“Uno no se ilumina imaginando figuras de luz, sino haciendo consciente la oscuridad”, escribió Carl Jung. Sin embargo, detectar y aceptar nuestras sombras demanda un arduo trabajo mental que muchas personas no quieren – o no pueden – hacer porque carecen de las herramientas psicológicas necesarias.
Esas personas a menudo terminan proyectando sus sombras sobre los demás. La incapacidad para lidiar con algunos aspectos de su personalidad o de la propia vida les genera una gran angustia e impotencia. Como resultado, cuando se sienten sobrepasados por las circunstancias o su “yo” se siente amenazado por unas sombras internas inadmisibles, ponen en marcha mecanismos de defensa como la proyección para protegerse de esa angustia y evitar el sufrimiento.
La proyección como mecanismo de defensa
La proyección es un comportamiento defensivo que protege nuestro “yo” canalizando hacia los demás aquellos sentimientos, motivos o impulsos que nos resultan inaceptables. Cuando creemos que determinados pensamientos, sentimientos, impulsos o comportamientos son negativos y no encajan en la imagen que tenemos de nosotros mismos – porque nos convierten en una persona poco amable, indigna, inferior o mala – negar su existencia es una manera de evitar la disonancia cognitiva y el malestar que pueden generar.
El concepto de proyección en Psicología proviene de Freud, quien hizo referencia por primera vez a este mecanismo en una carta de 1895. En ella, describió a una paciente que evitaba afrontar sus sentimientos de vergüenza imaginando que sus vecinos cotilleaban sobre ella. Así salvaguardaba la imagen que tenía de sí misma y no tenía que buscar el verdadero motivo de su vergüenza.
Más tarde, Carl Jung y Marie-Louise von Franz dieron un vuelco a la teoría de la proyección psicológica como mero mecanismo para proteger nuestro ego. Argumentaron que la proyección también se usa para protegernos del miedo a lo desconocido. Según estos psicoanalistas, cuando no comprendemos algunas cosas – ya sean nuestras o del mundo – tendemos a proyectar ideas arquetípicas como parte de nuestra respuesta natural al deseo de que el mundo sea un sitio más predecible, controlable y con patrones claros.
En cualquier caso, cuando proyectamos nuestros sentimientos sobre otra persona, lo que hacemos es eludir nuestras emociones más aterradoras. Así, el acto de proyectar se convierte en una distracción que nos permite ignorar al verdadero culpable, el problema interno que se deriva de la incapacidad para gestionar de manera madura esas incongruencias y sombras.
Ejemplos de proyección psicológica en la vida cotidiana
La proyección es un mecanismo bastante común en la vida cotidiana porque cuando una persona no tiene la confianza y madurez suficiente como para aceptar las partes de sí misma que no le gustan, es mucho más fácil señalar con el dedo a alguien y desplazar esos sentimientos desagradables.
Por eso, la proyección psicológica puede ocurrir en una gran variedad de contextos, ya sea como un incidente aislado o un patrón que se repite de manera regular en una relación. Generalmente este mecanismo se activa para evitar explorar los sentimientos subyacentes. Por ejemplo, una persona puede acusarnos de comportarnos de manera egoísta o de estar enfadados cuando en realidad el egoísta o enfadado es él/ella.
También podría acusarnos de que estamos haciendo trampa o siendo desleales para enmascarar su propia deslealtad o miedo al abandono sustentado en la creencia de que no es lo suficientemente bueno o digno de ser amado. De hecho, en las relaciones de pareja la proyección psicológica es un mecanismo que se activa a menudo. Los celos con acusaciones infundadas de infidelidad, por ejemplo, pueden esconder que esa persona en realidad se siente atraída por alguien más y, en vez de admitirlo, acusa a su pareja proyectando sobre esta sus propios impulsos y deseos.
Las personas con tendencias narcisistas o manipuladoras también suelen recurrir a la proyección. Estas personas pueden quejarse de que siempre estamos demandando atención o reclamarnos que anteponemos nuestras necesidades continuamente cuando en realidad son ellos quienes se comportan así. También es habitual que nos culpen de lo que ha salido mal para no asumir la responsabilidad, de manera que proyectan sobre nosotros su vergüenza o incapacidad.
La proyección es pan para hoy y hambre para mañana
La proyección no favorece a nadie, ni a quien proyecta sus sombras ni a quien se convierte en reservorio de estas.
La persona sobre la que se proyectan las sombras corre el riesgo de convertirse en una especie de “cuidador emocional” o, en el peor de los casos, en un chivo expiatorio o saco de boxeo. Si se trata de personas hipersensibles emocionalmente, es probable que actúen como “esponjas emocionales” que absorben toda la ira, vergüenza, tristeza o ansiedad que los demás no son capaces de gestionar. Como resultado, cargarán sobre su espalda las culpas ajenas, un fardo que a la larga será demasiado pesado y terminará haciendo flaquear su equilibrio psicológico.
