La irritabilidad infantil es uno de los principales motivos de consulta de los padres cuando acuden al psicólogo con sus hijos. No es para menos puesto que lidiar con los arrebatos de ira y frustración no es fácil. A menudo los padres sienten que no tienen las herramientas adecuadas para hacer frente a la irritación y el mal humor permanentes.
En cambio, otros padres achacan la irritabilidad en los niños a su edad, de manera que no le prestan mucha atención porque piensan que se trata de una etapa que terminará pasando. Y si bien es cierto que todos los niños – y los adultos – pueden sentirse irritables en algún momento, sobre todo cuando están cansados o no se sienten bien, lo cierto es que la irritabilidad infantil puede ser un síntoma de problemas más graves, por lo que es algo que no se debe tomar a la ligera.
Los problemas mentales asociados a la irritabilidad en los niños
La irritabilidad implica un umbral bajo para experimentar ira como respuesta a los eventos negativos. En práctica, el niño tiene una baja tolerancia a la frustración, de manera que ante el menor contratiempo, obstáculo o negativa a sus deseos reacciona con ira.
La irritabilidad infantil suele manifestarse como arrebatos de temperamento inapropiados para la edad y un estado de ánimo marcado por el mal humor durante la mayor parte del tiempo. Es como si el niño no encontrará paz. En algunos casos también se acompaña de agresividad, la cual funge como una válvula de escape física para liberar la tensión interior.
Ese estado de irritabilidad persistente (que afecta aproximadamente al 3% de la población infantil) se ha asociado a varios problemas de salud mental de niños y adolescentes. De hecho, es uno de los síntomas específicos del trastorno oposicionista desafiante, el TDAH, el trastorno bipolar y el autismo. También aumenta el riesgo de desarrollar ansiedad o depresión más adelante en la vida.
Un estudio realizado en la Universidad de Cardiff realizó una distinción entre la irritabilidad que comienza en la infancia y aquella que se desarrolla en la adolescencia. Tras analizar a casi 8.000 niños y adolescentes durante un período de ocho años, se constató que la irritabilidad infantil es más común en los niños y se asocia al TDAH. En cambio, la irritabilidad que comienza en la adolescencia es más común en las niñas y se vincula a la depresión.
Otra investigación llevada a cabo por los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos concluyo que la irritabilidad infantil “es más un problema del estado de ánimo que una manifestación meramente conductual” y que no se debe ignorar ya que “puede provocar un deterioro sustancial de la salud mental”.
También señaló que estos niños tienen un sesgo hacia los estímulos amenazantes, lo cual significa que ven el mundo como un sitio más hostil, y que tienen dificultades para procesar las recompensas. Además, son menos flexibles a la hora de interpretar las señales sociales, así como en su respuesta a ellas.
En práctica, es como si su sistema de búsqueda de amenazas estuviera activo constantemente, lo cual genera o acrecienta la irritabilidad. A esto se le suma que tienen dificultades para generar respuestas más adaptativas a la frustración; o sea, les cuesta modificar su estrategia o redirigir sus esfuerzos hacia un objetivo alternativo.
En 2013, el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM 5) añadió el trastorno de desregulación disruptiva del estado de ánimo para diferenciar los casos de niños que presentan una irritabilidad crónica y severa acompañada de rabietas sistemáticas.
¿Cuándo la irritabilidad infantil comienza a ser preocupante?
Todos podemos reaccionar con irritabilidad a veces. Los niños no son la excepción. Sin embargo, la irritabilidad infantil puede convertirse en un signo de algo más grave cuando:
- Se convierte en un patrón de respuesta habitual, de manera que el niño reacciona ante eventos poco significativos con irritación, enfado y molestia. Por tanto, su irritabilidad no es puntual ni circunscrita a situaciones específicas, sino que es generalizada.
- Aumenta o no se atenúa a medida que el niño crece. Como norma general, a medida que los niños maduran las rabietas, la irritabilidad y las agresiones disminuyen ya que mejoran sus competencias sociales y emocionales, a la par del autocontrol. Si a partir de los 4 años la irritabilidad y la agresividad van en aumento, pueden indicar un problema psicológico de base que es necesario abordar.
