¡Estoy harta de todo! Y a veces también de todos.
Si esa queja hace resonancia en tu interior o en los últimos tiempos se ha convertido en tu leitmotiv, no eres la única. Cada vez más personas experimentan un cansancio vital que las consume. Se trata de una mezcla de agotamiento, frustración, impotencia y a veces también rabia que termina convirtiéndose en un cóctel explosivo que dinamita sus relaciones y sabotea sus proyectos. ¿Qué ocurre?
El hartazgo del alma
Vivir es agotador, sobre todo en el mundo actual, donde a las tareas, compromisos y obligaciones cotidianas se le suma nuestra sobreexigencia para poder con todo. No es casual que el filósofo Byung-Chul Han definiera nuestro estilo de vida como la “sociedad del cansancio”.
Esa sensación de hastío no suele tener un detonante único, sino que es más bien el resultado de la acumulación de muchas malas experiencias. Son pequeñas gotas cotidianas de contratiempos, decepciones o esfuerzos baldíos que terminan rebosando el vaso y hacen que nos sintamos drenados por dentro.
Podemos visualizar cada uno de esos momentos y emociones negativas como en una pequeña piedrecilla que se cuela en nuestra mochila de la vida. Al inicio no notaremos su peso, pero cuando se acumulan demasiadas, comenzarán a hundirnos y nos dificultarán avanzar.
Cuando ese cansancio vital se convierte en un estado de ánimo estacionario, puede terminar afectando notablemente nuestro bienestar. De la sensación de hartazgo a la depresión no hay más que un paso. Ese bucle de negatividad afectará nuestro sueño, hará que nos descuidamos y nos arrebatará nuestra capacidad para disfrutar de la vida.
De hecho, un estudio realizado en la Medizinische Universitätspoliklinik reveló que aproximadamente 2/3 de las personas que sufren fatiga crónica también presentan síntomas de depresión, ansiedad o trastornos somáticos, lo cual no es extraño ya que ese estado de hastío y cansancio vital le pasa factura al sistema nervioso autónomo.
Por tanto, es necesario salir de ese estado.
Bucea dentro de ti
El agotamiento es un círculo vicioso, de manera que cuanto más te preocupes por esa falta de energía y más te empujes para poder con todo, más te agotarás. Por ese motivo, el primer paso para recuperar el ritmo consiste en no presionarte.
Es más fácil decirlo que hacerlo. Lo sé.
Sin embargo, es importante que no intentes escapar de esa sensación de hartazgo, sino que te sientes tranquilamente a analizarla y “digerirla”. Es probable que pienses “¡estoy harta de todo!” y que te inunde una sensación de apatía o incluso de rabia, pero intenta llegar al fondo de esas emociones.
¿Qué es lo que te harta realmente? ¿Qué es lo que más rechazo te genera? Puede ser que el foco primario sea el trabajo. O tus relaciones interpersonales. Quizá el estilo de vida que estás llevando. O incluso puede que descubras que tú misma te estás robando la energía vital a costa de sobreexigencias o de alimentar expectativas poco realistas sobre los demás.
Por lo general, esa sensación de hastío surge en un área específica de la vida y luego se extiende, cual mancha de aceite, al resto de las esferas. La clave consiste en encontrar la fuente original del malestar.
En muchos casos, esa sensación de hartazgo surge del estancamiento o de sentir que no avanzas lo suficientemente rápido en la vida ya que tus metas parecen cada vez más elusivas. De hecho, es habitual que se instaure cuando las cosas van mal, en esas rachas en las que todo se tuerce y parece que no hay manera de enderezarlo.
Como puedes apreciar en el gráfico que aparece a continuación, el hartazgo suele surgir cuando demasiados contratiempos y obstáculos se interponen en el camino hacia nuestras metas, de manera que estas requieren un esfuerzo cada vez mayor pero, aún así, no logramos alcanzarlas. De hecho, a menudo esa obcecación afecta nuestro desempeño, haciendo que todo parezca cuesta arriba, de manera que nuestros resultados son cada vez peores.