De hecho, no es raro que como consecuencia de una proyección continua, terminemos asumiendo las culpas, inseguridades y rasgos negativos de los demás, incorporándolas a nuestra identidad. Por ejemplo, un padre que no pudo realizar una carrera exitosa podría decirle a su hijo: “no llegarás a nada” o “ni siquiera te molestes en intentarlo”. Al proyectar sus inseguridades sobre su hijo, este podría interiorizar ese mensaje, creer que nunca tendrá éxito y, por tanto, no intentarlo siquiera.
La persona que proyecta tampoco sale ilesa. Es cierto que los mecanismos de defensa son una estrategia para cambiar la manera en que interpretamos una situación o la forma en que nos sentimos respecto a ella, pero no cambian la realidad. De hecho, mantener los sentimientos e impulsos inaceptables fuera de nuestra conciencia da como resultado un “yo falso” y extremadamente vulnerable.
Como dijera Jung, “lo que niegas te somete. Lo que aceptas te transforma”. Necesitamos aceptar las sombras para poder crecer. Si no lo hacemos, si proyectamos continuamente nuestras inseguridades sobre los demás, el precio de esa protección es la incapacidad para desarrollar resiliencia y madurar.
Aunque la proyección psicológica preserva nuestra autoestima, haciendo que las emociones difíciles sean más tolerables, ese escudo protector en realidad es muy endeble que puede terminar rompiéndose cuando menos lo esperamos.
¿Cómo detectar la proyección psicológica?
Detectar la proyección no siempre es fácil, pero una pista importante suele ser una reacción emocional inusualmente intensa y completamente desproporcionada. Cuando detectamos que estamos reaccionando de manera excesiva – o que alguien reacciona de manera exagerada – es posible que esté proyectando sus inseguridades.
En una relación, la proyección a menudo se detecta porque los conflictos no se solucionan. Se tiene la misma pelea una y otra vez, cayendo en un bucle eterno, porque una de las partes no reconoce su responsabilidad, sino que la proyecta continuamente sobre el otro. Al proyectar la culpa sobre alguien que no la puede gestionar, el bucle se autoalimenta.
Otra señal que revela la proyección es cuando nos sentimos molestos, irritados o enfadados con alguien, pero no somos capaces de precisar de dónde proviene esa sensación o qué comportamiento la originó. Generalmente se trata de que hemos identificado en esa persona – de manera inconsciente – una característica propia que nos negamos a reconocer.
Detener el mecanismo de proyección
Cuando detectamos la proyección, lo más conveniente es dar un paso atrás. Si somos nosotros quienes estamos proyectando, necesitamos alejarnos del conflicto para poder asumir una distancia psicológica de la situación que nos está agobiando y angustiando. Así podremos pensar de manera más racional.
En ese caso, debemos analizar el conflicto intentando centrarnos únicamente en los hechos. Luego debemos explorar los sentimientos que ha generado y las reacciones que ha desencadenado en nosotros, desde las emociones experimentadas hasta los pensamientos que acudieron a nuestra mente. ¿Existe algo que nos incomoda? ¿Algún sentimiento o idea que hayamos desechado rápidamente? Ahí debemos centrar nuestra atención. Debemos preguntarnos qué significa realmente eso para nosotros y por qué no podemos aceptarlo.
En el caso de que alguien intente proyectar sus sombras sobre nosotros, lo más importante es establecer una barrera que nos impide introyectar esos miedos, inseguridades y culpas. Podemos responder de manera clara: “no estoy de acuerdo contigo” o “yo no lo veo de esa manera”. Así podemos desviar la proyección y, con un poco de suerte, incluso motivar a esa persona a reflexionar sobre su perspectiva para que asuma la responsabilidad que le corresponde.
Fuentes:
Gabbard G.O., Litowitz, B. E., & Williams, P. (2012) Textbook of Psychoanalysis. Nueva York: American Psychiatric Publishing.
McWilliams N (2011) Psychoanalytic Diagnosis: Understanding Personality Structure in the Clinical Process. Nueva York: Guilford.
Epstein S (1994). Integration of the cognitive and the psychodynamic unconscious. American Psychologist; 49: 709-724.
Marta Legarreta dice
Estimada Jennifer,
Este artículo contiene una información preciosa para comprender mejor el mecanismo de nuestras emociones. Vengo de una familia númerosa y en el ámbito familiar las proyecciones pueden ser frecuentes.
Muchísimas gracias por haberlo compartido.
Sergi Llode dice
Magnífico artículo. Podrías recomendarme algún libro sobre el tema de la proyección? Gracias.
Victor dice
Me interesa mucho y te felicito
Como puedo sacar cita con usted
Jennifer Delgado dice
Hola Victor,
Te agradezco la retroalimentación.
Respecto a la cita, lo siento pero no ofrezco consultas.
Un saludo.
Greka dice
Estoy buscando que me pasa y me identifico con este concepto.
Sentí emociones incontrolables hacia una persona que seguía redes, admiraba y se lo expresaba llegando hacerlo de forma muy intensa. Hasta que llegó el momento q no le ví sentido.