- Aparición de otros síntomas, como arrebatos de mal genio, un negativismo cada vez más desafiante, tendencia a la confrontación, problemas para seguir las normas y muestras de agresividad.
- Se presenta en diferentes contextos, de manera que el niño responde con irritabilidad tanto en la casa como en la escuela, con los adultos y sus coetáneos, lo cual es una señal de que la irritación se ha convertido en una reacción automática en todos los contextos.
- Afecta otras áreas del desarrollo, de forma que la irritabilidad termina causando problemas en sus relaciones con otros niños, mina su desempeño académico y/o afecta su bienestar.
¿Qué pueden hacer los padres para controlar la irritabilidad infantil?
Un estudio realizado en la Universidad de Wisconsin-Madison comprobó que los niños que sufren abusos físicos prestan mucha atención a las expresiones de enojo, lo cual podría contribuir al mecanismo neurológico desadaptativo que se encuentra en la base de la irritabilidad. Eso significa que, para abordar la irritabilidad en los niños, hay que comenzar por crear un ambiente sereno en casa.
Aunque no siempre seamos conscientes de ello, podemos transmitir nuestra tensión e irritabilidad a los niños, que tienen menos herramientas psicológicas para lidiar con esas emociones. Por ese motivo, no es extraño que el tratamiento de la irritabilidad infantil comience con un entrenamiento parental.
Es posible que las rabietas, la confrontación, las discusiones y las contestaciones sean difíciles de gestionar, pero durante esos episodios es vital mantener la calma y ser pacientes. Obviamente, puedes sentirte enojado o frustrado, justo como tu hijo, pero lo importante es cómo gestionas esas emociones porque tu reacción se convertirá en un ejemplo a seguir. ¿Cómo puedes esperar que un niño controle su frustración si no eres capaz de controlar la tuya?
Ante la irritabilidad infantil, responde de forma firme pero serena. Puedes seguir estos pasos ya que tener un guion mental claro evitará que pierdas los nervios:
- Repasa claramente las reglas. Puedes recordarle: “sé que estás molesto, pero no puedes gritar ni insultar” o “comprendo que estés frustrado, pero no puedes tirar ni romper las cosas”.
- Ayúdale a calmarse. Cuando los niños están irritados, les resulta difícil controlar su comportamiento, por lo que tendrás que ayudarle a calmar esas emociones. Puedes pedirle: “respira hondo y cálmate”. Otras estrategias para que se serene es pedirle que cuente hasta 10 o aplicar la técnica del tiempo fuera, de manera que se aleje unos minutos del conflicto saliendo de la habitación.
- Pídele que explique cómo se siente. También es recomendable que le ayudes a expresar lo que siente ya que la granularidad emocional es lo que le permitirá evitar los arranques de ira. Pídele que te cuente qué ha ocurrido y cómo se ha sentido.
- Busca soluciones para el futuro. No basta con expresar lo que siente, tu hijo también debe tener un plan de acción para afrontar la frustración en el futuro, por lo que es conveniente que reflexiones sobre los comportamientos alternativos que puede poner en práctica cuando comience a sentirse irritable. Puedes enseñarle técnicas de autocontrol para niños o incluso adentrarlo en la meditación infantil.
Por último, también es importante buscar orientación psicológica para comprender qué se encuentra en la base de la irritabilidad infantil. Existen tratamientos farmacológicos, pero el abordaje psicoterapéutico suele ser más eficaz a largo plazo, a menos que la irritabilidad esté vinculada a un evidente trastorno psiquiátrico.
Referencias Bibliográficas:
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Leibenluft, E. & Stoddard, J. (2013) The developmental psychopathology of irritability. Dev Psychopathol; 25(402): 1473–1487.
Pollak, S. D. (1997) Cognitive Brain Event-Related Potentials and Emotion Processing in Maltreated Children. Child Dev; 68(5): 773-787.
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