Sentirse invisible no es agradable e incluso puede llegar a ser una experiencia dolorosa. Cuando estamos en una situación embarazosa, la invisibilidad se nos antoja un superpoder. De hecho, en algunas circunstancias pasar desapercibidos incluso puede evitarnos un conflicto o sacarnos de un peligro.
Pero cuando los demás nos ignoran, hacen caso omiso de nuestras ideas y pasan de nuestros sentimientos, podemos sentirnos menospreciados, solos y desconectados. Como dijera el psiquiatra Donald Winnicott, “estar escondido puede ser divertido, pero no ser encontrado es un desastre”.
Con el tiempo, esa sensación de invisibilidad puede volverse crónica haciendo que nos sintamos rechazados e insignificantes. Podemos empezar a sentir que no somos suficientes, como si no importáramos en lo más mínimo. Esa experiencia de invisibilidad puede terminar erosionando nuestra autoestima y autoconfianza.
Las principales razones por las que podemos sentirnos invisibles
Experimentar rechazo social, ya sea accidental o intencional, puede alimentar los sentimientos de invisibilidad. Los prejuicios, por ejemplo, contribuyen a que las personas se sientan invisibles ya que existen grupos que ignoran abiertamente sus ideas y vulneran sus derechos.
Cuando una persona no recibe validación emocional en los momentos difíciles, también puede sentirse invisible. La ausencia de empatía en los demás le impide conectar emocionalmente, lo cual le hace sentirse solo y aislado, como si no existiera.
También podemos sentirnos invisibles y menospreciados cuando los demás no reconocen nuestros derechos asertivos fundamentales. Si no nos tratan con respeto, sino que intentan imponer su voluntad y decisiones, podemos sentir que no contamos.
Esa sensación de invisibilidad también se manifiesta cuando no se toman en cuenta nuestras opiniones y nos arrebatan nuestro derecho a expresar nuestro desacuerdo. También podemos sentirnos ignorados cuando los demás relegan a un segundo plano nuestras necesidades, de manera que quedan permanentemente insatisfechas.
En resumen, nos sentimos invisibles cuando las personas de nuestro entorno no validan nuestra identidad, sino que la ignoran, haciéndonos a un lado y excluyéndonos de la toma de decisiones importantes.
Cuando el problema no son los demás
A veces podemos sentirnos invisibles porque arrastramos una historia de negligencia emocional infantil. Si nuestros padres nos prestaron poca atención y no satisficieron adecuadamente nuestras necesidades emocionales, es probable que esa sensación de insignificancia y rechazo nos acompañe en la vida adulta.
Generalmente nos volvemos hipersensibles a las situaciones de rechazo o invalidación ya que estas nos hacen volver automáticamente a nuestra infancia. Esas experiencias pueden distorsionar nuestra percepción de la realidad y hacernos sentir invisibles cuando en realidad sí contamos para las otras personas.
En estos casos, podemos hacer referencia a cuatro situaciones en las que uno puede sentirse invisible:
- La “nada” absoluta. Podemos sentirnos absolutamente invisibles cuando las personas más importantes para nosotros, como la pareja o los hijos, se comportan como si no existiéramos. Generalmente se debe a que están demasiado abrumados con sus propios problemas, pero también puede tratarse de personas demasiado egocéntricas o manipuladoras que utilizan la indiferencia como castigo y medio de control.
- Ceguera parcial. En estos casos, no somos completamente invisibles, recibimos atención, pero es una atención residual o superficial. Podemos sentirnos así, por ejemplo, cuando hablamos con una persona, pero en realidad no nos escucha y al poco rato ya no recuerda nada de la conversación. También podemos sentirnos invisibles cuando nos relacionamos con personas que no nos comprenden o no tienen interés por saber cómo somos.
- Invisibilidad autoprotectora. Algunas veces, la invisibilidad puede ser “positiva”. En los océanos, por ejemplo, los peces que viven en las zonas más profundas no necesitan ser invisibles porque allí todo es oscuro mientras que los que viven en la superficie emiten destellos de luz deslumbrantes para que sus depredadores los confundan con los destellos del agua. En cambio, los animales que viven en aguas intermedias, la zona pelágica, no tienen esas opciones. Por eso allí habitan la mayoría de los peces invisibles. La invisibilidad les ayuda a sobrevivir en un mar de depredadores.
- Invisibilidad para proteger a los demás. No siempre intentamos volvernos invisibles para protegernos, a veces lo hacemos para proteger a los demás. Por ejemplo, en familias disfuncionales o donde los adultos tienen graves problemas, los niños pueden intentar pasar desapercibidos para no suponer una carga extra. Si sentimos que lo mejor que podemos hacer es volvernos invisibles, relegamos nuestras necesidades a un segundo plano e intentamos minimizarnos.
En otros casos, sentirse invisible puede ser el resultado de unas expectativas poco realistas. Las personas narcisistas, por ejemplo, que demandan una atención extrema, pueden sentirse invisibles cuando no la reciben. Sin embargo, eso no significa que no sean importantes para los demás, sino tan solo que en ocasiones pasan a un segundo plano, como es justo que sea.
Las consecuencias de sentirse invisibles
- Dificultades para conectar con los demás. Cuando nos sentimos invisibles, podemos desarrollar mecanismos de defensa que nos hagan pensar que no necesitamos nada ni a nadie. Intentamos lidiar con esa vulnerabilidad escondiendo unas necesidades que no son satisfechas. Eso puede hacer que nos encerremos en nosotros mismos, incapaces de establecer conexiones emocionales profundas con los demás.
- Descuidarnos emocionalmente. A fuerza de sentirnos invisibles, podemos llegar a pensar que nuestras necesidades no son importantes. De hecho, las víctimas de abusos y negligencias a menudo aprenden a ignorar sus emociones y sus necesidades más básicas. Nos guardamos todo dentro y no expresamos lo que nos gustaría, lo cual termina pasándonos factura.
- No establecer límites saludables. A veces, después de años de invisibilidad, cuando finalmente una persona nos ve, podemos sentirnos tan especiales que haremos de todo por mantener esa atención. Eso puede colocarnos en una situación de dependencia emocional porque podríamos estar dispuestos a tolerar demasiado y caer en relaciones abusivas.
- Comportamientos compensatorios. En algunos casos, la invisibilidad puede conducir a comportamientos compensatorios que nos ayuden a obtener la atención y el cariño que necesitamos. De hecho, es común en el trastorno de identidad disociativo, el cual se refuerza cuanta más atención recibamos de las personas que nos resultan significativas.
En cualquier caso, es importante tener en cuenta que todos, en menor o mayor medida, necesitamos validación. Podemos dejar de ser invisible recurriendo a comportamientos más asertivos y reafirmando nuestra identidad.
Fuentes:
Schore, A. (2001) The effects of early relational trauma on right brain development, affect regulation and infant mental health. Infant Mental Health; 22: 201-269.
Mosquera, D. (2018) Los efectos de sentirse invisible: Entendiendo la conexión con las rupturas de apego tempranas y la negligencia. ESTD Newsletter; 7(1): 1-8.
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