Cuando pensamos en la ansiedad, solemos asociarla con un trastorno psicológico. No es extraño ya que cuando aparece suele desencadenar una avalancha de sensaciones desagradables, desde tensión física y aceleración del ritmo cardiaco hasta aprensión, angustia y pensamientos catastróficos. Sin embargo, ¿alguna vez te has preguntado si es la ansiedad una emoción o más bien una respuesta cognitiva ante lo que ocurre en tu entorno y mente?
¿La ansiedad es una emoción?
La ansiedad forma parte de la enorme lista de emociones y sentimientos que podemos experimentar. Pero no es una emoción cualquiera. Es una emoción secundaria, lo cual significa que generalmente se deriva de las emociones primarias.
Una emoción secundaria suele actuar como un mecanismo de defensa o protección cuando consideramos – consciente o inconscientemente – que no podemos dejar entrever la emoción primaria, aquella que la origina y se encuentra en su base. De hecho, estas emociones suelen aparecer como resultado de la socialización. O sea, no las traemos “preconfiguradas de fábrica”, como la ira, la tristeza o la alegría, que son emociones primarias.
En el caso de la ansiedad, la emoción primaria con la que guarda un vínculo más estrecho es el miedo. No obstante, a diferencia del miedo, que puede localizar el objeto potencialmente peligroso y activar una respuesta bastante adaptativa, la ansiedad es la anticipación de una situación que engendra peligro – interno o externo – pero que aún no ha sucedido y puede que nunca llegue a suceder. Aún así, la perspectiva de que se produzca genera una preocupación constante que puede llegar a ser patológica si no somos capaces de gestionarla.
La ansiedad también puede ser una emoción secundaria de la ira, los celos, el dolor, la decepción, la vergüenza o la tristeza. En el caso de los celos, por ejemplo, cuando se basan en meras sospechas y no logramos definir bien la amenaza, experimentamos un elevado nivel de inseguridad al no saber lo que está ocurriendo realmente. Eso nos genera ansiedad.
Por tanto, la ansiedad es una emoción y, al mismo tiempo, una experiencia mental que surge de una interacción compleja entre pensamientos, sentimientos y conductas. Es decir, los pensamientos a menudo pueden desencadenar la ansiedad y/o agravarla, alimentando las dudas, inquietud y angustia.
Existe una ansiedad emocional y una ansiedad eminentemente cognitiva
¿Hasta qué punto la ansiedad es una reacción emocional ante lo que sucede o un estado alimentado por las preocupaciones? Un estudio realizado en la Universidad de Nueva Gales del Sur reveló que las personas suelen dar muchas vueltas a estos temas:
- Relaciones personales más estrechas
- Errores cometidos en el pasado
- Experiencias personales negativas
- Interacciones sociales
Las situaciones sociales y los eventos negativos fueron los desencadenantes más comunes de los pensamientos rumiativos. Y muchas personas reconocían tener dificultades para desconectar y dejar de preocuparse, lo cual alimentaba y perpetuaba el ciclo de la ansiedad.
Cuando experimentamos síntomas eminentemente cognitivos como la rumia o los pensamientos acelerados podemos empezar a sentirnos emocionalmente abrumados. Eso puede provocar un aumento de los sentimientos de miedo o aprensión. A su vez, esas respuestas emocionales pueden intensificar aún más el lío mental, lo que lleva a un aumento de la rumia y la preocupación. Ese ciclo puede continuar al infinito, de manera que cada conjunto de síntomas refuerza al otro, creando un bucle de ansiedad creciente.
Desde esta perspectiva, se podría establecer una diferenciación entre una ansiedad fundamentalmente emocional y otra de carácter esencialmente cognitivo. Aunque ambas están estrechamente relacionadas y suelen retroalimentarse, pueden distinguirse por su origen, evolución y síntomas más característicos:
- Ansiedad emocional. Se define fundamentalmente por sentimientos de inquietud, aprensión o temor. Suele aparecer con mayor rapidez y está relacionada con situaciones o desencadenantes específicos, como el miedo a hablar en público o la ansiedad por el desempeño. Suele ser una ansiedad de carácter puntual que aparece cuando nos exponemos o estamos a punto de exponernos a la situación que nos genera nerviosismo y generalmente desaparece una vez pasada.
- Ansiedad cognitiva. En este tipo de ansiedad los aspectos cognitivos tienen mayor peso, por lo que suele estar generada por estados de preocupación crónicos y la tendencia a darle vueltas a las cosas en bucle. En su base suele encontrarse un pensamiento catastrofista, por lo que suele ser una ansiedad más estable a lo largo del tiempo, con tendencia a cronificarse. La persona también siente que su mente se acelera y no logra concentrarse o pensar con claridad. Sin embargo, es más difícil encontrar desencadenantes específicos ya que se experimenta más como un estado de aprensión difuso.
¿Por qué es importante comprender los factores emocionales y cognitivos que se encuentran en la base de la ansiedad?
No cabe duda de que la ansiedad es una emoción. Pero tampoco cabe duda de que es un proceso mental mucho más complejo, a menudo originado o alimentado por nuestros pensamientos. La tendencia a experimentar uno u otro tipo de ansiedad determinará las técnicas psicológicas más eficaces para abordarla.
Los experimentos en los que se ha pedido a las personas suprimir las emociones en situaciones de estrés han demostrado que experimentaban mucho más ansiedad y angustia que quienes podían expresar cómo se sentían. Y después de la tarea, se mostraban más reacios a volverse a exponer a la misma, lo que reforzaba aún más la evitación experiencial.
Eso sugiere que cuando se trata de una ansiedad con un trasfondo eminentemente emocional, métodos como la aceptación radical y técnicas como el mindfulness o los ejercicios de relajación podrían ser más eficaces para aliviar ese estrés.
En cambio, la reestructuración cognitiva para la ansiedad podría ser una técnica más eficaz para las personas con tendencia a preocuparse en exceso y hacer una tormenta en un vaso de agua. En este sentido, se ha comprobado que replantearse las preocupaciones y pensamientos amenazantes realmente puede reducir el componente emocional de la ansiedad.
La clave consiste, como indicó un estudio realizado en la Universidad de Texas con personas que sufrían claustrofobia, en activar ese proceso de reevaluación cognitiva antes de exponerse a la situación que nos causa desazón. De esta forma logramos bloquear o minimizar el miedo que genera y, por ende, desactivamos la ansiedad.
Lo más importante es comprender que la ansiedad puede surgir y manifestarse de diversas maneras. Y aunque puede considerarse una emoción, también abarca nuestros pensamientos y tiene un impacto considerable a nivel físico. Comprender su complejidad y saber identificar qué estamos experimentando en cada momento nos permitirá afrontarla de manera más eficaz para evitar que afecte nuestro bienestar.
Referencias Bibliográficas:
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