El exceso de trabajo sin las recompensas adecuadas termina drenándonos. De hecho, si has estado llevando un ritmo frenético, es normal que el cansancio físico termine aflorando y transmute en un agotamiento vital que te haga sentir harta de todo y de todos.
Parar es sano
Por experiencia clínica y personal, el hartazgo vital suele producirse cuando seguimos adelante por inercia durante demasiado tiempo, sin preguntarnos qué deseamos realmente. Suele deberse a un desequilibrio entre la tensión y la relajación, de forma que nuestra vida se llena de tareas y obligaciones que nos agobian o no nos hacen sentir tan bien como desearíamos.
Por ese motivo, para luchar contra esa sensación hay que detener el piloto automático. Frenar en seco y hacer una pausa vital.
En la era de la productividad, puede parecer una ilusión. Pero llega un punto en el camino en el que, si te paras, es posible que algo se “rompa”, pero si no te paras, es probable que te rompas tú. Por tanto, tienes que elegir.
Cuando te exiges demasiado, tu cerebro simplemente se ve desbordado. Ese flujo incesante de estímulos que le estás obligando a gestionar como si fuera un malabarista, se traduce en una sensación de hastío con todo, que no es más que la señal de que necesitas replantearte lo que estás haciendo para volver a encontrar la ilusión.
Recuerda que a veces no hacer nada es hacer mucho. Descansar no es perder el tiempo. Todo lo contrario, es ganar salud mental y claridad a largo plazo. Por tanto, si crees que necesitas una pausa. ¡Hazla!
Reencuentra la motivación
A menudo la sensación de hartazgo se acompaña con una profunda desmotivación. Es probable que al “¡estoy harta de todo!” se sume un “¡no tengo ganas de nada!”. La apatía, la abulia y la anhedonia son los tres jinetes del Apocalipsis depresivo porque te condenan a un agujero de inacción por el que te vas deslizando poco a poco.
La motivación es el combustible que te permitirá salir de ese bucle.
Por supuesto, en un momento en el que estás tan cansada de todo, encontrar la motivación puede parecer una misión imposible. Pero no lo es.
Empieza buscando algo que todavía disfrutes. Cualquier cosa. Eso se convertirá en el cabo del cual podrás tirar para seguir encontrando otras cosas que te generen placer o felicidad. Enfócate simplemente en lo que te gusta. Ese será el punto de partida desde el cual puedes reconstruir tus nuevas rutinas.
Luego, asegúrate de reorganizar tu vida incluyendo esas cosas que te relajan, proporcionan energía o te llenan de felicidad porque sin ellas no podrás llegar demasiado lejos. Recuerda que no necesitas trabajar siempre a la velocidad de la luz y que no siempre tienes que estar disponible para los demás. No seas tan severa contigo misma: baja el ritmo cada vez que lo necesites.
Y cuando vuelvas a toparte con esas situaciones que te generan frustración, te hacen hervir la sangre o te causan una sensación de impotencia, intenta mantener la perspectiva. Enfócate en tus objetivos y recuerda que muchas veces el camino para lograr grandes cosas está mal asfaltado, repleto de baches y obstáculos.
Y si esas metas te generan demasiada frustración o se vuelven escurridizas, quizá necesites replanteártelas. Las circunstancias van cambiando, de manera que debes cambiar con ellas. Lo adaptativo no es aferrarse a un objetivo sino transformarlo a medida que el mundo avanza.
Por último, recuerda que el exceso de rendimiento es lo que provoca el infarto del alma, parafraseando a Byung-Chul Han. “En la sociedad de la obligación, cada cual lleva consigo su campo de trabajos forzados”, así que date tiempo para reconectar contigo misma. Así evitarás volver a caer en esa incómoda y paralizante sensación de hartazgo.
Referencias Bibliográficas:
Hockey, R. (2013) The psychology of fatigue: Work, effort and control. En: Cambridge University Press.
Radvila, A. (1991) Intense fatigue in humans. Psychosocial and cultural aspects. Ther Umsch; 48(11): 756-761.
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