos aferramos a ellos, se irán tal y como llegaron. De hecho, un experimento realizado en la Universidad de Washington comprobó que la meditación midnfulness era una técnica eficaz para evitar los pensamientos indeseados sobre el alcohol y ayudar a las personas a disminuir su consumo.
Fuentes:
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